- Fecha de publicación: 01/02/2013.
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H
abiéndose cumplido recién la primera
jornada de nuestro último Consejo
Naval Ordinario del presente año, he
querido hacer un reconocimiento especial
y diferente a uno de los integrantes que me
ha acompañado, desde el inicio, en esta
hermosa singladura que ha sido dirigir los
destinos de nuestra querida Marina, y que
después de más de 40 años de servicio
ininterrumpido, ya se encuentra próximo
a largar definitivamente sus amarras, de
éste, su buque de toda una vida, nuestra
querida Armada de Chile.
Especial, porque el Estilo Naval
establece que a los que se alejan del
Cuerpo de Almirantes, se les despida en
nuestra Alma Mater, cuna que nos vio
nacer cuando éramos sólo unos jóvenes;
diferente, porque a los que se integran,
se les inviste en una ceremonia especial,
llena de simbolismos; rituales ambos, que
en todo caso, se mantendrán conforme al
Ceremonial Naval en las fechas planificadas.
Por ello, en esta convocatoria del
Consejo Naval, tenemos el privilegio
de contar, ya por última vez en estas
instancias, con el inestimable concurso
de los Vicealmirantes y Contraalmirantes
–“Grandes Señores del Mar”– que están
dejando la Institución tras una trayectoria
profesional y de servicio público muy
difícil de apreciar en su justo valor. Y sólo
puedo decirles a los Señores:
• Vicealmirante Francisco Guzmán Vial.
•
Vicealmirante Rafael González
Rosenqvist.
•
Contraalmirante Andrés Fonzo Morán.
• Contraalmirante SN Luis Felipe Huidobro
Medel.
•
Contraalmirante Matías Purcell
Echeverría.
•
Contraalmirante IM Marco Amigo
Jiménez.
•
Contraalmirante Rodrigo González
Reyes, y
•
Contraalmirante José Miguel Zavala
Cornejo,que hoy, en gran medida, somos
lo que somos, gracias a su devoción
patriótica, integridad moral y probada
capacidad profesional e intelectual.
Por otra parte, se ha incorporado a
su elevada estructura institucional, una
brillante falange de nuevos integrantes del
Alto Mando. Sus vidas profesionales, los
Edmundo González Robles**
DISCURSO DEL ÚLTIMO CONSEJO
NAVAL 2012, MEDIANTE EL CUAL
SE IMPONE CONDECORACIÓN
AL VICEALMIRANTE FRANCISCO
GUZMÁN VIAL, EFECTUADO EL
DÍA 20 DE NOVIEMBRE DE 2012*
* Discurso del último Consejo Naval 2012, mediante el cual se impone Condecoración al Vicealmirante Francisco Guzmán Vial,
efectuado el día 20 de noviembre de 2012.
** Almirante - Comandante en Jefe de la Armada. Oficial de Estado Mayor. Graduado del U.S. Naval War College (NCC-97).
Magíster en Ciencias, mención Administración, de la Universidad Salve Regina, Newport, R.I., y Magíster en Ciencias Navales y
Marítimas, mención Geopolítica, de la Academia de Guerra Naval. Magno Colaborador de la Revista de Marina, desde 2011.
COMANDANCIA EN JEFE
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EdmUndO GOnzáLEz RObLEs
han hecho dignos de asumir tan delicada
responsabilidad con Chile y su Armada, y el
sobresaliente ejemplo de quienes se alejan,
les indica una conducta y actitud a imitar
y ojalá a superar con sus propios logros.
Al dar la bienvenida a esta “nueva
savia naval” del tronco matricial, digo a
los Señores:
•
Capitán de Navío Jorge Rodríguez Urria.
• Capitán de Navío Cristián Mella González.
• Capitán de Navío Julio Silva Cunich.
•
Capitán de Navío IM Tulio Rojas Bustos.
• Capitán de Navío SN Víctor Soto Cabrera.
• Capitán de Navío Luis Felipe Bertolotto
Honorato, y
•
Capitán de Navío IM David Hardy Videla,
que las tareas a acometer no son,
sino la validación de sus aspiraciones
personales de progreso y desarrollo, y
muestra de las potencialidades anímicas
evidentes desde lo profundo de vuestras
vocaciones, las que siendo aún niños,
los atrajo a buscar la noble condición
de marinos chilenos.
