Revista de Marina
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Como algo inusitado ha sido considerada la decisión de Hitler, durante la Segunda Guerra Mundial,  de deshacerse de sus espectaculares unidades de superficie que aún sobrevivían, para centrarse solamente en la guerra submarina, la cual, a pesar de los éxitos iniciales, lo llevó a ser vencido por las nuevas tecnologías  aliadas y muy especialmente por la entrada plena de los Estados Unidos al conflicto. La gran incógnita ha sido qué circunstancia llevó a la mente insondable del dictador alemán a tomar esa  determinación, cuando aún sus buques de superficie podían desbaratar el abastecimiento de elementos bélicos que requería la Unión Soviética. Tal vez la razón debemos encontrarla en la batalla del mar de Barents, la cual pudo ser un enfrentamiento entre los convoyes aliados y los buques capitales alemanes, pero su desenlace y el éxito alcanzado por los transportes que llegaron intactos a su destino puso la lápida sobre la otrora orgullosa marina de guerra alemana.

Un poco de historia

El tratado de paz de 1919 colocaba a Alemania en una manifiesta inferioridad frente a otras potencias navales, pero el genio del almirante Hans Zincker diseñó el “acorazado de bolsillo”, y luego el gran almirante Erich Raeder, quien había sido  advertido por el Führer que no habría guerra antes de 1946, se dedicó a dotar a la armada de poderosos acorazados y cruceros capaces de enfrentarse a la marina británica. Como consecuencia de adelantar la guerra, Hitler se encontró que carecía de una cantidad importante de submarinos y que su flota de superficie era insuficiente para enfrentarse a sus enemigos. Alemania, al ver que sus industrias bélicas dependían del hierro escandinavo, temió una invasión británica a esos países, lo que lo decidió a conquistar Noruega y Dinamarca. La aventura le costó al Reich tres cruceros y nueve destructores hundidos y doce buques mercantes que lo  aprovisionaban, pero lo principal fue tomar conciencia de su imposibilidad de defender cerca de tres mil millas de costa, desde Noruega a España, para lo cual no existía proyecto estratégico alguno ni plan de operaciones, pero Herman Göring, jefe de la Luftwaffe convenció a Hitler que sus aviones eran suficientes para suplir la debilidad de la marina. [caption id="attachment_18337" align="alignright" width="413"] Hitler visitando al Bismarck en el puerto de Wilhelmshaven (5 mayo 1941).[/caption] Pero el Führer no solamente escuchaba y apoyaba lo que el jefe de la aviación le machacaba a sus oídos, sino que se encontraba terriblemente afectado, psicológicamente, por la pérdida del  acorazado Bismark, reputado como  invencible, y el auto sacrificio del Admiral Graf Spee frente al Río de la Plata, que los aliados habían sabido  aprovechar magníficamente en su propaganda. Estas acciones conformaron, en la mente enfermiza de Hitler, la idea de una falta de voluntad de los oficiales  navales para triunfar al enfrentarse a la marina británica, por lo que sometió a su armada a una especie de interdicción, en que antes de emprender cualquier acción debían contar con su autorización directa y expresa, la cual no sería dada cuando existiera algún riesgo.

