Revista de Marina
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Este artículo describe brevemente algunos de los aspectos más interesantes de la organización, estructuración y desarrollo del Simposio de Comandantes en Jefe de Armadas realizado el 3 de diciembre de 2018 en Viña del Mar, incluyendo la transcripción completa de la ponencia de la Armada de Chile expuesta ese día, de forma de difundir un mensaje claro y potente para estimular la vital conciencia marítima nacional.

“Creo poder representar el sentir de todos los presentes en este auditorio, al afirmar que el siglo XXI es un siglo azul, y que el futuro de las naciones en las próximas décadas dependerá del mar y su enorme potencial de desarrollo y bienestar, lleno de oportunidades para aquellos que desarrollen la vital conciencia marítima.

Lamentablemente, los múltiples beneficios no están exentos de riesgos e incertidumbres y tal como hemos visto, existen nuevos factores que amenazan la navegación y seguridad marítima global, demandando un poder naval eficiente y robusto, capaz de operar en todo tiempo y lugar, en donde se encuentren los intereses nacionales.

Indudablemente, la vastedad de los océanos y multiplicidad de intereses a proteger imposibilita que una sola marina esté presente en todo lugar, por lo que el desarrollo y crecimiento del poder naval nacional debe ser complementado con acuerdos y convenios de cooperación internacional.

Los llamo a embarcarse en el siglo XXI y navegar por una ruta trazada sobre una férrea conciencia y desarrollo marítimo, custodiada por el poder naval.”

Tras pronunciar estas palabras, el Comandante en Jefe de la Armada dio por finalizado el Simposio de Comandantes en Jefe realizado en la Academia de Guerra Naval el día 3 de diciembre del año 2018, siendo ésta una de las últimas actividades organizadas como parte de las celebraciones del bicentenario de la institución.

Con este cierre formal, previo a la tradicional fotografía con que termina prácticamente toda actividad de esta magnitud y categoría en el mundo, concluía un simposio inédito en Chile, y que congregó a 256 líderes y representantes del ámbito político, académico, social y militar, tanto nacional como internacional, incluyendo al ministro de Defensa, al ex presidente de la República don Eduardo Frei Ruiz Tagle, a los embajadores de Australia y el Reino Unido, a senadores, diputados, subsecretarios, el alto mando naval, y delegaciones de 25 armadas amigas, 11 de las cuales fueron encabezadas por sus respectivos comandantes en jefe.

La idea de realizar un simposio

La tarea de organizar un simposio de Comandantes en Jefe de Armadas fue recibida en la Academia de Guerra cuando el año 2018 recién comenzaba, no existiendo en esa fecha una idea definida de los alcances, participantes, duración ni formato.

Lo que sí estaba claro, era que el expositor principal sería el almirante USN (R) James George Stavridis, quien luego de una extensa y exitosa carrera en la mar fue Comandante Aliado Supremo de la OTAN entre los años 2009 y 2013, único oficial naval en ocupar dicho cargo. El almirante Stavridis, prolífico escritor, había publicado recientemente su libro Sea Power: The History and Geopolitics of the World’s Oceans, el cual se convirtió en best seller en la categoría de libros de seguridad nacional, y cuya temática central estaba absolutamente sintonizada con la idea de este simposio.

Con eso en mente, comenzó una aventura de 10 meses de trabajo, preparación, coordinación y organización de un evento que tenía que estar a la altura del desafío entregado por el almirante.

La primera acción fue convocar a representantes del Estado Mayor, Secretaría General y del Centro de Estudios Estratégicos, para estructurar un programa, definir los expositores, dimensionar los esfuerzos logísticos, y preparar la ponencia institucional.

Cada uno de estos aspectos tenía su particular problemática y podía ir siendo abordado con relativa independencia; sin embargo, había algo que era común a todos y que era esencial definir antes de comenzar cualquier tarea: el tema central.

Luego de analizar varias propuestas, finalmente el tema central fue definido como “El Poder Naval en los escenarios del siglo XXI”, lo que estaba en sintonía con la presentación de nuestro key speaker, el almirante Stavridis, otorgaba libertad de acción a los otros expositores para que pudieran aportar con visiones y experiencias particulares sobre un mismo tema, y finalmente aparecía como un título potente y claro sobre el mensaje principal que se trataba de entregar a los asistentes.

