By SERGIO GÓMEZ WEBER
La invasión de Rusia a Ucrania y la respuesta de los países occidentales han dado señal de que el poder duro está de regreso con mayor fuerza luego de un período de prevalencia del poder blando y del poder inteligente. China, EE.UU. y la OTAN han impulsado acciones donde el poder militar y económico juegan un rol preponderante en un escenario complejo, suscitado por la guerra y la competencia entre superpotencias.
After a period were soft and smart power prevailed, Russia’s invasion of Ukraine and the response of Western countries to that aggression have signaled that hard power is back with greater force. China, the United States and NATO have promoted actions where military and economic power play a predominant role in an unwieldy scenario, caused by war and competition between superpowers.
Mucho se ha escrito en relaciones internacionales respecto al poder duro o hard power y el poder blando o soft power como la forma en que los países articulan los instrumentos del poder nacional, tanto en el empleo de la coerción como en el ejercicio de la influencia para el logro de sus objetivos nacionales. En 1990, Joseph Nye, profesor de Harvard, acuñaba por primera vez el concepto de soft power como consecuencia del término de la Guerra Fría, en relación con el poder que debían emplear en adelante los estados para atraer y persuadir a otros. Este poder indirecto y persistente en el tiempo se expresaría a través de la cultura, valores y políticas internacionales para la consecución de los intereses propios. Otro autor más reciente indica que: “el poder blando es seductor – prometiendo más sofisticación, menor costo, una herramienta más refinada y matizada, más flexibilidad, y menos dificultad” (Hillen, 2016). Más tarde, aparecería el concepto de poder inteligente o smart power, en referencia a la habilidad de emplear una combinación de los dos poderes anteriores.
Hoy, en un mundo globalizado, la invasión de Rusia a Ucrania ha repercutido en todo el orbe, poniendo en cuestionamiento el predomino y efectividad que el poder blando ha tenido en las últimas décadas. Toma fuerza entonces el poder duro, como “la amenaza o empleo de la fuerza coercitiva por parte de estados y actores no estatales” (Hillen, 2016), en su más clara definición. Este último puede ser articulado mediante el instrumento militar y económico del poder nacional, tanto por países grandes como pequeños, y en forma directa para el logro de sus objetivos nacionales.
Si bien la invasión rusa a Ucrania es por sí sola una demostración del empleo del poder duro, los anuncios de desarrollo de fuerza de Estados Unidos, el incremento del presupuesto en defensa por parte de Alemania, y la reciente demostración de fuerza de China en las costas de Taiwán, permiten inferir que el poder duro se ha revitalizado en el último tiempo para ubicarse por sobre el poder blando como forma de cumplir los objetivos nacionales e imponerse sobre otros estados.
Frente a la competencia de grandes poderes, Estados Unidos está aumentando su poder militar, no sólo en cantidad, sino que también en calidad, mediante tecnologías emergentes, con el objeto de mantener la superioridad ante una amenaza o agresión sobre intereses norteamericanos o sus aliados por parte de China o Rusia.
En el plan de navegación recientemente promulgado por el jefe de operaciones navales de los Estados Unidos Almirante Mike Gilday, se estipula que “a medida que los Estados Unidos responden al entorno de seguridad a través de una disuasión integrada, nuestra armada debe desplegar en forma adelantada y hacer campaña con una flota lista, capaz y creíble para el combate” (CNO, 2022). Para lograr lo anterior, requerirá de un aumento sostenido del presupuesto para la armada entre un 3% y 5% por sobre la actual inflación. No por nada es el análisis que hiciera el profesor de estrategia marítima del U.S. Naval War College, James Holmes, refiriéndose a este documento como el nuevo plan de la armada de los Estados Unidos para prepararse para la guerra. En el contexto de ese plan y para poder mantener los niveles de disuasión requeridos con una capacidad bélica adecuada frente a sus competidores, el diseño del próximo buque capital considerará el equipamiento de armas láser y misiles supersónicos. Lo anterior permitirá a la marina norteamericana mantener una ventaja de potencial, cuantitativa y cualitativa, con un margen superior en tecnología frente a sus oponentes, constituyéndose en un instrumento relevante para el empleo del poder duro en tiempos complejos.
No solo Estados Unidos ha optado por ese camino. Siendo la agresión de Rusia a Ucrania la primera guerra en Europa desde el término de la II Guerra Mundial, se revivieron las amenazas para los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y especialmente para Alemania, quien había reducido sus gastos en defensa y que recientemente ha anunciado una nueva estrategia de desarrollo de fuerza para incrementar sus capacidades bélicas. Es así como la ministra de defensa germana, Christine Lambrecht, anunció en febrero de este año que Alemania incrementará el gasto de la cartera. “Aumentaremos hasta el 3% del PIB” (Valero, 2022), en comparación al 1,4% de gasto en que incurren actualmente. Este giro en la política de estado alemana indica una clara reapreciación respecto a que las influencias políticas y acuerdos comerciales establecidos con Rusia no son suficientes garantes para la persecución de sus intereses. El rearme de la otrora potencia militar es inminente, dando una clara muestra de que el poder duro está de regreso. Pareciera ser que sentarse a negociar con un arma en la mesa vuelve a cobrar sentido como lo fuera en el siglo pasado en el lejano oeste de Norteamérica.
