Revista de Marina
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  • Fecha de publicación: 01/06/2009. Visto 42 veces.
revismAr 3/2009 279 PÁGINA DE MARINA ¿POR QUÉ ME GUSTA EL SURF? Óscar Aranda Mora* E n mi vida he tenido –gracias a Dios- la oportunidad de hacer muchas cosas. Algunas, como montar a caballo, nunca me gustaron. Otras, como navegar, volar o leer, me deleitaron siem- pre. Pero sólo el surf me atrapó definiti- vamente. Quizás fue porque partí tarde. O sea, muy tarde. De hecho, mis mejo- res amigos se rieron abiertamente de mí: “Tata surfista, dedícate a otra cosa”, me decían. Pero realmente, lo único malo de comenzar a surfear a una edad avanzada (después de los 40, digamos) es que uno lamenta todas las olas que se perdió y además es algo tieso arriba de la tabla (y confesémoslo, abajo también). Por otra parte, al comenzar a surfear a esas alturas de la vida, el estado físico fue todo un tema (y aún lo es). Claro, sentir los brazos como lana, después de haber remado ola tras ola infructuosa - mente y de haber tragado un buen par de bocanadas de agua salada, puede ser muy descorazonador. Sin embargo, es justamente lo fenomenal del desafío de aprender a surfear lo que más atrae. Para qué decirles otros problemas propios de un surfista maduro. Como el esfuerzo de soportar una cena de trabajo después de haber tenido una sesión de 2 horas de surf al atardecer: Hay que tratar de mantenerse despierto, de reírse oportu - namente de los chistes “políticamente correctos” y además, de decir cada cierto tiempo cosas que al menos parezcan inte - ligentes. Todo eso, mientras el cuerpo y la mente piden urgente y notoriamente dormir y prepararse para la sesión de la mañana siguiente. Uno se traga los bos- tezos y toma mucha bebida cola, con la esperanza de que la cafeína y las ganas de ir al baño, lo mantengan despierto. Lo único bueno es que de vez en cuando alguien saca el tema del surf, o mejor aún, preguntan por las olas... y enton - ces a uno se le ilumina la cara, se le va el Iniciar la práctica de un deporte considerado “extremo” a una e dad avanzada representa desafíos particulares. La conciliación de estos desafíos junto a las responsabilidades asociadas a una etapa madura de la vida lleva a situaciones –que si b ien parecen divertidas- pueden originar complicaciones. A simple vista practicar el deporte del surf puede parecer banal. Sin em bargo, de la práctica de este deporte se pueden obtener beneficios apreciables, como amistades desinteresadas o un buen estado físico. Además, del surf se pueden extraer enseñanzas de gran validez, como el valor de la humildad, de la amistad y de la persev erancia. Por otro lado, la práctica del surf demuestra la validez de algunos valores tr ascendentes, tales como el compromiso y la importancia de la aceptación de las consecuencias de las actividades que se emprenden, aspectos que hoy parecen olvidarse. Lo anterior hace recomendable la práctica de dicho deporte, que aunque no constituye uno de los dep ortes habitualmente relacionados con el mar, es un deporte náutico más. “The best surfer out there is the one having the most fun” Anónimo. * Capitán de Navío. Oficial de Estado Mayor AV. Magíster en Ciencias Navales y Marítimas con mención en Estrategia. Diplo- mado en Estudios Superiores de Defensa en el Colegio Conjunto de Defensa de París. Preclaro Colaborador de Revista de Marina, desde 2002.1.- 280 revismAr 3/2009 sueño y trata de explicarle a la otra per - sona qué es lo que se siente cuando la tabla “despega” y uno está arriba de ese cerro energético de agua que lo impulsa hacia adelante, rugiendo y vibrando bajo los pies. Normalmente, el interlocutor no entiende mucho y mira como si uno estu - viese loco, pero igual capta el entusiasmo y muy dentro de él aparece la sospecha –no exenta de envidia- de que se está per - diendo algo muy, pero muy bueno. Por otra parte, el surf me ha regalado algunas cosas estupendas. Me ha regalado humildad. Me ha ense - ñado que hasta la ola más insignificante me puede hacer “pagar 1” y fuerte. Me ha mostrado cómo un niño puede hacer mejor que yo el deporte que más me gusta. Me ha demostrado que lo impor - tante no es la tabla, ni el traje, ni nada de lo que uno tiene, sino la actitud frente a la ola y que realmente uno vale por sí mismo y no por sus cosas. (Recuerdo una vez, cuando dije que la ola que venía era dema - siado grande, un viejo surfista me respon - dió que en realidad no hay olas grandes, sino surfistas pequeños... ¡que filosofía!). El surf también me ha enseñado a ser paciente. Me ha obligado a esperar toda una semana... para encontrarme el sábado que el mar está “flat 2” y que sencillamente no hay olas... ¡y a esperar otra semana más! Además, el surf me ha regalado amigos desinteresados, que lo único que buscan es compartir algunas buenas olas al ocaso y con quienes puedes conversar intermi - nablemente mientras esperas el próximo set de olas, cada uno sentado en su tabla. A menudo me dicen que no puede resul - tar entretenido un deporte en el que estás el 90% del tiempo esperando, pero es que además el surf me ha enseñado que la clave de la felicidad no está sólo en gozar