Resuelto el tema, había que definir los otros expositores, lo que resultó ser uno de los aspectos más complejos de resolver, en un principio por la dificultad para confirmar la disponibilidad de representantes de regiones diferentes, y luego, al acercarse la fecha del simposio, por el creciente interés de los comandantes en jefe de las principales marinas del mundo no sólo en asistir, sino que también en exponer, lo que llevó a cambiar el programa muchas veces y a administrar el poco tiempo disponible con precisión casi matemática.

Así, y luego de consultar la opinión del ministerio de RR. EE., y trabajar intensamente con los agregados navales en el extranjero, el panel de debate quedó compuesto nada menos que por los jefes de las armadas de Brasil, España, Australia, Reino Unido y Estados Unidos.

Faltaba ahora estructurar el desarrollo del simposio, definir el formato, y confirmar los invitados.

Estructurando el simposio

El simposio fue programado en una de las semanas más intensas del año en cuanto a actividades relacionadas con el bicentenario, lo que significó un enorme desafío logístico, protocolar y de coordinación para toda la institución. En ese contexto, el tiempo disponible para el simposio estaba muy acotado a la mañana del día 3 de diciembre, debiendo finalizar al mediodía para permitir a las autoridades e invitados participar en el inicio de la Exponaval 2018.

Así, se decidió iniciar las actividades muy temprano en la mañana, y dividir el simposio en tres bloques principales.

En el primer bloque expondría el almirante USN (R) James Stavridis, quien daría una perspectiva global de los escenarios de cada uno de los océanos, agregando su visión prospectiva de las oportunidades y riesgos que cada uno de ellos representa, tomando como base su reciente libro Sea Power. Para generar el ambiente propicio para el debate y la discusión académica en el auditorio, se optó por un formato inédito en la Academia de Guerra, en el cual el almirante Stavridis fue presentado y acompañado durante la exposición por el profesor de la academia, y uno de los arquitectos del simposio, el vicealmirante Federico Niemann.

En el segundo bloque presentaría la ponencia de Chile el Comandante en Jefe de la Armada, el Almirante Julio Leiva Molina, describiendo el rol de la Armada en los últimos 200 años y expresando una visión de futuro. Esta ponencia estuvo inspirada en las directrices del Comandante en Jefe, y fue creada por un equipo de trabajo liderado por el CF Alberto Guerrero, y que incluyó aportes del Centro de Estudios Estratégicos, del Estado Mayor General, y de profesores de la Academia de Guerra Naval.

Finalmente, y luego de un intermedio, en el tercer bloque se realizarían las exposiciones de los comandantes en jefe de las armadas de Australia, Brasil, España, Reino Unido y el comandante de la Cuarta Flota norteamericana, en representación del Comandante en Jefe de la Armada de los Estados Unidos, que tuvo que cancelar su participación a último minuto. Cada uno de los almirantes describiría la problemática que enfrentan en su respectiva región del mundo, y que en muchos aspectos coincide con la postura nacional, reafirmando la idea de consolidar acuerdos de trabajo y cooperación a nivel internacional. Al finalizar las exposiciones, se realizaría un debate al cual se integraría el Comandante en Jefe de la Armada de Chile, y que permitiría la interacción y discusión académica de los expositores con los asistentes e invitados presentes en el auditorio.

Dada la relevancia de los temas tratados, y para permitir su difusión al máximo de personas, se habilitaron auditorios secundarios en la Academia para presenciar la transmisión en directo, además de transmitir el simposio vía streaming a través del sitio web de la Armada, llegando a todo Chile y el mundo.

Ejecución del simposio

A las 07:00 horas del día 3 de diciembre todo estaba listo, y pronto comenzarían a llegar los invitados. Los sistemas de amplificación probados, los equipos funcionando, las traductoras instaladas, y las decenas de ayudantes protocolares, acomodadores, oficiales de enlace y encargados de la acreditación en sus puestos.

A las 08:15 horas los auditorios estaban completos, la transmisión online estaba funcionando, y se daban instrucciones generales y de seguridad en el auditorio principal. Un par de minutos después hizo su ingreso el ministro de Defensa acompañado del Comandante en Jefe de la Armada, y el simposio fue oficialmente abierto.

Durante las siguientes cuatro horas quedó demostrado que toda la preparación y múltiples prácticas bien habían valido la pena, lográndose un ambiente en que expositores del más alto nivel mundial y una audiencia cuidadosamente seleccionada pudieron interactuar libremente en un ambiente académico, obteniendo valiosas lecciones de los desafíos, amenazas y oportunidades que enfrentan marinas de regiones muy diferentes, pero que comparten una visión común.