Los aquí presentes constituimos –
como lo consagrara el insigne Almirante
Horacio Nelson antes de cada una de las
cruciales batallas que libró ostentando su
legendario almirantazgo– una “Hermandad
del Mar” o “Banda de Hermanos”, tan
sólida que cuyos cofrades lo acompañaron
a exhalar -y feliz- su último suspiro, tras
ser informado, por ellos mismos, de la
“Conquista del Dominio del Mar” tras la
batalla de Cabo Trafalgar.
Traigo a la memoria esta gloriosa
imagen, porque siento que debo afirmar
y aún insistir, en que el riguroso ejercicio del
Mando Naval implica, junto al cúmulo de
potencialidades humanas necesarias para
realizarlo, esa intangible pero poderosísima
disposición espiritual que es la amistad;
abstracción que no es sino, la diáfana suma
de valores del alma llamados a enlazar, por
medio del afecto, las responsabilidades que,
como en una sacra liturgia de hermanos
en la fe, celebramos y compartimos, para
así consagrar nuestra devoción a Dios, a la
Patria y a esta, nuestra gran Familia Naval.
La confianza derivada de la lealtad; la
deferencia fruto de la caballerosidad; la
disposición emanada de la responsabilidad;
el conocimiento desprendido de la
comunidad de ideales de vida; y, sobre todo,
nuestra solidaria correspondencia en atender
al supremo bien de la Patria –confirmada
y hermanada en el juramento original
“ante Dios y nuestra bandera”–, nos hace
intrínsecamente AMIGOS, desinteresados
de otros bienes que no sean aquellos que
compartimos, en el fondo del alma, como
tributo eterno y voluntario de nuestra
convencida entrega vocacional.
Y haciendo honor a tan noble concepto,
el de amigo, en esta muy especial ocasión
de fraternidad, en la que como ya lo dijera,
culmina el último Consejo Naval Ordinario,
pero por otra parte nos congrega en
torno a esta distinguida y bien entendida
camaradería, mutuo afecto y plena confianza,
es que debo rendir el ineludible homenaje
personal a un dilecto amigo de toda la vida, y
con quien, a lo largo de nuestras trayectorias
navales, hemos compartido esperanzas,
sueños, anhelos, esfuerzos, sacrificios,
emociones, éxitos, dolores, preocupaciones
y satisfacciones, pero por sobre todo, afecto
transparente e incondicional.
Me refiero, por cierto, al Vicealmirante
Don Francisco Guzmán Vial, distinguidísimo
compañero de curso de la promoción
de 1975 de la Escuela Naval, frecuente
connavegante en la prolongada singladura
profesional de ambos; admirable hombre
de mar y entrañable amigo.
Contigo, Francisco, tenemos en común,
además, el ancestro naval heredado de
nuestros progenitores; lo cual nos hizo,
en su momento, participar de la austera
sobriedad de vida a que obliga la realidad de
esta noble profesión, caracterizada mucho
más por privaciones que por comodidades, y
que sin duda, constituye la mejor enseñanza
de valores, sensatez y rectitud.
Juntos en nuestra querida Escuela
Naval y en el Buque Escuela “Esmeralda”,
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compartimos la formación profesional
inicial que nos puso en el rumbo de
nuestras carreras navales intensamente
vividas, desde nuestras respectivas
responsabilidades -muy orientadas,
desde luego, por las especialidades
elegidas- pero que nos hicieron
posible, en numerosas etapas, coincidir
en destinaciones comunes, que nos
mantuvieron entregando juntos, nuestra
contribución a las tareas y objetivos
asignados; el uno, en las profundidades
del océano infinito; el otro, en su vasta
superficie, tratando de darte justa caza.
