Revista de Marina
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La condición geográfica esencial como herramienta de análisis estratégico

Sea dependence as a tool for strategic analysis

  • Fecha de recepción: 01/07/2021
  • Fecha de publicación: 31/10/2021. Visto 1566 veces.
  • Resumen:

    Considerar la condición geográfica esencial como herramienta de análisis, permite distribuir y aplicar los medios militares para poder cumplir los objetivos estratégicos impuestos, contribuyendo con esto a alcanzar el objetivo político de la guerra.
    Analizar la condición geográfica esencial, tanto propia como la de un potencial adversario, es fundamental porque: primero, permite priorizar los esfuerzos al momento de planificar las fuerzas y segundo permite diseñar una estrategia marítima que contribuya a alcanzar el objetivo político en un conflicto.

  • Palabras clave: Herramienta estratégica, condición geográfica esencial.
  • Abstract:

    The use of a country´s sea-dependance as a tool for analysis, allows the dissemination and employment of military assets to meet our strategic objectives, thus contributing to achieve the political objective of war. Analyzing this dependance, both one’s own and that of a potential adversary, is instrumental because; first, it makes possible to prioritize the efforts during the process of force planning and second, enables designing a maritime strategy that contributes to achieve the political objective in a conflict.

  • Keywords: Strategic tool, sea-dependance.

Al escribir la palabra estrategia en el buscador de google aparecen, al día de hoy, cerca 223 millones de significados, lo que demuestra que no es fácil alcanzar una definición perfecta para entender cabalmente dicho concepto. Al aproximarse desde una perspectiva militar al significado de estrategia, dentro del gran universo de posibles definiciones, destaca, a juicio del autor, la del capitán británico Basil Liddell Hart (1967), quien define estrategia como “el arte de distribuir y aplicar medios militares para satisfacer los fines de la política.” En otras palabras, la estrategia consiste en buscar la mejor forma de distribuir y aplicar los recursos (por cierto siempre escasos) para cumplir con los objetivos que el superior imponga al instrumento de poder nacional militar.

De esta definición, podremos inferir la importancia que tiene considerar la condición geográfica esencial como herramienta de análisis, tanto de un potencial adversario como de la propia, de manera de poder distribuir y aplicar los medios militares para poder cumplir los objetivos estratégicos impuestos.

Lo que pretende el presente trabajo es demostrar que analizar la condición geográfica esencial, tanto propia como la de un potencial adversario, es fundamental para alcanzar el objetivo político de la guerra, porque permite priorizar los esfuerzos al momento de planificar las fuerzas y posibilita diseñar una estrategia marítima que contribuya a alcanzar dicho objetivo político en un conflicto.

Para poder demostrar lo anterior, se revisará cómo, en la I y II Guerra Mundial, un país condicionó su planificación de fuerzas a partir del análisis de la condición geográfica esencial de su adversario. Luego, se ahondará respecto a cómo, en base a la condición geográfica esencial, dos países enfrentados en la II Guerra Mundial, adoptaron estrategias totalmente distintas respecto a la valoración dada a las comunicaciones marítimas.

Para comprender la utilidad de analizar la condición geográfica esencial de un país, primero es preciso definir este concepto. El contraalmirante Eri Solís, lo define como: “grado de dependencia de las Líneas de Comunicaciones Marítimas (LCM) en la paz y en la guerra. Su determinación se efectúa por medio de un estudio multidisciplinario de carácter político, económico, estratégico y geográfico aglutinado por la influencia de las LCM” (Solís, 1997). Por su parte, el vicealmirante Justiniano lo define como:

...el grado de dependencia de las comunicaciones marítimas, es decir, el concepto amplio de la condición geográfica esencial del país: insular, marítimo o de bloque continental según sea el grado de dependencia considerando el porcentaje que el intercambio exterior e interior representa con respecto al total de la producción y la cantidad de críticos que puedan presentar algunos productos, pese a que su volumen no sea demasiado grande (Justiniano, 1993).

Ambos autores concuerdan en la importancia de considerar que un Estado dependiente de las LCM en la paz, también debiese depender de ellas en caso de guerra, y que, incluso, un país podría llegar a presentar modificaciones a su condición geográfica esencial debido a la importancia de las cargas que se transportan por mar. Así, un país con una condición geográfica esencial marítima podría transformarse en insular1 debido al alto grado de dependencia de sus Comunicaciones Marítimas (CC.MM.).

El primer argumento para demostrar que analizar la condición geográfica esencial, del propio país y del adversario, es fundamental para alcanzar el objetivo político en caso de guerra, es que permite priorizar los esfuerzos al momento de planificar las fuerzas. Al respecto, el almirante soviético Gorshkov sostiene que:

El desarrollo equilibrado de la marina debe basarse en la doctrina militar, doctrina que define su papel y lugar en el sistema de las fuerzas armadas del Estado, sus misiones en la lucha armada y la función de armas que la integran (Gorshkov, 1976).