Parafraseando al almirante Stavridis, en el simposio quedó demostrado que el mar es uno sólo, en referencia no sólo a la unión física que existe entre todos los grandes cuerpos de agua del planeta, sino que también en la similitud de la problemática que ellos representan y la vital necesidad de que todos los países marítimos trabajen coordinados para explotar racionalmente sus recursos, mantener la libre navegación y otorgar seguridad marítima global.

La ponencia de la Armada de Chile, presentada por su Comandante en Jefe, expresa con claridad la realidad de Chile como país marítimo, con una historia ligada indisolublemente al mar, y con un futuro integrado al mundo a través de los océanos, custodiados por un poder naval capaz de estar presente donde y cuando lo demanden los intereses nacionales.

Ponencia de la Armada de Chile

La forma en que Chile se emplaza en Sudamérica no deja indiferente a quien examine un mapa de la región: El desierto por el norte, la cordillera por el este y los fiordos por el sur, nos convierten en una verdadera isla dentro del continente y por lo tanto, una nación esencialmente marítima, cuyo destino depende del océano Pacífico.

Durante nuestros más de 200 años de existencia como nación, el mar ha constituido el gran activo económico y estratégico del país, lo que cobra más fuerza en el presente, con el aumento de los intereses marítimos e intercambio comercial, en el marco del siglo del océano Pacífico y la economía azul.

Como consecuencia, cabe preguntarse qué atributos convierten al poder naval en un actor irremplazable en la proyección internacional del país a través del Pacífico.

El poder naval es el guardián de la libertad de nuestro país en el mar. Es quien protege su soberanía, custodiando sus costas, espacios marítimos y recursos naturales, así como los territorios insulares y antárticos. El poder naval nos entrega la libertad para desarrollar nuestra economía, por medio de un creciente comercio marítimo internacional. Asimismo, contribuye a las relaciones internacionales, velando por el cumplimiento de los tratados adheridos por el país y concurriendo donde quiera se encuentren los intereses nacionales. Estas tareas conforman la misión de la Armada, responsable de proyectar el poder naval nacional. Fue su misión en el pasado, lo es en la actualidad y constituye el desafío a cumplir en el futuro.

En la celebración del bicentenario de nuestra Armada, los invito a revisar cómo han transcurrido estos 200 años de historia, identificando los hitos del pasado, analizando el presente y construyendo una visión que permita enfrentar con éxito los escenarios del siglo XXI.

La Armada de Chile se crea durante el bienio 1817-1818, al fragor de la guerra de independencia. El padre de la patria don Bernardo O’Higgins sabía que la libertad de esta nueva nación y el resto de Sudamérica dependían de obtener el “control del mar,” para trasladar un ejército expedicionario hacia Lima y consolidar la independencia con respecto a España.

La necesidad de contar con un poder naval motivó a formar una Escuadra que fue puesta al mando del capitán de navío Manuel Blanco Encalada. Más tarde, Thomas Alexander Cochrane, asumiría el mando de la Escuadra, liderando esta fuerza naval en acciones decisivas, lo que finalmente permitiría el desplazamiento del Ejército Libertador logrando la independencia de Perú. El poder naval cumplía su primera misión y aseguraba la independencia del país. Posteriormente, durante la guerra contra la Confederación Perú-boliviana, sería nuevamente un factor preponderante para alcanzar la victoria.

Llegaban años de paz y el poder naval se convertiría en el instrumento de una visión geopolítica, destinado a consolidar el territorio nacional que hoy conocemos. En este sentido, una de las acciones más trascendentales corresponde a la toma y posesión del Estrecho de Magallanes, realizada en 1843 por la goleta Ancud, al mando de Juan Williams Wilson. Chile pasaba a controlar la principal ruta comercial que unía el océano Pacífico con el Atlántico y ganaba una vital proyección hacia el extremo austral y la Antártica.

En 1866 aprendimos una dura lección. Luego de una reducción del poder naval, el gobierno determinó apoyar a Perú en la guerra contra España. La Escuadra no contaba con los medios adecuados y debió actuar defensivamente en dicha guerra, por lo que no pudo evitar el bombardeo de Valparaíso. Pese a salir victoriosos del conflicto, los graves daños provocados a la ciudad y al comercio marítimo nacional, dejaron en evidencia el altísimo costo que significaba para el país, no contar con un poder naval capaz de proteger sus costas y espacios marítimos.

