Revista de Marina
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  • Fecha de publicación: 01/08/1977. Visto 117 veces.
Co1nentario de Libros " CERVANTES " de Sebastián Juan Arbó Por Fri:.ncisco Javier CUADRA Lizana S ESTE UNO DE aquellos libros a los que el tiempo, co­ mo al buen vino, agrega sabor. La po!ibilidad de este mérito está determinada por la magis­ tral relación que el autor ha ce entre el ser cerva ntino y la España de la seg un da mitad del siglo XVI. La configurac ión ele la circunstancia vital de Cervantes hecha a través de la unión de pormenores apa­ rentemente in co nexos es, pues, l a clave del valor permanente que los años van descubriendo en este libro. En e!te contexto re sulta singula 1 men­ te novedosa la divi ! ión de la vida del es­ critor en un período propio de Don Juan de Au s tria y en otro de Don Felipe 11. Aunque Arbó no la p !a ntea tajante -de hacerlo romperí a la eecuencia poética con que trata el tema-, fácilmente se la pue · de percibir y asignar, respec tivament e, a etapas de puro idealismo y realismo ím · pueato. Es evidente que el espíritu de ca­ ballero andante del prín cipe le acompa­ ña hasta su llegada a España desde la prisión de Argel. De allí en adelante su vida adquirirá un tono administrativo, propio ya del rey . Sin embargo, indepen· dientemente de ellos, también se gesta la fa ce ta propia que harí a posible a Cer van ­ tes ter el que fue. La luc ha que en su in­ terior tuvieron Don Quijote y Sancho arrojó la producción literari a que !e co ­ nocemos, siendo su mejor expresión el libro que sobre ambos e 2cribió. En él, es donde más puramente concretó su vida plena de cont rastes entre el id eal y la r ealidad. Por lo mi 2mo, co nstante de s us sesen ­ ta y nue ve años fue la adversidad y más aún su lucha cont ra ella. De ésta, Rami ro de M ae z tu de cí a que era "espectáculo 450 REVISTA DE MARINA (JULIO-AGOSTO digno de los dioses". Y tal verdad no se desmiente en el caso de don Migu el. N*· ciendo en un hogar de viejos -hidal~os. nunca disfrutó de estabilidad material; volviendo a casa con recomendaciones por su valor militar, el barco es intercep· tado y llevado a Argel, donde largos años vivirá privado de la libertad; llegan· do finalmente a España, la rece pción ~s ninguna y mucho el ruido de puertas que se cierran a las peticiones del hombre que ha dado por su patria lo mejor de sus años; apenas conseguido un empleo de recaudador -en absoluto correspondien· te a su capacidad e inclinaciones, pero había qu e comer-, van ya detrás los fis · calizadores de números buscando intere · ses a quien no los tenía; y así siguen , has· ta la muerte, los obstá culos, uno tras otro. Ante ellos, Cervantes reaccionó con la ingenuidad de quien es un hombre supe­ rior. Con tadas fueron las veces que s u boca pronunció o sus manos escribieron palabras amargas. A medida que la "nie· ve de desengaños ha llovido sobre sus cabellos" .. toma cue~oo una sabiduría ex ­ quisita que complementa el ya dotado natural cervantino. Grande debió ser, pues, la satisfacción de los contertulios del Olimpo en la contemplación de !os t rabajos y esfuerzos de Don Miguel de Cervantes . Papel importante en tal espectáculo tuvie ron, en distintos grados, los cercanos al e~c ritor. Aunque aceptamos que sin su inercia y dolo probab lemente e l castella· no no habría dado lo que dio, el alma se parte al rec ordarlos . Los artíf ices de las lar ¡;as esperas en las secretar ías de per· € onajes influyentes, los escribientes de l dc-;pacho de distintas oficinas con las que tuvo que relacionarse, los que mal pa ga· ron las nobles actitudes propias de su condición hidalga, la mujer -doña Ca· talina de Salazar, su mujer- que parcial· mente lo excluyó en su última voluntad, han entrado a las páginas de la histo~ ia grac ias a su víctima. Pero su ingre so no es el tranquilo de quien se ha realizado pese a las adversidades, sino el obscuro y amargo de quienes por sí no han sido. Todos estos "cercanos" tristemente fa ci­ litaron la plenitud del ser de Cervantes; en las dimensiones de tiem po y espa:io que les cupo a cada uno de ellos vivir. sólo les estaba reservado el neutro papel de e~tar allí e sp er ando que aquél realiza­ ra su ta rea. Así fue . La universalidad de los contrastes cer· vantinos se ve reforzada por la particu !a· ridad de la contradicción española, exa­ cerbada encima por ser el tiempo