Los convoyes

Cuando el ejército alemán comenzó su ofensiva hacia el Este, el primer ministro británico Winston Churchill comprometió con Stalin toda la ayuda posible, la cual se incrementó considerablemente con la entrada de Estados Unidos a la guerra,  necesitando para ello organizar enormes convoyes que zarpaban, por lo menos, dos veces al  mes. La cooperación anglo norteamericana a Rusia, consistía en equipos, armas y municiones, para que pudieran mantener la guerra, la cual debía enviarse en buques mercantes norteamericanos que zarpaban de Halifax, en Canadá y luego se reunían con los británicos en Loch Ewe, en Escocia, para dirigirse por una ruta, de más de 2.000 millas, trazada al norte del círculo polar ártico, hasta los puertos rusos de Murnsmark y Arkangel. Los primeros convoyes se denominaban por la sigla PQ cuando viajaban hacia Rusia y QP cuando lo hacían en sentido inverso. Las seis primeros PQ fueron descubiertos por los servicios de radiocomunicación alemanes, pero no se les pudo atacar por la falta de unidades navales en la zona, pero cuando Hitler decidió sacar los buques que se encontraban protegidos en el puerto de Brest y llevarlos a los fiordos noruegos para prevenir una posible invasión a ese país, la suerte de los convoyes cambió. La experiencia vivida por los convoyes fue traumática, pues quedaban diezmados por los ataques que realizaba la Luftwaffe y los submarinos. En junio de 1942, el convoy PQ 17 fue atacado, los escoltas recibieron orden de retirarse y los cargueros de dispersarse, logrando arribar a Rusia solamente once de los treinta y seis que constituían el total. En las más de 1.300 millas de la costa noruega, los alemanes tenían sus bases navales y cinco campos de aviación desde donde podían despegar aviones bombarderos y torpederos. Durante más de la mitad del trayecto de los convoyes se encontraban al alcance de la aviación alemana, y en la última parte de su ruta debían acercarse a 150 millas de las bases de Petsamo en Finlandia y Kirkenes en Noruega y a 250 millas de Altenfjord, donde se encontraban las unidades de superficie. El éxito obtenido por los alemanes en su ataque al convoy PQ 17 los entusiasmó a repetirlo con el próximo PQ 18, pero los numerosos vuelos de reconocimiento no dieron indicios de él durante todo el verano septentrional; hasta que, en septiembre, la inteligencia alemana captó signos que evidenciaban el zarpe desde Rusia del QP 14, el cual debía encontrarse con el PQ 18 para intercambiar sus escoltas. [caption id="attachment_18338" align="alignleft" width="358"] Mar de Barents.[/caption] En el momento en que zarpó el convoy, lo esperaban al acecho más de 200 aviones bombarderos y torpederos y  alrededor de 12 submarinos. De los 40 buques que componían el PQ 18, 13 fueron hundidos, mientras que el QP 14 tuvo mejor fortuna, pues de 15 naves mercantes, perdió tres además de un petrolero de flota, un destructor y un barreminas. El desastre de estos convoyes pudo haber sido mayor, pues se encontraban en Altenfjord, que es el punto más septentrional de Noruega, el acorazado de bolsillo Admiral Scheer, el crucero pesado Admiral Hipper, el crucero Koln y destructores, pero a causa de la orden de Hitler, no podían  zarpar sin su orden expresa ni aceptar un riesgo indebido, por lo que se dejó a los submarinos que se entendieran con los convoyes.

Nuevas tácticas

El almirante John Tovey, comandante de la Home Fleet, tenía conocimiento que además de estos buques, estaba en Tronheim el gran acorazado Tirpitz y que el acorazado de bolsillo Lützow estaba pronto a reunírseles. Los convoyes eran localizados por aviones o por submarinos, pero como ambos necesitaban luz diurna para ubicarlos, se decidió que la mejor defensa podía estar en hacer navegar los buques durante los meses del invierno boreal en que no existen más que unas tres a cuatro horas de una débil penumbra, quedando todo el resto del día inundado por una oscuridad total. Los radares eran desarrollos incipientes con los que contaban muy pocos buques y eran poco confiables. Si bien ello constituía una probabilidad para evitar los avistamientos, deberían soportarse condiciones muy duras de navegación, por los temporales, marejadas, vientos, formación de hielo y daños a las cargas transportadas, principalmente a los aviones que iban en cubierta, a causa de los fuertes balances. La navegación sería en convoyes escoltados por destructores pequeños, fragatas, corbetas y remolcadores, los que debían mantenerse todo el tiempo junto a los buques mercantes para rechazar cualquier ataque aéreo o submarino, constituyendo  la escolta cercana, mientras que una segunda cortina exterior estaría compuesta por destructores más rápidos, más grandes, con armamento mayor y mejor equipamiento en general, cuya principal arma estaría en sus torpedos, constituyendo su misión mantener a los atacantes distantes del convoy. El tamaño de estos sería de 32 naves divididas en dos grupos de 16, escoltados por siete destructores y unidades pequeñas además de dos cruceros con cañones de 6”. Se introdujo un cambio en la denominación de los convoyes, llamándose JW los que se dirigieran al este, divididos en agrupaciones A y B y RA los que navegaran en sentido inverso.