Desde el almirantazgo, hemos
compartido las más altas responsabilidades
y funciones, y yo personalmente, mantengo
la más arraigada convicción de que mi
gestión como Comandante en Jefe, habría
sido mucho más difícil, si no hubiese
contado con el sobresaliente colaborador,
pero aún más noble amigo, ayudándome,
aconsejándome, asesorándome,
impulsándome o conteniéndome, y en
fin, contribuyendo a hacer de mi tarea
una mejor labor para el servicio de la
Misión de la Armada; por algo sé, que
nuestros subordinados te denominan
muy justamente, como “el fiel Escudero”.
Si bien es cierto, ha ocurrido que
anteriores Comandantes, en el ejercicio
del mando y en diferentes condiciones,
han contado con compañeros de curso
como sus lugartenientes; en mi caso, debo
agradecer a la Divina Providencia, la actitud
de la más leal amistad y sabiduría con
que me has brindado tu generoso apoyo
y dispensado tu vital confianza.
En tal consideración, debo decirte a ti y
a quienes compartimos esta sencilla, pero
trascendente ceremonia, que no he dejado
de reflexionar en cuanto a que Prat, cuando
en su arenga inmortal, proclamaba “…mis
Oficiales sabrán cumplir con su deber…”,
pensaba directamente en Luis Uribe, su
muy querido compañero del “Curso de
los Héroes”, quien más que su Segundo
Comandante en la gloriosa “Esmeralda”,
fue siempre su entrañable amigo y fiel
colaborador, hasta la consolidación de su
holocausto convertido en gloria.
En la presencia de todos ustedes, y
poniéndolos como testigos de lo más
profundo de mis sentimientos de gratitud
y afecto, te pido muy especialmente
a ti, Estimado Francisco, recibir estas
sencillas palabras como mi testimonio de
admiración más sincera por tus valores
humanos, profesionales y éticos; los
que no has dudado en prodigarme como
ayuda inestimable y de excelencia, cuando
las destinaciones nos han reunido, para
compartir nuestros compromisos e ideales
más trascendentes.
En el ya breve lapso, que aún me resta
en el desempeño de mi Cargo, ten por
seguro que echaré enormemente de menos
el tan valioso refugio de tu generosidad
y cercanía; como así mismo para Patricia,
la sabia y eficaz contribución de Any en
nuestra Fundación “Blanca Estela”. Gracias
Any por acompañar y apoyar a este Gran
Marino.
Al poner fin a estas reflexiones
-y por qué no decirlo, emocionadas
expresiones de reconocimiento- me
llena de satisfacción el materializar,
solemnemente, en un acto que no
tiene precedente en la historia de
nuestra Armada, la imposición al Señor
Vicealmirante Don Francisco Guzmán Vial,
de la Condecoración “GRAN ESTRELLA
ARMADA DE CHILE AL MÉRITO MILITAR”.
Los requisitos establecidos para
obtenerla, son:
•
Haber demostrado tener una carrera
ejemplar y meritoria.
• Ser Almirante en Servicio Activo.
•
Demostrar haber cumplido 40 años de
servicios consecutivos e ininterrumpidos, y
• Haber recibido las 3 Condecoraciones
por Años de Servicio a los 10, 20 y 30
años, respectivamente.
Esta es, insisto, la primera vez que se
discierne, y el Vicealmirante Guzmán es el
primer distinguido con su consecución, al
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cumplir sobradamente con todas y cada
una de las exigencias estatuidas.
Pero bien sabemos, que la importancia
de los honores no radica en recibirlos, sino
en merecerlos, y el Almirante Guzmán es
claro exponente de la pertinencia y justicia
de tal afirmación, pese a que su acendrada
modestia y sencillez lo hacen rechazar, por
naturaleza, cualquier homenaje o distinción
a su persona. “Es lo que hay que hacer y
punto”, diría en su particular estilo.
Al honrarlo con esta inédita distinción,
le manifiesto que, en realidad y al ser su
primer depositario, es él, quien la enaltece
como precursor de su enorme significado de
consagrada entrega y ejemplar dedicación
a la Armada y a Chile.¡¡Mantenla entonces, Gran Almirante
y entrañable amigo, como recuerdo
imperecedero de la despedida de tu
memorable actividad en la Armada, y
replicando desde muy cerca, los poderosos
latidos de tu inmensamente generoso
corazón!!
¡¡¡Muchas gracias!!!
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