de Cer­ vantes el más oleno de la vida peninsular . Entre el triunfo de Lepanto - -donde ac· tor fue nuestro escritor- y el desastre de la Armada Invencible, separados por cor­ tos años, vemos consumirse la energía vital de un pueblo especial. como presa· giando la dolorosa preparación del alma y e l genio de uno de los suyos, colocado por ella y por sí mismo entre los espíri· tus más selectos de ia humanidad. La rique za de la materia que moldea ­ ba, impregnó e l lib ro de Arbó. " LA QUINTRALA" de Magdalena Petit por Rodrigo SERRANO Bomba ! NA antigua con· troversia no resu i?l· ta aún, se ha des­ arrollado desde an­ tiguo en torno a la validez de la llamada nove la histórica. Muchas veces hemos oído hablar de "Chile , país de historiadores. . . .. y la verdad es que -en justicia- debería· mos más bien decir que en nuest ro suelo han florecido novelistas, ensa yistas y cuentistas que tomando como base para 1977) COMENTARIO DE LIBROS 451 sua trabajos algÚn hecho histórico, han realizado muchas veces interesantes y en­ tretenidas narraciones que -sin embar­ 'go- no son justificativo suficiente para una tal calificación, tanto más cuanto que no eiempre se aprecia en aquellas líneas el necesario respeto a la ortodoxia, re­ quisito -sin duda - indispensable para abrigar pretensiones científicas. El estudio de la Historia exige extre· ma rigurosidad y fidelidad en el manejo de los antecedentes que se posean en re­ lación a tal o cual hecho del pasado, de manera que nunca resulta lícita la infe­ rencia atolond rada ni la generalización fácil. Así, el historiador debe -en múl­ tiples ocasiones- postergar sus legítimas aspiraciones de comunicar sus progresos, en espera de obtener pruebas concluyen­ tes y definitivas para sus dichos. Lo con­ trario simplemente no es Historia, y si bien al afirmar aquelio no necesariamen­ te demos a nuestras palabras un carácter peyorativo, aspiramos sí a definir con claridad una hontera lamentab lemente difusa por efecto de muchos años de equívoca to lerancia. Así planteadas las cosas, debemos d~­ jar esclarecido que no ea nuestra inten­ ción restarle méritos a la novela de base histórica --que cuando es buena tiene gran valor - , sino más bien subrayar que en la definición de objetivos es donde re­ side finalmente el elemento que nos per­ mite enjuiciar una obra de tal natu ral eza . De ese modo, el novelista no debe darse aires de historiador como t.ampoco ést e de novelista. Con tan sencilla delimita­ ción habremos de evitar los males seña ­ lados y contribuiremos con mucho a la correcta interpretación de los aconteceres de nuestra vida nacional. Dentro de los autores que han sabido mantenerse fiel es a sus posibilidades y con acierto no han presumido de puristas, se halla -ciertamente- Magdalena Pe­ tit. Con maestría y elegancia la hemos vis­ to ir trazando el perfil de la romántica época co lonia l, adentrándose en todos 1.os secretos de aquella vida apacible, aunque no exenta de arritmias y sobre­ saltos. La aparición en escena de doña Cata­ lina de los Ríos y Lisperguer, la Quintra­ la, mujer de insospechados encantos e infinita crueldad, es el pretexto adecua­ do pera introducirnos en un ambiente de singular ambivalencia, en el que coexis­ ten sin reparos ni demasiados cargos de conciencia, una religiosidad vehemente Y la más demencial de las brujerías, en des­ concertante maridaje de frailes, brujas y conjuros. Magdalena Petit logra, desde las pri· me ras páginas de su obra, comunicar nos esa suerte de "aura" etérea e inmate rial que nos vincula subliminalmente a una situación, a un ambiente, a u na circuns­ tancia vital. Sus descripciones son de un rea lismo notable, a la vez que conservan intac ta la poesía de su lenguaje, tan a menudo aventada por los relatos demasiado ape­ gados a la realidad funcional. En tal sen­ tido "La Quintrala" es una demostración más de cómo es posible conservar lo sus­ tancial sin empalidecer la fuerza de la palabra, ni la trascendencia que le impri­ me la connotac i ó n poética. Libros como éste, además de entre te­ ner -objetivo importante- constituyen aportes reales a la literatura nacional, ya por su formalidad culta y de buen gusto, como por el contenido mismo de sus pá­ ginaa, incorporadas por tus méritos 1n­ desmentibles al mundo privilegiado de nuestra novela histórica más selecta.

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