China por su parte, pese a su iniciativa one belt one road y los esfuerzos por atraer a otros países mediante alianzas y proyectos en común, entiende que no puede descuidar su poder duro. “Pekín aspira a renovar sus fuerzas armadas en 2035 y a convertirlas en un ejército que pueda rivalizar, e incluso vencer, a Estados Unidos en 2049, en el primer centenario de la República Popular”. (Vidal, 2021). Geoffrey Till, ya en el 2012, en su libro “La expansión naval de Asia” advertía del rápido crecimiento de las armadas de China, India y en un menor grado de Japón, sugiriendo una posible carrera armamentista e indicador del desarrollo económico y político de los países. “China empleará su poder duro para ejercer presión geopolítica que le otorgue ventaja a su estrategia y obstaculice la libertad estratégica de las otras naciones del este asiático” (Hillen, 2016). Las fortificaciones que ha emplazado el gigante de Asia en el mar del sur de China son muestra de lo anterior, no solo con el propósito de convertir rocas que afloran en baja mar en islas que generan espacios marítimos para usufructo propio, sino que también para extender el alcance de su anillo defensivo y poder militar, llegando incluso a restringir la libre navegación por las aguas jurisdiccionales que esta condición ficticia proporciona.
Recientemente, China respondió con el lanzamiento sin precedentes de misiles como parte de una demostración de fuerza a través de ejercicios militares en cercanías de las costas de Taiwán luego de la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, situación considerada como desafiante por parte del país asiático ante sus reclamos de soberanía sobre dicha isla. China lanzó once misiles balísticos en aguas cercanas a las costas noreste y suroeste de Taiwán. Incluso Japón reclamó un cese inmediato de los ejercicios dado que algunos misiles cayeran también en sus aguas jurisdiccionales.
A pesar de lo anterior, hay expertos en geopolítica que indican que, por ejemplo, en el caso de Estados Unidos, su poder blando está creciendo a medida que las situaciones se tornan más claras frente a la fallida invasión de Rusia a Ucrania y los problemas domésticos de China. Es el caso de Janan Ganesh, que en su columna del periódico Financial Times señala que lo que Estados Unidos pierde en poder relativo frente a otros competidores, por ejemplo, en desarrollo de poder naval o producto interno bruto, lo recupera a través de las alianzas que se forjan en base a la atracción generada por los valores políticos y culturales. Visto desde otra perspectiva, la estrategia de poder blando se muestra como “no sean Rusia o China” (Ganesh, 2022), sean como nosotros. Pero la realidad actual indica que países de Occidente liderados por Estados Unidos no solo han redoblado el apoyo militar a Ucrania, sino que han aumentado los paquetes de sanciones económicas contra Rusia en una evidente predominación del poder duro. Es así como el pasado 8 de septiembre, en la base aérea de Ramstein, Alemania, se reunieron distintas autoridades de Defensa, entre ellos el secretario general de la OTAN, general Jens Stoltenberg, el secretario de Defensa de los Estados Unidos, Lloyd Austin, y la ministra de defensa de Alemania, Chistine Lambrecht, para discutir el incremento de ayuda a Ucrania. Stoltenberg “acogió con satisfacción el caso de que los aliados de la OTAN continúen aumentando el apoyo militar, financiero y humanitario a Ucrania” (NATO, 2022). Asimismo, la Unión Europea está preparando un séptimo paquete de sanciones económicas contra Rusia. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se refirió el 22 de septiembre pasado, en una charla en la Universidad de Princeton, Estados Unidos, a que “el sector financiero en Rusia está ahora en soporte vital. Pueden ver cómo los rusos están canibalizando sus neveras y lavavajillas para conseguir semiconductores que puedan usar para el equipamiento militar” (Murray, 2022), haciendo referencia a que las sanciones en práctica están surtiendo efecto.
Los acontecimientos en el mundo de hoy, desencadenados por la invasión rusa a Ucrania, indican que el poder duro prevalecerá como forma de imponer los intereses de los estados. Su empleo no está reservado solo a las grandes potencias sino a todos quienes tengan la capacidad y voluntad de amenazar u ocupar el instrumento bélico y/o económico. Las señales que han dado Estados Unidos, la Unión Europea, Alemania, China y por supuesto Rusia, confirman lo anterior. No solo se verá reflejado a través de una posible carrera armamentista y aumento de los arsenales, sino que también a través de su empleo directo para amenazar, disuadir o, como en el caso de la guerra en curso, agredir directamente.
La revitalización del poder duro nos hace también pensar en las habilidades de nuestro país para desarrollarlo, mantenerlo y emplearlo. ¿Tenemos la voluntad para ello? En tiempos complejos de las relaciones internacionales en el mundo, vale la pena reflexionar al respecto.
Bibliografía
Un importante anuncio realizó el Canciller Peruano a principios de este año, confirmando la visita del líder chino Xi Ji...
En un ejercicio de proyectiva, desde la perspectiva nacional, se puede argumentar que la influencia de Estados Unidos en...
En la actualidad, China se ha transformado en uno de los actores principales en el sistema internacional, desestabilizan...
China is expanding its naval operations in the Pacific Ocean. Its Coast Guard is the focal point to the expansion of its maritime activities and is soon to start counter-drug patrols in the coastlines close to Latin America. These operations can be understood in a larger context of what China is seeking, considering both its millennia-old and recent history and how the Pacific fits strategically into this objective.
Si China efectivamente quisiera llegar a convertirse en la potencia hegemónica que aspira ser, hay ciertas condiciones q...
Versión PDF
Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
Inicie sesión con su cuenta de suscriptor para comentar.-