By JOAQUÍN ESCOBAR NAVARRETE
Las batallas navales por el Cuerno de Oro ocurrieron en el asedio otomano sobre Constantinopla en el año 1453. Marcaron el intento final del Imperio bizantino de defender su capital contra el Imperio otomano. Estas sucedieron en el estuario Cuerno de Oro, puerto de Constantinopla, y en el estrecho del Bósforo. Los resultados fueron decisivos y condujeron, junto a la campaña terrestre otomana, a la caída de Constantinopla y al fin del Imperio bizantino luego de más de mil años.
During the Ottoman´s besiege of Constantinople in the year 1453, a series of naval battles occurred for the control of the Golden Horn. They marked the last efforts of the Byzantine Empire to defend its capital alongside the city´s adjoining seawall and in the Bosporus strait. The results of these actions were crucial and, together with a coordinated Ottoman infantry assault, the city finally fell, putting an end to the Byzantine Empire, after more than a thousand years of rein.
El Cuerno de Oro es un lugar característico y destacado de la ciudad de Estambul, Turquía. Este es un puerto natural que ha jugado un rol crucial, no solo como un centro de comercio de la antigua Constantinopla de la Edad Media, sino que también como un baluarte defensivo que en su momento se consideró inexpugnable. A lo largo de los siglos, numerosas batallas navales tuvieron lugar en el estuario Cuerno de Oro y sus aguas adyacentes del Bósforo, pero las últimas antes de la caída de Constantinopla, conocida entonces como Bizancio, han sido consideradas como las más importantes a lo largo de los años. Es por lo anterior que se examinará el Cuerno de Oro, su importancia para el Imperio Bizantino, el contexto histórico de las últimas batallas navales y sus ramificaciones.
Constantinopla, el centro del mundo
Fundada en el siglo IV bajo el Imperio de Constantino el Grande, Constantinopla fue construida en las orillas del estrecho del Bósforo en la antigua ciudad de Bizancio, en el multitudinario cruce de caminos que separa Europa y Asia, ubicándose al norte el estuario Cuerno de Oro, del cual será presentada su relevancia más adelante, y al sur el mar de Mármara, teniendo así un acceso al Mediterráneo y el control total de lo que se transportaba entre este último y el mar Negro. Además de haber sido la capital del Imperio romano de Oriente, fue el centro de la Iglesia ortodoxa, constituyendo la entrada principal a las rutas comerciales persas y del mar Negro, lo que la convirtió en un importante centro urbano para el Imperio romano. Se convirtió en la capital del Imperio bizantino en el año 330 y se mantuvo como un bastión de la cristiandad durante más de mil años. Sin embargo, en el siglo XV Constantinopla estaba en declive debido a la agitación política interna, a las diferencias de religión entre ortodoxos y católicos romanos y al auge e invasión externa del Imperio otomano. Es importante señalar que la ciudad no impidió el avance de los turcos en el resto de Europa. Es más, los bizantinos recibían grandes ganancias por cada soldado otomano que se transportara desde un lado a otro del estrecho, siendo esto una gran molestia para el pensamiento expansionista de los sultanes orientales.
Desde su traslado desde Roma, la capital fue codiciada por diversas amenazas debido a su ubicación geográfica estratégica y posesión de riquezas, monumentos y símbolos de honor. Durante más de mil años, las murallas de Constantinopla, de hasta 18 metros de altura, que se extendían a lo largo de toda la costa de la ciudad y sus accesos terrestres desde Europa, resistieron diversos asedios de civilizaciones orientales y occidentales, fracasando casi todas. En 1453, el último bastión del Imperio romano, ya rodeado por el poderoso Imperio otomano, libró sus últimas batallas contra el sultán Mehmed II.
El Cuerno de Oro: el puerto
El Cuerno de Oro es un estuario que separaba Constantinopla de Gálata. Hoy en día, separa en dos partes la ciudad de Estambul. Tiene aproximadamente ocho kilómetros de largo (4,5 millas náuticas) y 750 metros de ancho (800 yardas). Se dice que el nombre ‘Cuerno de Oro’ deriva de su peculiar forma y por el reflejo del sol poniente en el agua, lo que le da un tono dorado o debido a que los bizantinos lanzaban a sus aguas sus diversas riquezas y tesoros. Ha sido un lugar estratégico durante siglos, donde el estrecho del Bósforo se conecta con el mar Negro por el norte y con el mar de Mármara por el sur, teniendo desde este último un acceso al mar Mediterráneo y poseyendo así una salida hacia el resto del viejo continente. El puerto era esencial para el comercio de Constantinopla, fue un punto primario de transporte entre Europa y Asia y era el principal suministro de agua para la ciudad. En consecuencia, la economía del Imperio bizantino dependía en gran medida del Cuerno de Oro, lo que lo convertía en un lugar codiciado y fuertemente custodiado. Cabe destacar que el Cuerno de Oro brindaba un puerto natural a la ciudad de Constantinopla y, además, dicho estuario estaba protegido en su entrada por una enorme cadena que complementaba a los gigantescos muros que protegían la ciudad: la Gran cadena de Constantinopla.