Afortunadamente, el país aprendió de sus errores y repotenció su poder naval, lo que probaría su valor durante la Guerra del Pacífico de 1879, donde el control del mar resultó clave para alcanzar la victoria. Este conflicto dejaría un sello imborrable en nuestra población, quien hasta el día de hoy reconoce en sus héroes navales, un modelo de ejemplo a seguir.

Finalizada la guerra, el país disfrutaría una década de bonanza. La economía crecía gracias a las exportaciones de salitre y comercio marítimo con Europa, custodiado por el poder naval que se alzaba como el más poderoso de Sudamérica y cuyo único rival equivalente lo constituía los Estados Unidos de Norteamérica, quien daba sus primeros pasos para convertirse en la potencia que hoy conocemos.

Tan relevante era el poder naval de Chile, que el almirante Alfred Thayer Mahan, justificaba la necesidad de desarrollar una armada, argumentando que el poder naval permitía a un país como Chile desafiar la política exterior norteamericana, como ocurriera en 1885 con el despliegue del crucero Esmeralda hacia Panamá para evitar su independencia de Colombia.

Años después, consecuente con la visión geopolítica del Estado, la Armada impulsó la incorporación de la Isla Rapa Nui al territorio nacional; idea que se concretó en 1888, consolidando la proyección de Chile hacia el océano Pacífico con esta posición insular, ubicada a más de 2.000 millas del continente.

Luego, a comienzos del siglo XX, se iniciaron las navegaciones antárticas, que alcanzaron su primer gran hito en 1916, con el rescate de los náufragos de la expedición dirigida por sir Ernest Shackleton. Después que Chile reclamara soberanía sobre el territorio Antártico, la Armada inauguró en 1947 la primera base nacional, iniciándose las campañas antárticas que continúan hasta hoy.

Durante este período, la Armada también incorporó conocimiento y tecnología a la sociedad nacional. Muestra de ello son los trabajos hidrográficos y el potenciamiento de los astilleros, contribuyendo de manera significativa al desarrollo del país. Lo anterior, forma parte de una constante histórica, ya que los buques demandan tecnología e innovación para cumplir sus roles. Así llegó a Chile la primera máquina a vapor, probada en el puerto de Valparaíso en el año 1822. En 1904 se logró la primera comunicación inalámbrica del país, entre los cruceros Esmeralda y Presidente Errázuriz. Este experimento, sentó las bases para unir el país, mediante el primer sistema telegráfico de servicio público a través de la red de telecomunicaciones navales.

La aparición de los radares generaría un nuevo salto tecnológico y fue así como los primeros ingenieros electrónicos del país fueron formados aquí en Salinas, en las instalaciones de la época. Serían esos ingenieros, los que en 1979 materializarían la primera red de microondas de tecnología digital en Latinoamérica.

Podemos afirmar que en los últimos 200 años, la Armada ha tenido un rol protagónico en nuestra historia.

El poder naval ha protegido nuestra soberanía, brindando más de 130 años de paz, lo que ha permitido consolidar el territorio nacional y proyectarnos hacia la Antártica y el Pacífico. Simultáneamente, ha custodiado la economía y comercio marítimo, siendo un elemento contundente de la política exterior, velando por los intereses nacionales donde quiera que ellos estuviesen. Este es el legado que recibimos y del cual debemos hacernos responsable en los escenarios actuales.

Los desafíos marítimos del Chile de 1818, parecen simples al compararlos con el presente. Nuestra costa se extiende por más de 2.600 millas, generando una Zona Económica Exclusiva (ZEE) de más de 1 millón 300 mil millas cuadradas, equivalente a 4,5 veces la totalidad de la superficie del territorio continental. Es la décima ZEE más extensa del mundo, sin considerar el territorio antártico nacional.

Adicionalmente, en base a los acuerdos internacionales suscritos por el país, la Armada de Chile asume la responsabilidad de las tareas de búsqueda y rescate, en un área de más de 10 millones 200 mil millas cuadradas, siendo la quinta más extensa del mundo. Se suman a esto, las responsabilidades sobre la isla Rapa Nui y la Antártica.