El convoy JW 51B

Con estas nuevas disposiciones, se organizaron los convoyes JW 51A y JW 51B ambos con escoltas separadas. El zarpe del JW 51B desde Loch Ewe se efectuó el 22 de diciembre de 1942, mientras que desde Murmansk lo haría el RA 51A escoltado por los buques que llegaran con el primero. En esta forma cruceros basados en el norte de Rusia podían dar protección a ambos en la zona más peligrosa de la navegación. El JW 51B zarpó finalmente con 14 buques en dos filas, para formarse en cuatro columnas cuando alcanzaron altamar, en la siguiente forma: la columna de babor estaba conformada por el carguero británico Calobre, donde izaba su insignia el vicecomodoro del convoy, seguido por el Ballot, panameño y el norteamericano Yorkmar; la segunda columna la encabezaba el carguero británico Daldorch, seguido del buque tanque Pontfield de la misma nacionalidad y finalmente el carguero norteamericano Puerto Rican; la tercera columna era encabezada por el comodoro del convoy, el capitán retirado de la  marina real de la India R. A. Melhuish en el carguero británico Empire Archer, seguido por el buque tanque británico Empire Emerald, el carguero norteamericano Executive y el petrolero Vermont de la misma nacionalidad; finalmente la columna de estribor la lideraba el Jefferson Myers, el cual, además de su carga en las bodegas, llevaba sobre cubierta cuatro aviones bombarderos y constituía la insignia del contracomodoro, enseguida venía el John H. B. Latrobe, el Chester Valley y el Ralph Waldo Emerson, todos ellos norteamericanos. Esta formación era la más pequeña de todas las que habían surcado la ruta, pero sus cargamentos eran valiosos para el esfuerzo ruso de guerra, pues llevaban 2.046 vehículos de transporte, 202 tanques, 87 cazas, 33 bombarderos, 24.150 toneladas de combustible y 54.321 toneladas de carga diversa. La escolta estaba constituida por el dragaminas Bramble, donde izaba su insignia el comandante H. T. Rust, tres pequeños destructores, BlankneyChiddingfold y Ledbury, tres corbetas: HyderabadRhododendron y Circe y los remolcadores Northern Gem y Vizalma. Los tres destructores y la corbeta Circe debían abandonar el convoy a 150 millas al Este de Islandia, donde serían reemplazados por siete destructores de mayor tamaño, los cuales zarparían desde Seisdisfiord, para escoltarlo con rumbo a Groenlandia. Esta nueva escolta debía ser la que tendría que enfrentarse a los buques de superficie alemanes, para lo cual casi su arma exclusiva eran los torpedos, pues el calibre de la artillería era incapaz de  perforar la coraza de los cruceros alemanes. Estaría formada por la 17ª flotilla de destructores, comandada por capitán de navío Robert St. Vincent Sherbrooke en el Onslow y compuesta además por los Oribi, Obedient, Obdurate, OrwellBulldog y Achates. [caption id="attachment_11682" align="alignright" width="446"] Crucero Admiral Hipper.[/caption] La mayor protección sería dada por los cruceros  Sheffield de 9.000 toneladas, con artillería de 6” y seis tubos lanza torpedos y el Jamaica, de características similares, los cuales viajarían a Rusia con el convoy JW 51A y  permanecerían en la ensenada de Kola, constituyendo la Fuerza R, cuyo mando recaía en el contralmirante Robert  L. Burnett,  que izaba su insignia en el Sheffield.  Finalmente ocho submarinos, seis británicos, uno holandés y uno polaco se encargarían de patrullar, desde cerca, el litoral noruego, principalmente en los accesos a Trondheim y Altenfjord, por donde debían pasar los buques de superficie alemanes si se dirigieran a atacar el convoy.