La Gran cadena se extendía a lo largo del acceso al puerto. Esta herramienta iba desde Punta de Serrallo (encuentro de aguas entre el Cuerno de Oro y el mar Mármara) hasta la orilla que se encontraba al norte, en el poblado de Gálata o Pera (actual Estambul, Turquía). Era una cadena defensiva construida con el propósito de evitar que los buques enemigos ingresaran a la ciudad. Consistía en 400 eslabones de hierro, de 14 kilos cada uno, y podía izarse o arriarse mediante molinetes en cualquiera de los extremos. Los bizantinos izarían la cadena si percibían una amenaza o estaban bajo ataque y también era un artefacto eficaz para protegerse de los ataques navales, brindando éxito en distintas ocasiones, dándole así la fama de casi impenetrable a la capital del imperio por vía marítima ¿Podría aguantar el asedio otomano de 1453?
Previo al colapso de la capital
Constantinopla sufrió varias crisis económicas y sociales desde principios del siglo XV. Grandes edificios yacían en ruinas, la suciedad y la decadencia prevalecían, el Emperador se había mudado de los viejos y dilapidados palacios reales, y solo las mejores iglesias, Santa Sofía y Santos Apóstoles, estaban en buenas condiciones. La ciudad, que alguna vez tuvo un millón de habitantes, tenía una población de menos de 100.000, de los cuales solo 25.000 estaban armados, pero unos 18.000 hombres, debido a sus diferencias religiosas, no irían a la batalla.
El emperador bizantino en ese entonces, Constantino XI, reconociendo la amenaza del enorme y masivo Imperio otomano, y dada la precaria situación de la ciudad, decidió preparar por varios años la defensa de la capital. En la primavera de 1453, cuando los orientales llegaron a su puerta, buscó urgentemente la ayuda de las potencias europeas; pero la reacción occidental fue indiferente y él sabía que no podía contar con su ayuda. Bajo el mando del famoso comandante genovés Giovanni Giustiniani, comenzó a fortificar la ciudad con una fuerza de unos 7.000 hombres, entre mercenarios y voluntarios. Además de las defensas terrestres, como la construcción de un muro doble alrededor de la costa, ordenó que se levantara la cadena a través del Cuerno de Oro para evitar que los barcos otomanos ingresaran al puerto. También ordenó la construcción de una flota para defender el puerto. Esta escuadra constaba de varias galeras y pequeñas embarcaciones, tripuladas por una combinación de marineros bizantinos y mercenarios genoveses, logrando reunir unas 30 unidades tras la cadena para defender el puerto.
El sultán otomano, Mehmed II, estaba decidido a conquistar Constantinopla, por lo que primero ordenó, en 1451, la construcción de fortalezas con piezas de artillería en la ribera europea del Bósforo, con la intención de limitar el tránsito por este. La más reconocida recibió el nombre de Rumili Hissar. Los cañones del sultán eran más numerosos y grandes que los de cualquier príncipe europeo o asiático, con una longitud de 9 metros y un calibre de 1 metro, capaces de lanzar proyectiles de 600 kilos a casi una milla náutica de distancia, por lo que el paso por el Bósforo quedaba cerrado. Además, en su ejército se utilizaron cañones de similares características, llevados por unos 20 bueyes y 100 hombres. Por esta razón, Mehmed II fue llamado “el primer gran artillero del mundo”.
No fue hasta el 1 de abril de 1453 que todos los ejércitos otomanos se volvieron hacia las murallas del norte de Constantinopla, interpretando que Mehmed II se atrevía a atacar desde el flanco más fuerte de la ciudad. Un gran error estratégico, ya que siempre se ha sabido que la llave de Constantinopla era el Cuerno de Oro. Tomando el estuario, la capital no tendría salvación. Y, para conquistar el puerto, había que vencer la flota bizantina y abatir la cadena. Un par de días iniciado el asedio, el 9 de abril el comandante de la flota otomana Balta Oghe, marino búlgaro, efectuó el primer ataque por vía marítima en el Cuerno de Oro, siendo rechazado rápidamente por las unidades bizantinas que se encontraban al interior de estuario, las cuales estaban al mando de Gabriel Trevisano y Alviso Diedo, ambos marinos venecianos de vasta experiencia.
