- Fecha de publicación: 01/06/2001.
Visto 74 veces.
PÁGINA MARINA
PRISIONEROS BAJO EL AGUA:
EL HUNDIMIENTO DEL SUBMARINO H-3
Julio Allard Pinto*
Durante el año 1919, los submarinos continuaron sus programas de instrucción. Por
primera vez se experimentó el primer accidente grave en uno de ellos: el H-3, comandado por
Arístides del Solar. Se produjo una falla mientras se efectuaba una sumersión, debido a que quedó
abierta una de las válvulas del sistema de ventilación de baterías de popa, por donde se precipitó
el agua. Al sumergirse el buque, se inundó el compartimiento de baterías de popa, siendo inútiles
los esfuerzos que se hicieron a bordo para contrarrestar el paso del agua que entraba al interior.
El submarino se fue al fondo a unos 16 metros de profundidad. Por su parte, la torpedera
que lo convoyaba, al mando de Errázuriz, de inmediato se percató del accidente y, en el acto, izó
las señales de auxilio. Tanto desde la Base, como de la Escuela de Torpedos, acudieron al lugar
del accidente, siendo nuestro submarino, el H-5 el primero en llegar. El buzo de la Escuela de
Torpedos que bajó rápidamente, desenredó la boya con la línea telefónica que se había
desprendido y, de inmediato, pudimos ponernos en comunicaciones.
Entonces, personalmente hablé con el Teniente Mira, quien me comunicó que tenían
completamente inundado el compartimiento de baterías de popa, el departamento de máquinas y
parcialmente el compatimiento central. En el intertanto, toda la tripulación del submarino se
encontraba en el compartimiento de baterías de proa. Posteriormente, se les comunicó que de
inmediato empezarían los trabajos de reflotarlos, maniobra que se le encomendó al Comandante
de la Escuela de Torpedos, Capitán Enrique Spoerer. Esta fue la última comunicación que se tuvo,
pues desgraciadamente uno de los remolcadores que llegó a ese lugar, cortó la boya durante una
de las maniobras que realizaba.
Entonces, se consideró que levantando la proa del submarino hasta que asomara los tubos
de torpedo o la escotilla de compartimientos de proa, podría escapar la tripulación. Para esto se
colocó la primera grúa que estuvo lista, correspondiendo a la pluma de 60 toneladas.
Convenientemente, y con la ayuda de buzos, se pasó una onda por debajo de la parte de proa de
la quilla del submarino, la que se enganchó al aparejo de la grúa. Posteriormente, se comenzó a
izar poco a poco, consiguiéndose que la proa del submarino se desprendiera del fango. Cuando la
proa estaba cerca de la superficie del agua, se cortó el aparejo de la pluma y el submarino volvió
su proa nuevamente al fondo. Deben haber sido momentos terribles para la tripulación, al sentirse
nuevamente volver al fondo. Habían transcurrido ya unas tres horas desde el accidente y los
elementos de salvataje continuaban llegando alrededor del submarino. De repente, salía a la
superficie gran cantidad de burbujas de aire provenientes de la renovación que hacían de este vital
elemento dentro de él, el que provenía de la reserva que existía en los acumuladores. Disponiendo
ahora de la gran grúa de 180 toneladas, de la pluma y de un grueso remolque de alambre que
buzos pasaron al submarino, el esfuerzo combinado de las dos grúas logró levantar la proa del
submarino, hasta que apareció la escotilla del compartimiento de proa, el que fue abierto desde el
interior del submarino, comenzando a salir la tripulación a través de un orificio. Habían pasado más
de siete horas “Prisioneros bajo el agua” y en una situación muy peligrosa, pues el agua que se
filtraba desde el compartimiento central, podía inundar el compartimiento de baterías de proa y el
desprendimiento de gas cloro les habría producido la muerte. El último en abandonar el submarino
fue el Comandante Arístides del Solar, quien al salir a la cubierta lanzó un vibrante ¡Viva Chile! La
expresión de Arístides fue la demostración de su férrea personalidad, la que tanto lo distinguió
como Oficial de Marina. Se había conseguido salvar a toda la tripulación, pero los perjuicios
materiales fueron grandes para el H-3: se había inutilizado toda la batería y el agua salada dañó
todos los motores y aparatos eléctricos. Es interesante anotar que este submarino era el H-13 de
los construidos para Inglaterra, número fatal de los supersticiosos.
La causa precisa del accidente fue la siguiente: el operador encargado de cerrar la válvula
de ventilación de la batería de popa era nuevo a bordo, y estas válvulas se cierran a la izquierda, al
revés de lo común, de manera que en lugar de cerrarla, la abrió totalmente y le aplicó toda su
fuerza para asegurar mejor su cometido. Cuando el 2º Comandante Teniente Mira le pasó revista
al cierre de las válvulas, aquella estaba tan apretada que creyó que estaba cerrada al hacer el
correcto esfuerzo de apriete; pero, aún si la válvula queda abierta, existe una segunda de
seguridad, la que se cierra sola con la entrada de agua y aquí viene la doble fatalidad, esta válvula
había sido recorrida el día anterior y la manilla con la que se le puede maniobrar a mano desde el
interior del submarino, quedó colocada en tal forma, que el mango de la manilla tocaba el cielo del
Departamento antes de cerrarse, cuando la acción del agua actuaba sobre la válvula. Fue así que
cuando entró el agua, la válvula no se cerró, porque la manilla mal colocada en el interior del
submarino no se lo permitía. Es casi imposible concebir tan fatales coincidencias.
Tanto el submarino como las grúas que lo sostenían fueron remolcados a las
inmediaciones de la dársena, en donde fue achicado, procediéndose de inmediato a retirar todo su
armamento para ser recorrido, en especial aquel dañado por la inundación. Asimismo, se debió
reparar y adquirir aquel que quedó inutilizado. Demás está decir, que las pérdidas fueron
cuantiosas y pasaron años antes de que este buque quedara en condiciones de entrar nuevamente
al servicio.
* Vicealmirante. Q.E.P.D. Colaboración de la Escuela de Submarinos.
Inicie sesión con su cuenta de suscriptor para comentar.-