La lucha contra los elementos

Los destructores se reunieron en el fiordo de Seidisfiord, en Islandia, zarpando cerca de la medianoche de la navidad de 1942 para encontrarse con el convoy que navegaba, en ese momento, a 150 millas al Este del lugar a 7 nudos de velocidad. El comodoro Sherbrooke llevó a sus seis destructores, pues el Bulldog había regresado por problemas mecánicos, al encuentro del convoy y luego los distribuyó a su alrededor, cubriendo un radio de 21 millas. El estado del tiempo era bueno, pero la visibilidad no superaba las tres millas. El día 25 cruzaron el círculo polar ártico. Una vez que cayó la noche, algunos de los buques de la escolta inmediata, los destructores Blankney, Chiddingfold y Ledbury y la corbeta Circe regresaron a Gran Bretaña, pues su misión en este convoy había concluido. El 27 de diciembre el barómetro comenzó a descender lentamente y a levantarse viento y, una hora más tarde, el mar estaba arbolado y los torbellinos de nieve obstruían toda visibilidad. El viento le daba de través a los mercantes que transportaban en cubierta las enormes jabas que contenían los aviones, las que le oponían resistencia, inclinándose peligrosamente, para luego volver a su posición normal. El hielo comenzó a cubrir todas las estructuras lo cual era especialmente serio en los escoltas, pues unía los cañones con la cubierta, las culatas quedaban sólidas, las bombas de profundidad formaban un todo con los lanzadores y los tubos lanza torpedos se obstruían. El destructor Oribi perdió de vista al convoy a causa de una falla en el compás magnético y después de buscarlo durante 24 horas se dirigió directamente a Kola. El transporte Jefferson Myers se vio obligado a abandonar el convoy para capear las olas con más facilidad cambiando de rumbo; al Daldorch, las olas le barrieron toda la carga que llevaba en cubierta y también debió cambiar dirección mientras el huracán amainaba, lo que también le sucedió al Calobre y al Chester Valley. Este último llevaba 25 tanques, diez casas de campaña, cuatro bombarderos y 4.371 toneladas de misceláneos; por lo que el remolcador Vizalma, que también se había separado del convoy, continuó junto a él para tratar de reintegrarse cuando las condiciones mejorasen. El comodoro Sherbrooke envió al dragaminas Bramble, que era uno de los pocos escoltas provisto con radar de superficie a tratar de ubicar a los rezagados. Al atardecer del 29 el temporal comenzó a amainar y las tripulaciones se dedicaron, con palas, picos y martillos a romper el hielo acumulado y dos de los cuatro mercantes extraviados encontraron el convoy.

Los alemanes preparan el ataque

Mientras el destructor Obdurate se encontraba a popa del convoy pastoreando a los mercantes que se dispersaban, el submarino alemán U-354, lo descubrió, por lo que emergió para aquilatar su tamaño y transmitir su  descubrimiento al  mando naval alemán. En su comunicación informó la ubicación 50 millas al Sur de la isla del Oso el rumbo que seguía, su velocidad y que llevaba una escolta débil compuesta por seis buques. Aprovechando la semioscuridad, el submarino siguió al convoy hasta llegar a una posición conveniente, donde se sumergió y disparó tres torpedos, pero sin saber el peligro en que se encontraba, el convoy zigzagueó de acuerdo a su plan de navegación y los torpedos pasaron por su popa. Enseguida debió sumergirse por cuanto el Obdurate salió en su caza, sin ubicarlo. Con estos antecedentes los alemanes planificaron la operación Regenbogen (Arco Iris), esperando obtener los mismos resultados de su ataque contra los convoyes PQ 17 y PQ 18. Para ello contaban con el Admiral Hipper, el Lützow, seis destructores en Altenfjord y el submarino U-626. El Admiral Hipper era un crucero pesado con artillería de 8” y una docena de tubos lanzatorpedos y el Lützow era un acorazado de bolsillo con cañones de 11”. Los destructores tenían cañones de 5”, tubos lanzatorpedos y  alcanzaban los 35 y 36 nudos de velocidad. El almirante Raeder obtuvo la autorización de Hitler para poner en marcha Regenbogen calculando encontrar el convoy en su rumbo a las 09:00 horas, cuando comenzara a amanecer, lo que les permitiría llevar a cabo el ataque durante las breves horas de media luz. La operación quedaría a cargo del almirante Kummentz, quien recibió órdenes perentorias de evitar combatir contra una fuerza superior. Los buques de superficie se dividirían en dos grupos para atacar al convoy desde diferentes direcciones: el Admiral Hipper lo haría desde el Norte acompañado de tres destructores, mientras el Lützow avanzaría desde el Sur acompañado de otros tres.