De esta cita se desprende que la doctrina militar (estrategia) debe guiar el desarrollo equilibrado de una armada, dotándola con los medios y capacidades necesarias para cumplir con los objetivos que se planifiquen en caso de conflicto. De esta manera, además de enfrentar las amenazas que se opongan al cumplimiento de los objetivos o que tengan la capacidad de afectar las propias vulnerabilidades. El mismo almirante soviético indica como “importante misión estratégica” de la marina la de minar el potencial económico – militar del adversario, concepto relacionado íntimamente a las CC.MM.

A continuación se expondrá de qué manera Alemania y Gran Bretaña, durante la I y II Guerra Mundial, aplicaron el concepto de condición geográfica esencial para planificar sus fuerzas. Al respecto, el almirante Gorshkov sostiene que Gran Bretaña falló en analizar su propia condición geográfica esencial insular, lo que se tradujo en un desbalanceamiento de su flota de combate:

Los errores cometidos por el almirantazgo inglés en el equilibrio de la marina se revelaron con mayor precisión aún durante el cumplimiento de las misiones de defensa de las comunicaciones oceánicas y marítimas, que eran de importancia vital para Inglaterra. La defensa de las comunicaciones no fue un problema nuevo desde el comienzo de la guerra, pero sí adquirió particular gravedad después de que los alemanes, al buscar salida del laberinto estratégico en el frente terrestre, dirigieron sus miradas al mar (Gorshkov, 1976).

En efecto, tras la batalla de Jutlandia, los alemanes comprendieron que no podrían conquistar el dominio del mar frente a los ingleses, por lo que volcaron todos sus esfuerzos a utilizar su flota de submarinos contra las CC.MM. de Gran Bretaña. Por otra parte, Gran Bretaña al haber basado su flota principalmente en grandes acorazados, orientados a mantener la supremacía frente a cualquier adversario en caso de combate, no contaba con una flota balanceada que le permitiera hacer frente a la amenaza submarina. Es así que “Inglaterra tuvo que crear, ya en el transcurso de la guerra, las fuerzas y los medios necesarios para luchar contra los submarinos… con el fin de disminuir las bajas de transportes y cargamentos” (Gorshkov, 1976).

De esta manera, Alemania logró afectar notablemente la economía británica, obligando a ese país a gastar una enorme cantidad de recursos y esfuerzos para generar, en plena guerra, una fuerza antisubmarina capaz de enfrentar la amenaza alemana. El almirante Gorshkov señala que los costos involucrados en crear la fuerza antisubmarina británica habrían superado en 19 veces la inversión realizada por Alemania en su fuerza de submarinos, y que solo pudo derrotarse a Alemania debido a la participación de los aliados, principalmente Estados Unidos, en la lucha contra la amenaza submarina.

A pesar de haber visto afectado seriamente su comercio, abastecimiento y economía producto del ataque de los submarinos alemanes a sus CC.MM., Gran Bretaña no consideró las lecciones aprendidas al respecto durante la I Guerra Mundial. Esto se pudo apreciar en que, para la II Guerra Mundial, nuevamente la armada británica se caracterizó por “la incapacidad para proteger sus comunicaciones marítimas…Como resultado, las marinas mercantes de los ingleses y de los aliados comenzaron a sufrir bajas sistemáticas que pasaron de 300 mil toneladas mensuales en 1940 y en el primer semestre de 1941” (Gorshkov, 1976).

Lo anterior, podría deberse a que el pensamiento estratégico británico no le dio la importancia necesaria a su condición geográfica esencial insular, al no considerar, entre otras cosas, la protección de sus CC.MM., según se puede deducir de las palabras de Sir John Colomb:

La tarea primaria de nuestra flota de guerra es destruir, capturar o contener en los puertos a los buques enemigos. Hasta que se haya completado la tarea, todo pensamiento de utilizar la armada para la protección directa del comercio debe abandonarse. En qué medida nuestro tráfico marítimo y nuestro comercio pueden sufrir en el intervalo entre el estallido de la guerra y el completamiento de la tarea real de la armada, dependerá de arreglos previos efectuados para, y llevados a cabo por, nuestra propia marina mercante” (Till, 2004).

Los que sí tomaron nota respecto a la dependencia de las CC.MM. de Gran Bretaña fueron los alemanes, quienes en base a las lecciones aprendidas en la I Guerra Mundial, generaron el Plan Z. Este plan consistía en la construcción ampliada de la marina, el cual consideraba seis buques de línea, cinco cruceros pesados, dos portaaviones y 190 submarinos. El “objetivo fundamental de las operaciones de la marina era … interrumpir las comunicaciones marítimas y oceánicas de Inglaterra” (Gorshkov, 1976).