En un mundo globalizado, el comercio marítimo es fundamental para lograr una economía abierta y dinámica. Chile tiene plena conciencia de esta realidad, lo que explica que el 95% de todas nuestras importaciones y exportaciones se realicen a través del mar y seamos el tercer usuario del Canal de Panamá, tras China y los Estados Unidos. En términos geográficos, más del 40% de nuestro comercio internacional se realiza con naciones del Pacífico occidental y océano Índico, seguido por un 24% en Norteamérica, 21% con Sudamérica y el 15% con Europa.

No cabe duda de que el país depende vitalmente de las líneas de comunicación marítima, la seguridad de los puertos y la estabilidad de los océanos, así como de la sustentabilidad del mar como fuente de recursos, lo que convierte al océano Pacífico en el principal activo estratégico y económico para proyectar al país.

El desafío para el poder naval nacional es enorme, por lo que la Armada ha desplegado un gran esfuerzo en todas sus áreas de responsabilidad. Junto con la renovación de la Escuadra a comienzos de este siglo, se adoptaron los más altos niveles de entrenamiento y alistamiento, tomando como modelo los estándares OTAN. De esta forma, los medios navales consolidaron su preparación para continuar resguardando la soberanía nacional y concurrir cuándo y dónde se requiera a custodiar los intereses nacionales, protegiendo las rutas y comercio marítimo, actuando contra la pesca ilegal, velando por la seguridad de los océanos. Esta es la función primordial y permanente de la institución, la cual no debemos descuidar.

Contar con medios y personal entrenado para sortear con éxito un conflicto armado, otorga al poder naval una polivalencia que es puesta al servicio del Estado, para colaborar en otras funciones, como el apoyo a la comunidad ante catástrofes naturales y situaciones de emergencia. Fue así como unidades y personal naval participó directamente en las tareas de rescate y salvamento posteriores al terremoto y tsunami del año 2010 y el gran incendio de Valparaíso del 2014. Estas acciones prueban la versatilidad y adaptabilidad del poder naval, que permite el empleo de medios y personal preparados para enfrentar un conflicto, en apoyo de la comunidad afectada por una catástrofe.

Asimismo, la Armada ha desarrollado otras funciones en apoyo del crecimiento y bienestar del país, como el potenciamiento de los mecanismos de vigilancia y control sobre las aguas de responsabilidad, conformando un panorama situacional que permite prevenir y reaccionar ante potenciales amenazas y riesgos. Estas herramientas son fundamentales para las funciones de policía marítima, actuando sobre la pesca ilegal, salvaguardando la vida humana en el mar, custodiando los intereses marítimos, y protegiendo nuestros puertos.

En cuanto a la Antártica, la Armada ha operado en esas aguas por más de 70 años, apoyando bases nacionales e internacionales, colaborando con la comunidad científica y respondiendo ante situaciones de búsqueda y rescate. Podemos mencionar que cada campaña demanda un promedio de 180 días de navegación, cubriendo más de 29.000 millas náuticas, apoyando a operadores antárticos nacionales e internacionales, transportando 2.500 t de carga y 1.600.000 l de combustible, además de cumplir tareas hidrográficas y de señalización marítima.

Este esfuerzo ha requerido de nuevos medios, por lo que desde el año 2015 opera en la Antártica el OPV Fuentealba construido en los astilleros de ASMAR.

Actualmente, en esos mismos astilleros se encuentra en ejecución el proyecto del primer rompehielos construido en Chile, marcando un hito en la construcción naval nacional y regional.

El apoyo a la innovación y desarrollo tecnológico no se detiene ahí y el buque científico Cabo de Hornos, también construido en Chile, desarrolla una incesante labor en apoyo de la investigación marítima y la adecuada explotación de los recursos de nuestro mar.

En lo que respecta a la política exterior, el poder naval ha permitido incrementar medidas de confianza mutua y colaboración con otras naciones, en áreas de seguridad marítima, combate al narcotráfico, protección del medio ambiente y operaciones de paz lideradas por Naciones Unidas.

De la misma forma, la Armada participa en ejercicios navales internacionales, destacando el ejercicio RIMPAC, que se efectúa en Hawaii y es considerado el ejercicio aeronaval más grande del mundo, con la participación de más de 25.000 efectivos de distintas marinas.