Hacia el encuentro

En la víspera del año nuevo el convoy navegaba, desplazado al sur de la ruta y muy retrasado a causa del fuerte huracán que había soportado; la escolta la componían el Onslow y el Obedient por la proa, el Orwell por babor, el Obdurate por estribor y el Achates por la popa. La fuerza R había zarpado de Kola cuatro días antes para encontrarse con él, pero al no ubicarlo, continuó dando vueltas en su búsqueda. Minutos antes de las 09:00 horas los vigías del Obdurate avistaron dos destructores a popa del convoy, pero supusieron que debía de tratarse de buques rusos que habían salido a su encuentro, por lo que se ordenó, al mismo, abandonar la formación para investigar. Pronto pudo establecer que se tratada de tres destructores a los que les ordenó identificarse, pero recibió como respuesta fuego de sus cañones, por lo que cayó en dirección al convoy para alejarse. Se trataba de las naves que acompañaban al Admiral Hipper. Sheerbrooke ordenó a los destructores ObedientObdurate y Orwell que se reunieran con el Onslow para repeler el ataque, mientras el Achates debía permanecer con los otros escoltas del convoy. Avanzaron en dirección al avistamiento, pero ante sus ojos apareció un buque de guerra de mucho mayor tamaño, se trataba del Admiral Hipper y los destructores británicos habían sido atraídos hacia él, haciéndolos abandonar al convoy, mientras el Achates y los buques menores de la escolta cercana iniciaban una cortina de humo para ocultar las naves mercantes. Cuando el Admiral Hipper rompió el fuego, ocho proyectiles cayeron en el Achates, mientras otros impactos alcanzaban al buque tanque Empire Emerald. El remolcador Northern Gem se encargó de salvar a los  sobrevivientes del primero. Los destructores Onslow y Orwell trataron de acortar la distancia que los separaba para un ataque con torpedos, pero el Admiral Hipper viró al Noreste buscando ser perseguido por ellos y alejarlos del convoy. En esos momentos la Fuerza R se encontraba a 130 millas al Norte e iba a su encuentro. El almirante Kummetz tomó el rumbo paralelo al de los destructores y abrió el fuego con sus cuatro torres, el cual fue respondido por estos, y luego tomó una dirección que lo llevara a interceptarlos. Los disparos del Admiral Hipper dieron de lleno en el Onslow, dejándolo con serias averías, muchas bajas y a Sherbrooke gravemente herido, logrando alejarse tras la cortina de humo que generó, viéndose obligado a traspasar la insignia al capitán Kinloch del Obedient y dirigirse, en las pésimas condiciones en que había quedado, independientemente, a la bahía de Kola, donde arribó al mediodía del 1º de enero.

Aparece el Lützow

Una vez que los destructores se alejaron, el Admiral Hipper y sus destructores pusieron rumbo hacia el convoy, que se encontraba a 12 millas, su objetivo era acercarlo al Lützow, pero en su trayecto, avistó al dragaminas Bramble, con el que trabó combate. A pesar que se trataba de un duelo de ocho cañones de 8” del crucero contra uno solo de 4” del dragaminas, este recibió fuego por más de seis minutos y al no poderlo hundir, el Admiral Hipper ordenó al destructor Friederich Eckholdt que lo hiciera y continuó en demanda del convoy. Entretanto la corbeta Rhododendron, que escoltaba a los mercantes, divisó el humo del Lützow que se les aproximaba. El Lützow atacaba hacia el Norte, cubierto por la oscuridad y las ventiscas, que no permitía divisar las siluetas, y a pesar de ser media mañana, cruzó la ruta del convoy entre dos y tres millas, sin que éstos se percataran. En un momento en que el mal tiempo amainaba, el Obdurate y el Orwell, que regresaban al convoy, avistaron al Lützow y a tres destructores, a cinco millas de distancia. Los británicos, rápidamente, tendieron una cortina de humo para ocultar al convoy. El Lützow abrió el fuego contra los buques más cercanos, alcanzando a infringirle algún daño al carguero Calobre, antes que el convoy se ocultara tras el humo. En esta forma se desperdició la más clara ocasión para haber obtenido el éxito de la operación Arco Iris, pues la fuerza del Lützow se lo aseguraba. El plan del almirante Kummetz había resultado perfecto, el Admiral Hipper atrajo a los destructores de la escolta, alejándolos del convoy hacia el Norte mientras éste viraba al Sur para alejarse del peligro, sin protección alguna para caer sobre el Lützow, salvo que éste no atacó.