Portaaviones alemán Graf Zeppelin.

De esta manera, en la II Guerra Mundial, Alemania fue capaz de poner en servicio más de 1.100 submarinos. Y fue así como durante ese período hundió más de 2.800 buques, lo que representaba 14.687.231 toneladas de arqueo bruto. En efecto, la amenaza a las CC.MM. alcanzó tal magnitud, que obligó a la Marina británica a reestructurar sus fuerzas ante la necesidad de contar con buques antisubmarinos. De esta manera, desde los primeros días de la guerra, se vio obligada a concentrar toda su atención en la construcción de buques antisubmarinos y barreminas (Gorshkov, 1976).

El desarrollo de una fuerza antisubmarina en plena guerra por parte de Gran Bretaña, le dio amplia ventaja a los alemanes por varios años, en los que hundió una enorme cantidad de buques mercantes. En las palabras del contraalmirante USN James Stavridis “para mediados de 1941, la situación para Gran Bretaña –sola y desafiante, pero bajo la amenaza real de colapsar– era terrible” (Stavridis, 2017).

Solo gracias a la participación de los Estados Unidos y su apoyo militar, económico y tecnológico, Gran Bretaña logró derrotar a Alemania en el Atlántico Norte. Dicha potencia asistió a sus aliados con una gran cantidad de medios aéreos y de superficie, tecnología y tácticas que demostraron ser efectivas para destruir a los submarinos alemanes en una cantidad tal, que no fue posible para ese país reemplazar las unidades y dotaciones destruidas por los aliados. La armada de Estados Unidos condujo esencialmente una guerra no declarada en el Atlántico Norte, “con destructores atacando U–boats y torpedos siendo disparados contra los buques estadounidenses en respuesta” (Stavridis, 2017). En definitiva, la imprevisión sobre la amenaza submarina respecto a sus CC.MM. estuvo a punto de costarle a Gran Bretaña la derrota en el mar.

A modo de síntesis, Gran Bretaña, en ambas guerras mundiales, falló en valorar su condición geográfica esencial insular, lo que se vio reflejado en la baja prioridad que le dio a la protección de sus CC.MM. Esto se evidencia en el bajo interés demostrado en balancear su flota para responder adecuadamente a la amenaza submarina.

Respecto a la estrategia que deben abordar las armadas para balancear sus flotas en base a sus misiones, Geoffrey Till señala que:

Se acostumbra a decir que la Armada Británica concentró mucho más en la flota de batalla que en la de control2 en el período entre la Primera y Segunda Guerra Mundial debido a la fijación en la batalla decisiva (y en evitar otra Jutlandia), por lo que se encontró en una desventaja peligrosa frente a la ofensiva submarina alemana de 1940-43 (Till, 2004).

El segundo argumento para demostrar que analizar la condición geográfica esencial propia y la de un potencial adversario es fundamental para alcanzar el objetivo político de la guerra, es que permite diseñar una estrategia marítima que logre explotar las debilidades del oponente, y por otra parte, crear plena conciencia respecto a la realidad propia, así como la magnitud del esfuerzo en defensa que se deba realizar para defender las CC.MM. en caso de conflicto. Para demostrar este punto, se analizará el caso de Japón y Estados Unidos en la II Guerra Mundial.

Japón, en el inicio de la II Guerra Mundial, tenía como principal objetivo “destruir y capturar las más importantes posesiones estadounidenses, británicas y holandesas en el Pacífico occidental y en el sudeste de Asia” (Vego, 2015), lo que le permitiría anexarse “la gran área de co-prosperidad de Asia oriental”, zona rica en materias primas necesarias para las pretensiones expansionistas del imperio japonés.

Japón identificó correctamente en Estados Unidos la principal amenaza para lograr su objetivo. Tal como el almirante (USN) Stavridis indicara en su libro Sea Power, el mando japonés había planeado “realizar ataques sorpresa a lo largo de todo el Pacífico con la finalidad de dislocar los esfuerzos estadounidenses y colocar a Japón en la mejor posición posible para lidiar con la superioridad industrial y demográfica de Estados Unidos” (Stavridis, 2017).

Asimismo, para asegurarse las materias primas que necesitaba para soportar el esfuerzo de guerra a través de la conquista de los territorios que le permitieran lograr aquello, se “propuso la producción de buques y navíos para desembarcos marítimos” (Gorshkov, 1976). Sin embargo, en relación a esta estrategia, el almirante Gorshkov indica que las fuerzas niponas, a causa de la amplitud del teatro y su expansión en busca de materias primas, se encontraron demasiado dispersas en el Pacífico sur-occidental, lo que llevó a que descuidaran fatalmente sus CC.MM.