El 20 de abril, arribaron desde el Mármara tres galeras genovesas, mandadas por el Papa Nicolás V, con armas y provisiones y un buque imperial bizantino con trigo. Ante la aproximación hacia estos de la flota otomana, sonaron las trompetas y Mehmed II ordenó al comandante de su flota Balta Oghe, renegado búlgaro, capturarlos o hundirlos a toda costa. Casi 50 buques a remo turcos se lanzaron contra las cuatro unidades cristianas y estas, desde sus altas bordas, comenzaron a disparar sobre las descubiertas embarcaciones enemigas haciéndose paso desde el sur del Bósforo con dirección al Cuerno de Oro. Ordenando incendiar las velas de su enemigo, Balta Oghe arremetió aproándose hacia la popa del buque más a proa, con el propósito de abordarlo con sus fuerzas, pero debido al tamaño de las galeras cristiana y a las precarias condiciones meteorológicas del momento, producidas por un viento norte y por la corriente del Bósforo con dirección al sur, los trirremes, birremes y fustas otomanas fueron incapaces de trincar sus garfios y anclotes, siendo arrastradas y embestidas por los cuatro buques bizantinos. Solamente algunos soldados orientales fueron capaces de llegar a las cubiertas, pero fueron rechazados rápidamente por el fuego griego y por los hombres armados de a bordo. Posteriormente, el viento cesó y las unidades cristianas se mantuvieron gobernando con rumbo al Cuerno de Oro, pero con un andar disminuido por las nuevas condiciones reinantes, lo que tuvo como consecuencia un asalto masivo por parte de los orientales. Al este de la punta de Serrallo la totalidad de la fuerza otomana rodeó a sus enemigos. Afortunadamente, el capitán Flatanelas, comandante de la unidad bizantina y un marino experimentado, ordenó abarloar sus buques unos con otros, trincándolos con el propósito de ofrecer un campo de batalla conjunto en sus cubiertas, quedando los costados que colindaban con los buques cristianos libres de personal. Es importante considerar que, en el caso de que una unidad cayera presa de los turcos, arrastraría a todos los demás. La batalla se mantuvo hasta el crepúsculo donde los otomanos empezaron a ser presas del desánimo, debido a que ningún buque bizantino había sido capturado. Finalmente, al bajar la intensidad de los ataques turcos y gracias a una milagrosa brisa proveniente desde el sur, el pontón aumentó su velocidad y pudo hacer ingreso al Cuerno de Oro, siendo auxiliado por las embarcaciones que se mantenían protegidas por la cadena, obteniendo una segunda victoria y motivando al mismo tiempo a los defensores bizantinos.
La última batalla naval por el Cuerno de Oro
Tras 20 días de asedio sobre Constantinopla, Mehmed II perdía la paciencia luego de sufrir fracasos en tierra, al no poder traspasar las murallas de la ciudad. Lo mismo sucedía en el mar, al oponer las unidades bizantinas una excepcional resistencia la que les brindaba el dominio absoluto del Cuerno de Oro y del mar, sin considerar el control del tránsito hacia el norte del Bósforo, dominado por la artillería en tierra otomana. Además, el sultán sabía que el izado de la cadena era un gran obstáculo para sus planes y para sus buques. Teniendo en consideración lo anterior, ordenó a sus ingenieros que diseñaran un plan para eludir la cadena y atacar de forma sorpresiva a la flota bizantina, que permanecía al interior del estuario. Se les ocurrió una solución, “Navegar por Tierra” (San Juan, 2016). Esto consistía en transportar al menos la mitad de su flota por tierra, alrededor de Pera y Gálata hasta el Cuerno de Oro, siguiendo un camino, escoltado por su ejército antes de iniciar la maniobra, de aproximadamente un kilómetro y medio de longitud. Es por esto por lo que, para ganar la campaña naval, como no lograba obtener una victoria, Mehmed II decidió intentarlo haciendo pasar sus buques por tierra firme. Arrastrarían sus barcos por tierra desde el Bósforo hasta el Cuerno de Oro, donde lanzarían un ataque sorpresa contra la flota bizantina.
El 24 de abril, se demostró que este proyecto fue clave para cuestionar un dominio del mar que parecía absoluto de los bizantinos. Los buques fueron botados al mar y las dotaciones pasaron a bordo en Kasimpasa, al interior del Cuerno de Oro, al mando de Hamza Bey, albano marino de profesión, apoderándose inmediatamente de la ribera septentrional del Cuerno de Oro sin ninguna resistencia, y obligando a Trevisano a retirarse, con su escuadra volante, al abrigo de las murallas de la ciudad, y, más tarde, al puerto Prosforiano, cercano a la cadena. La flota imperial no podía patrullar el Cuerno de Oro porque ya no era suyo: Mehmed II, sin ganar una sola batalla naval, se lo había arrebatado.