Este año la Armada alcanzó un nuevo hito en su compromiso con la seguridad marítima global, al ser la primera marina no angloparlante y no fundadora en asumir el mando de la componente marítima, en los más de 40 años de historia del ejercicio. Este logro valida la capacidad de interoperar con otras marinas, integrando las fuerzas multinacionales que se conformen para proteger las comunicaciones marítimas internacionales.

El Chile de hoy depende de su conectividad con el mundo a través del mar, por lo que el poder naval ha desplegado todos sus atributos para garantizar que las vías marítimas se mantengan abiertas y seguras.

Pensando en los escenarios futuros, la Antártica, el Canal de Panamá y el Asia Pacífico se presentan como las regiones del mundo más relevantes para el desarrollo y bienestar de nuestro país.

El cambio climático y el aumento demográfico mundial generarán escasez de recursos, lo que cobra especial significado al pensar en la Antártica. El año 2050 se revisará la condición del tratado antártico, lo que generará diversidad de posturas internacionales, dada la creciente demanda por recursos minerales, energéticos y marítimos. Esta situación exigirá una efectiva presencia de medios navales, especialmente diseñados para operar en esta zona, que puedan velar por los intereses nacionales y la estabilidad del continente.

El Asia Pacífico utiliza el mar como la principal vía de comunicación y motor de la actividad económica, concentrando nueve de los diez principales mega puertos de contenedores del mundo y el 70% de los principales puertos del comercio marítimo internacional, tales como Singapur y Hong Kong.

Por otra parte, en la región se encuentra el estrecho de Malaca, una de las principales rutas marítimas del mundo, que concentra cerca del 60% del comercio marítimo internacional. Tan importante es esta ruta para la economía mundial, que el Centro Naval de Análisis de los Estados Unidos, estimó que el bloqueo del Estrecho de Malaca tendría un impacto de al menos $10.000 millones de dólares anuales, por el sólo hecho que los buques debieran navegar por rutas alternativas, mientras que el cierre de un mega puerto podría generar pérdidas cercanas a los $100.000 millones de dólares anuales.

Indiscutiblemente, la riqueza de los mercados de esta región, que representa más del 50% del PIB mundial, sumado a su dependencia del océano Pacífico, presenta a Chile grandes oportunidades de desarrollo y crecimiento, apoyado en su economía abierta y acuerdos de libre comercio.

Lamentablemente, estas oportunidades no están ajenas a amenazas y riesgos. La sola firma de tratados de libre comercio no garantiza el progreso del país, por lo que debemos contribuir a la protección de las rutas marítimas, velando por que se mantengan abiertas y seguras al tráfico comercial.

Al respecto, el Asia Pacífico es uno de los escenarios geopolíticos más complejos del mundo, que incluye tres miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y seis potencias nucleares. Concentra dos tercios de la población mundial, con una significativa diversidad cultural, dando origen a intereses que pueden colisionar, por lo que la comprensión de estos problemas y su anticipación, deben constituir una tarea permanente para todos los estamentos del mundo público y privado.

Para el año 2030 la población mundial alcanzará los 10.000 millones de habitantes, de los cuales 7.000 millones se concentrarán en esta región. La demanda por alimentación y recursos energéticos aumentará exponencialmente, siendo el mar la única fuente posible de satisfacerla. De ahí la relevancia de custodiar el mar como medio sustentable, protegiendo el medio ambiente marino y combatiendo la pesca ilegal.

Además de los riesgos derivados de potenciales conflictos intra e interestatales, en los últimos años han surgido una serie de amenazas denominadas emergentes o no convencionales que afectan la seguridad y estabilidad del comercio marítimo.

Junto con el Cuerno de África, el sudeste asiático es considerado una de las regiones más vulnerables a la piratería. Durante el año 2017 se registraron más de 180 incidentes de piratería a nivel mundial, generando pérdidas cercanas a los mil millones de dólares. Esto se suma al crimen transnacional, el cual genera pérdidas económicas cercanas al 1 % del PIB mundial. Adicionalmente, existen importantes focos de fundamentalismo y grupos terroristas, que también constituyen una amenaza relevante.

El gran problema que presentan las amenazas emergentes es que no se ven disuadidas por la sola existencia de un poder naval, ya que actúan bajo la premisa de la ausencia de medios navales en áreas y espacios marítimos de interés. Esto es un desafío para todas las marinas del mundo, ya que ninguna cuenta con suficientes medios para estar permanentemente presente en todo lugar. Basta considerar que diariamente surcan los mares del mundo más de 50.000 naves mercantes de todo porte y dicha cifra no considera naves menores y de pesca. En contraste, la suma de todos los mediosnavales y guardacostas de todas las marinas del mundo no supera los 5.000 buques.

