- Fecha de publicación: 01/12/2008.
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on la finalidad de llegar a los
hechos que nos referiremos, es
necesario ingresar al pañol de los
recuerdos y abrir uno de los bitácoras de
la Armada de Chile de hace poco más de
veinte años atrás y en donde encontra
-
remos datos fehacientes sobre el rescate
de un ser humano que se estaba aho
-
gando en altas horas de la noche y en las
gélidas aguas del Canal Beagle. Para lo anterior, en primer lugar
cabe señalar que esta área, ubicada en
el extremo austral de nuestro territorio
insular, hace más o menos tres déca
-
das era poco poblada y solamente tenía
su mayor concentración poblacional en
Puerto Williams, sede del Distrito Naval
Beagle, de la Flotilla de Lanchas Torpede
-
ras de la Tercera Zona Naval, con sus uni
-
dades “ Fresia”, “Guacolda ”, “Quidora ”
y “ Tegualda ”; y del mismo modo, de la
Gobernación Marítima de Navarino.
Por otra parte, también había pre
-
sencia civil a través de los asentamien
-
tos que, conjuntamente con la entonces
Corporación de Reforma Agraria (CORA)
y la puesta en marcha del “Plan Nava
-
rino” en 1970 se habían radicado en
Caleta Eugenia, Puerto Toro, Caleta Pie
-
dras en Isla Picton. Caleta Las Casas
en Isla Nueva, Caleta Lennox en la isla
del mismo nombre y en Caleta Bevan
en Bahía Windhond, en la costa sur
de Navarino. De igual forma, estaba la presencia de algunos antiguos colonos
que poseían tierras en el sector norocci
-
dental de la Isla Navarino y también en
ciertos lugares de la Isla Hoste y Seno
Ponsomby.
Después de este preámbulo y para
entrar a lo que realmente acaeció allí
cabe mencionar que, a comienzos de
los años ochenta y como producto del
favorable incremento de la demanda
nacional e internacional de los crustá
-
ceos australes, el litoral norte de la Isla
Navarino comenzó a evolucionar con
el desarrollo de la actividad pesquera
que iniciaron algunas empresas priva
-
das para aprovechar los recursos del
medio marino interior, como es el caso
de la centolla y el centollón, cuya carne
es muy apetecidas, sobretodo en el
extranjero, generando buenos precios
en el mercado. Esta nueva actividad
trajo consigo, amén de la instalación de
pequeñas infraestructuras productivas,
la llegada de una considerable cantidad
de embarcaciones menores con dota
-
ciones capacitadas para la labor extrac
-
tiva y que, no existiendo por lo general
habitabilidad en tierra, debían dormir y
alimentarse a bordo.
Con todo esto que nos ha aclarado la
situación que se vivía en el Beagle hace
veinte años atrás, ya estamos en con
-
diciones de entrar en lo que se quiere
relatar y que como se apreciará más ade
-
J. Horacio Balmelli Urrutia*
UN SALVAMENTO EN EL
BEAGLE
* Capitán de Fragata LT (R). Destacado colaborador de la Revista de Marina, desde 1982.
PÁGINA DE MARINA
AUTOR ARTÍCULO
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lante, no solo constituyó un hecho oca -
sional, sino, una generosa y arriesgada
acción de alguien que, en circunstancias
adversas como la oscuridad y el intenso
frío, no vaciló en asumir una iniciativa
digna de destacar, lo que además consti
-
tuye un ejemplo para recordar en benefi
-
cio de las generaciones futuras.
Las unidades de la Flotilla de Lan
-
chas Torpederas o PTFs, como se les
conocía, estaban comandadas regular
-
mente por un Capitán de Corbeta, el que
a su vez era secundado por dos Subte
-
nientes; el más antiguo como Segundo
Comandante y el otro como Oficial Piloto,
pudiendo de esta forma cubrir el mínimo
de los tres turnos de guardia de puente
que se requiere a bordo y sobretodo en
la navegación por los intrincados cana
-
les de nuestra Patagonia insular.