En consecuencia, el optimismo de los defensores, tan en alza tras las victorias anteriores, cayó estrepitosamente y produjo una serie de consejos de guerra presididos por Constantino, los cuales tuvieron el fin de incentivar a los guerreros de Pera a atacar la retaguardia otomana. En consecuencia, el Imperio bizantino logró organizar un ataque con galeras y brulotes sobre la flota turca que se encontraba al otro lado de la cadena, en el Bósforo, durante la noche del 28 de abril. Mehmed II, advertido de estas intenciones por traidores genoveses que le informaron sobre este plan, tendió una trampa sobre los buques cristianos esperándolos con una lluvia de artillería desde costa, recibiendo los occidentales bastantes pérdidas en su flota y evitando que las embarcaciones de Constantino pudieran dar vuelta la situación en la que se encontraban. La artillería de costa de Mehmed II paralizó completamente a la armada de Constantinopla, quedando esta última acorralada junto a su cadena, otorgándole el control del Cuerno de Oro a Hamza Bey.
El día 7 de mayo se envió desde el Cuerno de Oro un pequeño velero el cual iba al encuentro de la flota papal, la cual supuestamente estaría en cercanías de la entrada sur del Bósforo. Días después, dicha embarcación regresó a Constantinopla sin novedades de las embarcaciones europeas, dando a entender al Emperador y a su pueblo que la cristiandad había abandonado a su suerte a la capital y que estaba completamente sola. La desmotivación demoledora entre las fuerzas y entre los civiles sentenció el destino de Constantinopla.
Finalmente, el 29 de mayo, luego de un gran ataque otomano desde todos los frentes, se pudo sentenciar el asedio: en Blanquerna, un suburbio protegido por un muro al norte de la ciudad, se logró penetrar la puerta de Kerkoporta, inadvertidamente dejada abierta por los bizantinos, lo que trajo como consecuencia el retiro del estandarte cristiano por el otomano, propagando esta noticia por toda la muralla. Los turcos pudieron doblegar a los bizantinos ingresando y Constantino XI, quien se lanzó frente a una horda otomana, desapareció. La penetración de las murallas y la caída del emperador desmoralizaron a la resistencia cristiana, cayendo definitivamente la ciudad y el Imperio bizantino.
En el Cuerno de Oro, la flota bizantina se mantuvo acorralada por las embarcaciones de Hamza Bey y la cadena, evadiendo las salvas de las piezas de artillería de Mehmed II. Tras la penetración de los muros, los ambiciosos orientales se concentraron en saquear la ciudad, dándole tiempo a la flota cristiana para arriar la cadena y posteriormente escapar al mar Egeo, siendo esta lo único que escapó del desafortunado final.
Epílogo
Posterior al escape de la flota y adentrada la tarde del mismo día, Mehmet II ingresó a Constantinopla declarándola capital del Imperio otomano y transformando Santa Sofía en mezquita. Extrañamente para los turcos, el sultán decidió respetar en la ciudad solamente el culto ortodoxo. Mehmed quería mantener a su nueva ciudad alejada del cristianismo de occidente.
La caída de Constantinopla dejó a los otomanos en las puertas de Europa. El mundo cristiano de occidente se sentía responsable, al no apoyar a Constantino, de tener en las puertas de su mundo a una amenaza que cada día conquistaba más territorios.
Dentro de las batallas navales previas a la caída definitiva, el Imperio bizantino contó con una flota diminuta y una defensa férrea como lo fue su cadena, recubriendo la entrada a un punto decisivo de su ciudad, el Cuerno de Oro. Dicha fuerza fue capaz de rechazar diferentes ataques desorganizados, dejando en evidencia dos cosas: la flota cristiana era una fuerza pequeña pero cohesionada y, las embarcaciones otomanas, si bien superaban en número a sus contendientes, eran deficientes e incapaces de lograr una coalición para hacer frente contra los bizantinos. Además, la obtención del dominio del mar por parte de Mehmed II se aseguró sin ganar una sola batalla naval, siendo en este caso los ingenieros y arquitectos del sultán quienes obtuvieron la victoria al transportar la mitad de su flota dentro del Cuerno de Oro. El uso de la artillería desde tierra también tuvo un rol decisivo. El hostigamiento continuo con salvas sobre las murallas y sobre la flota bizantina fue desconcertando poco a poco la moral de los defensores. Finalmente, el famoso descuido en la puerta de Kerkoporta, la caída del emperador Constantino XI defendiendo la capital y el asedio total otomano sobre Constantinopla, derivaron en el fin de un imperio que tuvo más de mil años al tope del orbe, convirtiéndose en la actual Estambul y dando paso a la Época Moderna de la historia universal.
Bibliografía
Versión PDF
Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1001
Julio - Agosto 2024
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