En efecto, las pérdidas en la marina mercante japonesa superaron con creces todas las estimaciones realizadas por su alto mando, lo que se vio agravado por la limitada capacidad para poder construir una flota de buques antisubmarinos y de escolta a sus buques mercantes. Sólo los submarinos norteamericanos provocaron el 62% de las bajas totales de la marina mercante de Japón. Por otra parte, la aviación norteamericana ocasionó el 31,5% de las pérdidas de tonelaje mercante japonés. Gracias a los ataques a los buques que materializaban el transporte estratégico y de materias primas hacia Japón, Estados Unidos logró que “las opciones estratégicas de Japón disminuyeran drásticamente. La capitulación de Japón era inevitable” (Stavridis, 2017).

En definitiva, el gran error de Japón radicó en no considerar, dentro de su análisis estratégico, su condición geográfica esencial insular. Es decir, no valoró correctamente su dependencia de la importación de materia prima estratégica por mar. Esto se evidencia en que en su estrategia se privilegiaron las operaciones de proyección y aquellas contra la fuerza adversaria, buscando permanentemente la batalla decisiva por sobre las de protección a sus CC.MM. Estados Unidos, en cambio, sí entendió la importancia vital de las CC.MM. para Japón y explotó esa debilidad a su favor, desarrollando operaciones de ejercicio de control del mar tendientes a destruir las CC.MM. japonesas.

Bombardeo aéreo sobre Japón, durante la Segunda Guerra Mundial.

Ante los argumentos planteados anteriormente, podría oponerse la idea de que en la actualidad no es posible realizar operaciones contra las CC.MM adversarias, debido a las restricciones impuestas por el derecho internacional, las convenciones y los tratados de los que gran parte de los países son firmantes. De esta manera, no sería relevante considerar la condición geográfica esencial dentro del análisis estratégico.

Sin embargo, no debe olvidarse nunca que “el objetivo político, como causa original de la guerra, será la medida tanto para el propósito a alcanzar mediante la acción militar como para los esfuerzos necesarios para cumplir con ese propósito” (Clausewitz, 2015). Es decir, el valor del objetivo determinará el valor del esfuerzo. En otras palabras, si el valor del objetivo es tal, que requiere del ataque a las CC.MM. del adversario para explotar la vulnerabilidad relacionada a su condición geográfica esencial, ese tipo de operaciones se realizará de todos modos, aun cuando existan restricciones al respecto.

En este sentido, los países buscarán fórmulas que les permitan explotar los vacíos contemplados en la reglamentación y tratados internacionales, se establecerán zonas de exclusión o se adoptarán las medidas que sean necesarias para cumplir con el objetivo planteado.

Finalmente, tras haber analizado cómo la condición geográfica esencial de un país ha sido utilizado históricamente para planificar las fuerzas propias respecto a un adversario y cómo ha condicionado a la estrategia marítima en el conflicto, es posible concluir que, analizar la condición geográfica esencial es fundamental para poder priorizar los esfuerzos que permitan alcanzar los objetivos políticos de la guerra. Para aquellos países que no han analizado dicha condición geográfica esencial, ha significado incluso la derrota en el conflicto.

Siendo conscientes de que en el caso nacional esta condición adquiere el carácter de insular, es que debemos incorporarla en nuestro análisis estratégico y planificar nuestras fuerzas para defender nuestras CC.MM. Esto significa que, en caso de conflicto, habrá que asignar medios para su protección, ya que probablemente serán un objetivo prioritario de la estrategia naval de cualquier adversario (Hart, 1967).


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LISTA DE REFERENCIAS:

  1. Clausewitz, C. v. (2015). De la Guerra. Barcelona: Obelisco.
  2. Gorshkov, S. (1976). Las fuerzas navales: su historia y su presente. Moscú: Editorial Progreso.
  3. Hart, L. (1967). The Indirect Approach. Londres: Faber & Faber.
  4. Justiniano, H. (1993). Temas de Estrategia Naval. Valparaíso: Academia de Guerra Naval.
  5. Stavridis, J. (2017). Sea Power. New York: Penguin Press.
  6. Solís, E. (1997). Manual de Estrategia Tomo I. Valparaíso: Academia de Guerra Naval.
  7. Till, G. (2004). Poder Marítimo. Londres: Instituto de Publicaciones Navales.
  8. Vego, M. (2015). Major Fleet - versus - Fleet Operations in the Pacific War, 1941-1945. Dept. of the Navy.

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