del resultado, sino también en disfrutar del proceso. Algo aplicable a todo en la vida. El surf me ha regalado también una condición física aceptable, lo que cada día aprecio más, ya que esa condición física va a contribuir a darme una buena calidad de vida a futuro. A propósito, aprovecho esta oportunidad para aclarar un prejuicio. A menudo se asocia el surf al “reventón” y no es así. Aunque inne - gablemente el surf fue popularizado en gran parte por los californianos de los años 60 y 70 del siglo pasado, quienes cultivaban un estilo de vida “peculiar” -por así llamarlo- el verdadero surfer requiere de un estado físico aceptable y sobre todo, necesita madrugar, porque las mejores olas aparecen hasta unas 3 horas después de la salida del sol. Madru - gar y mantener un buen estado físico están más bien alejados del prototipo del “carretero reventado” y los surfistas de corazón privilegian el deporte al carrete. Pero lo mejor del surf es que me ha confirmado el valor en la vida del esfuerzo y de la consecuencia, porque los sur - fistas sabemos que hay que “mojarse” y “pagar”. Para surfear hay que –pri- mero que nada– mojarse en el agua fría. “Mojarse” significa arriesgarse, compro- meterse, involucrarse en las actividades que uno emprende, sean éstas deporti- vas, profesionales o de cualquier índole. “Pagar”, esto es que la ola lo revuelque a uno, significa estar dispuesto a no aho- rrarse los costos de las actividades que 1.- “PAGAR”: Slang por caerse, que la ola lo revuelque a uno. Sinónimo: “cooperar”. 2.- “Flat”: Del inglés, cuando el mar está plano. El surf me ha regalado amigos esperando el próximo set de olas. revismAr 3/2009 281 emprendemos. Es la consecuencia que existe entre el resultado deseado y el precio que debemos costear por dicha recompensa. Muchas veces he comen- zado a correr una ola consciente de que ésta se va a “cerrar” y que los 5 segun- dos montado en la ola van a terminar con un revolcón... ¡Pero qué 5 segundos! ¿Se han fijado que a los surfistas les pre- guntan siempre si el mar no les da frío? y después agregan: “pero... ¿y la ola no te revuelca?”. Claro, así es. Me da frío y la ola me revuelca, pero lo que sucede es que para surfear hay que mojarse y pagar, ¿recuerdan? A veces siento que hoy estamos cada vez menos dispuestos a “mojar - nos” y a “pagar” por nues- tros objetivos. La actitud más común parece ser aquella de “quedarse en la playa”, secos y sin pagar... pero sin surfear tampoco. Alguien decía que hay dos tipos de personas: los sur - fistas y aquellos que no se atreven o que desisten 3. Lo último que me motiva del surf, es que es un deporte en el que se compite contra uno mismo (dicen que el golf es parecido. No lo sé, pero intuyo que algún día termi - naré cambiando el azul de mis olas por un “green”). A propósito, una vez leí que un surfista profesional decía que estaba “aprendiendo” a surfear, lo que me pare - ció el colmo de la modestia. Pero lo decía, porque en el surf uno está siempre per - feccionándose, preguntándose en qué falló la última ola o cómo hacer mejor esa maniobra que no sale como a uno le gus - taría. No es una cosa mecánica y al igual que en la vida –donde cada situación es distinta- cada ola es un desafío diferente, donde tu experiencia te proporcionará las guías principales, pero sólo cuando estés ahí debes decidir qué hacer. Esa es la bús - queda incesante de la perfección y es la actitud que nos lleva a los mejores logros personales. (Ahora, después de 30 años, descubro que “Juan Salvador Gaviota” se trata de lo mismo). Las personas exitosas en todos los campos de la vida son per - feccionistas y saben del valor del trabajo duro y constante, así como de aplicar su experiencia para analizar cada situación particular, sin imponer soluciones estereo - tipadas. Los surfistas realmente buenos son justamente personas así. Probablemente, des- pués de otras colaboracio - nes más “sesudas”, ésta pueda parecer banal. No creo que los beneficios del surf sean tantos que justifi - quen, por ejemplo, su inclu - sión en el apretado currículo formativo de los oficiales. Aunque quizás un seleccio - nado de surf en la Escuela Naval sería una experien - cia interesante y probable- mente hasta una buena herramienta promocional. No obstante lo anterior, la vez que mis ofi - ciales -encabezados por su leal Segundo Comandante- a instancias mías tomaron algunas clases de surf, ganaron valiosas experiencias relativas al mar y principal - mente acerca de sus propias limitaciones. Pero lo que realmente creo y deseo tras - mitir, es que el surf -así como muchos otros deportes del mar- nos puede dejar enseñanzas tan importantes como algu - nas anécdotas marineras o la descripción de actividades marítimas. Y después de todo... ¿no se trata de un deporte náutico? Bueno, espero encontrarlos en la playa... ¡y atrévanse!, el surf es para todos... los que se atrevan. 3.- ¿Se han fijado la cantidad de gente que usa poleras, traje de baño o look de surf? Es que muchos quisieran parecer surfistas, ya que es “cool”. Pero pocos están dispuestos a mojarse y menos aún a pagar. Signo de los tiempos. * * *

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