Fue así que, en la madrugada de
un día de mediados del mes de mayo
de 1989 y siendo aproximadamente las
02:30 horas, en circunstancias de que el
Oficial de Guardia de la Flotilla de Torpe
-
deras y Segundo Comandante de la PTF
“ Fresia ” pasaba una ronda por el lugar
en donde se encontraban atracadas
las cuatro unidades, al ir por el camino
que bordea la costa, y en las cercanías
de las oficinas del Comando de Torpe
-
deras, pudo percibir dentro del silencio
reinante unos extraños sonidos prove
-
nientes del mar y que enseguida iden
-
tificó como gritos de alguien que estaba viviendo una situación de emergencia,
es decir, que posiblemente corría el
riesgo de ahogarse.
Como se encontraba solo en dicho
sector, su inmediata reacción fue despo
-
jarse de la ropa de abrigo, vale decir de
su buzo térmico, de su boina de torpe
-
dero y de sus botines, y luego de com
-
probar una vez más la emergencia, se
adentró en las aguas del Beagle para
tratar de llegar lo más pronto posible al
rescate de la persona en peligro. Su desplazamiento fue lento y del
mismo modo riesgoso, debido a que
los extensos y tupidos sargazales que
existen en todo ese territorio marítimo y
especialmente en las costas de la zona le
causaron grandes problemas en su des
-
plazamiento, hasta momentos en los que
al sentirse virtualmente enredado entre
ellos y afectado por la bajísima tempera
-
tura de las aguas, llegó a pensar en retor
-
nar a tierra. Sin embargo, al distinguir
ahora un chapoteo y sentir nuevamente
los gritos de alguien pidiendo auxilio,
puso todo su empeño físico y siguió
avanzando hasta que por fin logró llegar
junto al hombre que casi ya se hundía y
al que aferró con fuerza para iniciar el res
-
cate, pese a los manotazos de desespera
-
ción que acostumbran a efectuar quienes
pasan por situaciones similares. Esta generosa y voluntaria gestión
duró aproximadamente unos minutos
hasta que pudo llegar a la playa con el
rescatado, quien no era otro más que un
tripulante de la dotación de una de las
lanchas centolleras que entonces había
fondeado para su descanso en Puerto
Williams y que particularmente se apre
-
ciaba tener claros indicios de haber inge
-
rido alcohol en exceso.
La valerosa acción de este joven
oficial mereció dos reconocimientos; el
primero se produjo cuando el Alcalde
de la Municipalidad de Navarino lo
declaró “Hijo Ilustre”, entregándole
por ello una medalla que fue impuesta
en la ceremonia pública del 21 de mayo
Torpedera en la zona de Puerto Williams.
J. HORACIO BALMELLI URRUTIA*
NOMBRE DEL ARTÍCULO
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UN SALVAMENTO EN EL BEAGLE
de 1989; el segundo y de acuerdo a las
disposiciones reglamentarias vigentes
de la Institución, consistió en el otorga
-
miento de la Medalla al Valor en Tercer
Grado a través de un acto que se llevó
a cabo al año siguiente en la ceremo
-
nia oficial de conmemoración del 111°
Aniversario del Combate Naval de Iqui
-
que frente al monumento a los héroes
de esa gesta histórica en la Plaza Soto
-
mayor de Valparaíso, ocasión en que la
referida condecoración le fue impuesta
por el entonces Comandante en Jefe de la Armada, Almirante don Jorge
Martínez Busch, quien lo hizo acom
-
pañado por el recientemente asumido
Presidente de la República don Patricio
Aylwin Azócar.
Finalmente y como una justa
reflexión podemos aseverar que el valor
no es sólo un privilegio de aquellos
hombres que se transforman en héroes
en el campo de batalla, sino también
puede ser ese fuerte impulso que per
-
mita salvar la vida de otra persona con
riesgo de la propia, como sucedió en
este caso que se ha relatado y que de
otra forma, como particular y no común
situación, se constituyó también en un
gran motivo de orgullo para los padres
del Subteniente Juan Horacio Balme
-
lli Puente, quienes afortunadamente
y gracias a una especial invitación de
la Comandancia en Jefe de la Primera
Zona Naval, pudieron ser testigos pre
-
senciales de la imposición de la presea
que se le impuso en la más tradicional e
importante ceremonia naval.
Puerto Williams.
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