Se acerca la Fuerza R

El almirante Burnett, en el Sheffield, seguido del Jamaica buscaba afanosamente al convoy, cuando divisó los fogonazos del Admiral Hipper que hundía al Achates y su radar acusaba la presencia de los dos buques capitales alemanes. En ese momento el Admiral Hipper trataba de alcanzar al Obedient y no se percató de los cruceros ingleses que se acercaban por estribor, recibiendo las andanadas de ambos. Los daños producidos no fueron menores: una caldera inutilizada y una turbina detenida, con lo que la velocidad cayó a 23 nudos y un incendio en el hangar. El crucero alemán alcanzó a disparar una sola andanada y luego viró para protegerse tras la cortina de humo que le hicieron sus destructores. El Sheffield logró ubicar nuevamente al Admiral Hipper y le disparó nueve andanadas, hasta que vio por su proa al destructor alemán Friedrich Eckhlodt, hundiéndolo. Después del cañoneo entre el Admiral Hipper, por una parte, y el Sheffield y el Jamaica por la otra, ambas fuerzas cayeron alejándose, pero describiendo un círculo completo, por lo que volvieron a encontrarse. Durante esta maniobra llegó el Lützow con sus destructores al escenario del combate, siendo el Sheffield el primero en avistarlo, rompiendo de inmediato el fuego contra él. El duelo fue intenso, pero luego apareció el Admiral Hipper con un fuego mucho más certero, a pesar de la mayor distancia, por lo que el almirante Burnett, ante el temor de la acción de los destructores alemanes, ordenó a sus buques retirarse. Por otra parte, el almirante Kummetz recibió un mensaje del comandante en jefe de la zona norte, que le ordenaba regresar a toda velocidad ante la detección de la presencia de cruceros británicos, lo cual obedecía a las  instrucciones de Hitler de no arriesgar los buques.

Reacciones

Antes de ser informado por la Armada, Hitler conoció la noticia propagada por una agencia británica, donde resaltaba que un crucero enemigo había sido averiado y un destructor hundido. La reunión de Raeder con Hitler pudo postergarse hasta el 4 de enero, donde el dictador alemán, fue de una violencia inaudita y manifestó que la acción le demostraba que “los buques son por completo inútiles y únicamente constituyen un campo propicio para las revoluciones, anclados inmóviles y con falta de deseos de entrar en acción. Esto significa la desaparición de la flota de alta mar; ahora mi decisión es ya irrevocable de suprimir estos barcos inútiles…”  Ignoraba que el hecho de permanecer inmóviles se debía a sus propias órdenes. Los cañones de los buques debían ser utilizados en tierra como baterías para evitar los desembarcos enemigos y exigió un cronograma de desarme de acorazados y cruceros. El gran almirante Raeder no podía soportar tales insultos y presentó su renuncia al cargo que desempeñaba desde 1928, siendo reemplazado por el almirante Karl Dönitz, jefe de la fuerza submarina. La defensa que hizo por escrito en un largo documento donde ponía las cosas en su lugar, ni siquiera fue leído por Hitller. El 30 de enero el Führer ordenó desmantelar, antes de dos semanas, al Gneisenau, seguido del Leipzig el Admiral Hipper y el Köln. A continuación el viejo Schleswig-Holstein y el Schlesien, para continuar con el Scharnshorst y el Tirpitz. El resto, esto es, Prinz Eugen, el Admiral Scheer, el Lützow, el Nüremberg y el Emden serían asignados como buques escuela y no deberían estar disponibles para acción alguna. Así la batalla en el mar de Barents no fue solamente un encuentro en que el convoy JW 51B logró llegar a su destino sin bajas y que los destructores británicos se enfrentaron a buques mucho más poderosos, sino que significó la eliminación de la flota alemana de superficie de altamar.

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