La disparidad de las cifras nos prueba que ninguna marina es lo suficientemente grande para estar en todo lugar, pero también indica que ninguna marina es tan pequeña como para que no pueda contribuir a la seguridad mundial. La protección del Asia Pacífico demandará un aumento de medios navales, sumado a acuerdos de colaboración internacional, que garanticen una seguridad cooperativa y global de los mares. Estas acciones deberán ser respaldadas con el adecuado marco legal nacional e internacional, que permita el actuar del poder naval en los nuevos escenarios y fortalezca su presencia donde se requiera.

Dada la importancia del océano Pacífico en el presente y futuro de Chile, la Armada está preparada para asumir un rol más activo en la protección y seguridad de los mares, dónde y cuándo se requiera, ya que no podemos descansar en que otras naciones velen por nuestros intereses.

La Antártica, el Caribe y el Asia Pacífico presentan escenarios complejos, donde al riesgo de potenciales conflictos entre Estados, se suman amenazas emergentes y una creciente demanda por recursos, lo que pone en peligro las líneas de comunicación marítima, el comercio internacional y la sustentabilidad del mar.

La Armada continuará cumpliendo con su misión, resguardando la soberanía nacional, protegiendo nuestras aguas y colaborando con el desarrollo del país. Sin embargo, la vastedad del océano Pacifico y el modo de operación de las amenazas no convencionales, imponen el desafío de proteger áreas que van más allá de nuestra Zona Económica Exclusiva, lo que hará necesario desplegar periódicamente unidades hacia espacios marítimos lejanos, asegurando una oportuna y efectiva presencia naval.

Lo anterior, sólo se puede lograr con el potenciamiento del poder naval nacional, con medios equipados con tecnología de punta y personal entrenado para operar en todo tiempo y lugar. Este incremento de capacidades para el futuro requiere que se adopten medidas en el presente, ya que el potenciamiento de un poder naval necesita tiempo de desarrollo y preparación, de lo contrario no podrá dar respuesta oportuna a los desafíos que nos plantea el siglo XXI.

Indudablemente, la extensión de los océanos y multiplicidad de intereses a proteger imposibilita el éxito de esfuerzos individuales, por lo que el desarrollo y crecimiento del poder naval nacional, debe ser complementado con acuerdos de colaboración y cooperación internacional, que permitan interoperar con marinas más desarrolladas y generen una estrategia marítima global, que garantice la sustentabilidad, la libre navegación y seguridad de los mares.

Muchas gracias.

Cierre

La ejecución del simposio de Comandantes en Jefe marcó un hito en el desarrollo y difusión de la conciencia marítima nacional y global. La gran convocatoria y alto nivel de todos los participantes, expositores e invitados, confirmó principalmente dos cosas: Primero, la estatura, prestigio y reconocimiento que la Armada de Chile posee hoy entre las marinas del mundo, lo que ha sido construido paso a paso, a lo largo de los 200 años de existencia, con profesionalismo, persistencia, visión y capacidad operativa real en todos los amplios espacios oceánicos del globo; y segundo, la conciencia que existe hoy entre todas las naciones que entienden la relevancia del mar para el futuro de la humanidad, de la vital necesidad de generar políticas y convenios que potencien el adecuado uso y explotación de los océanos, protegidos por un poder naval capaz de estar presente donde y cuando sea necesario.

Tal como lo describe Benjamín Subercaseaux, en sus libros Chile una loca geografía y Tierra de Océano, nuestro país posee características geográficas únicas en el mundo, que lo convierten en una nación esencialmente marítima. Chile nació, se independizó y creció mirando al mar. Con una de las costas soberanas más extensas del mundo, el océano Pacífico constituye el principal motor económico y productivo del país y nuestro futuro dependerá en gran medida del uso y aprovechamiento que hagamos de él.

Hoy, más que nunca, parece necesario cambiar la idea de que nuestro país es una larga y angosta faja de tierra, y comenzar a vernos como una muy ancha faja de mar, con un angosto trozo de tierra en uno de sus extremos. Y es aquí donde el Simposio de Comandantes en Jefe, realizado en el hogar del pensamiento naval y marítimo de Chile, la Academia de Guerra Naval, significó un aporte trascendental.

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