En 1971, una tesis de grado para piloto aviador naval resultó ser de interés para la Dirección de Instrucción de la Armada, la que derivó la tesis a la Dirección de Armamentos de la Armada. La tesis consistía en la instalación de cohetes de 80 mm en los helicópteros SH-57, recientemente adquiridos por la Armada. La Dirección de Armamentos de la Armada emitió instrucciones a la Comandancia de Aviación Naval para llevar a cabo el proyecto.
El relato destaca el gran profesionalismo del personal de gente de mar de la institución.
In 1971, the Navy´s Instruction Directorate showed interest in a naval aviator´s undergraduate thesis. This work was referred to the Navy´s Ordnance Directorate for further analysis and feasibility to be fitted in naval helicopters. The thesis consisted in the installation of 80mm rockets onboard SH-57 Jet-Ranger helicopters, recently purchased by the Navy. The Ordnance Directorate consequently assigned the Naval Aviation Command for its implementation.
The article describes the great professionalism of the officers and sailors in achieving this project.
El curso de especialidad de Aviación Naval para pilotos finalizaba con una tesis de grado escrita, la cual debía defenderse ante una comisión nombrada por la Dirección de Instrucción de la Armada (DIA).
Se me ocurrió elegir un tema que pensé sería un estudio teórico con buenas posibilidades de aplicación práctica.
La Aviación Naval había recibido recientemente sus primeros helicópteros a turbina, los Bell modelo Jet Ranger SH-57, orientados hacia la guerra anti-submarina, con capacidad para portar un torpedo Mk-44, pensé que esos mismos aparatos podrían tener como armamento alternativo lanzacohetes terrestres, especialmente para apoyo de operaciones de desembarco para la infantería de marina.
A su vez, el Cuerpo de Infantería de Marina había recibido los carros suizos marca Mowag, armados con lanzadores de cohetes de 80 mm.
Mi trabajo de tesis consistió, por lo tanto, en diseñar un sistema de cohetería para los helicópteros SH-57. Un verdadero trabajo de diseño ingenieril de armamentos. Mi tesis fue expuesta y aprobada con nota máxima.
Al poco tiempo, la DIA coincidió con mi idea de que el estudio teórico bien podría tener una aplicación práctica, por lo que envió el trabajo a la Dirección de Armamentos de la Armada (DAA). Tras un estudio de factibilidad, la DAA emitió un informe y recomendación al alto mando naval acerca de la conveniencia de llevar a cabo el proyecto.
Se instruyó a la Comandancia de Aviación Naval en orden a poner en movimiento el proyecto. Fue nombrado como jefe de proyecto al capitán de fragata Federico Peñaranda Garcés, jefe del departamento de ingeniería de la aviación naval, en la Base Aeronaval "El Belloto." Yo fui nombrado oficial de proyecto y se me asignaron como técnicos ejecutantes un cabo 1º especialista en estructuras de aeronaves, con cursos en Estados Unidos, y un marinero 2º especialista en electrónica.
Como la construcción práctica y concreta debía pasar por la cooperación de la industria privada, tenía que viajar a Santiago para contactar a empresas que tuviesen la capacidad de construir los lanzadores de cohetes. Estos debían ser del diseño y precisión adecuados para adaptar los cohetes de 80 mm de los carros Mowag. Por este motivo se me asignó un helicóptero 47G, exclusivamente para mis diarios viajes a Santiago, el cual pilotaba yo mismo hasta el aeropuerto de Cerrillos.
Bell modelo Jet Ranger SH-57
Luego de recorrer infructuosamente muchas empresas metalmecánicas en la capital, me dirigí a una fábrica de ollas de acero inoxidables marca Finox. Me contestaron que ellos solo se dedicaban a la manufactura de ollas, cubiertas de lavaplatos, algunos utensilios de empleo hospitalario, pero nada más.
Cuando bajaba las escalinatas de la fábrica, de regreso al aeropuerto, un señor que subía me preguntó directamente: ¡Teniente! ¿Qué lo trae por aquí? Oh, vine a preguntar por un trabajo, pero me fue mal. ¿Cómo es eso?, me espetó. No hay nada que aquí no se pueda hacer. Usted habla con Giorgio Federici Colzani, el dueño de la fábrica. Acompáñeme a mi oficina.
Le mostré parte de mis planos, sin explicarle el propósito. Necesito unos tubos de acero inoxidable de estas dimensiones: 120 cm de largo y 80 mm de diámetro. El ingeniero miró los planos y exclamó: ¡Ahh… usted es un suertudo, teniente! Se ha encontrado con la única persona que puede hacer esto en Chile: Giorgio Federici Colzani, repitió su nombre completo. Yo trabajé en la MATRA, en Francia, y no me puede ocultar que lo que usted quiere es un lanzacohetes. Déjeme todos los planos y vuelva en diez días más, no se preocupe.
Luego del plazo, regresé a la fábrica. El ingeniero me recibió con un abrazo y su entusiasmo casi infantil. ¡Sígame! Entramos a los talleres y llamó a dos de sus obreros. Aparecieron con los dos lanzadores triples. Mire teniente, ¡esta maravilla que han hecho estos dos! Trabajan conmigo desde hace más de 20 años. Mire los tubos, si ve alguna seña de soldadura. Cada tubo los hicimos de dos planchas de acero de 60 cm.
¡Vamos a mi oficina! Estuve estudiando sus planos. Me parecen excelentes, pero sugiero estas y estas modificaciones. Me hizo unos dibujos. Bueno, señor Federici, estoy muy satisfecho y agradecido. La factura debe enviarse a la DAA.
¿Le he hablado de cobro, yo? No, no. Esto lo hago gratis, con mucho cariño para la Armada de un país que me ha acogido tan bien. Y continuó: sólo le pido que la institución me haga llegar una carta de reconocimiento.
Por supuesto que, a mi regreso a la base Aeronaval de el Belloto, inicié las diligencias y luego me cercioré de que esa carta llegara al afectuoso ingeniero italiano.
Junto con la orden de ejecutar el proyecto de los cohetes, la DAA incluyó un pre-proyecto que ya había adelantado. Se trataba de adaptar al sistema lanza torpedos de los SH-57, la capacidad de instalar bombas de profundidad antisubmarinas tipo Squid, que utilizaban los antiguos destructores clase Almirante.
Hubo que instalar un reloj de pulso electrónico capaz de graduar la profundidad de explosión desde la cabina del piloto, conectado al cabezal de las bombas. Para ello, nuestro marinero electrónico devanó sus sesos y me presentaba sus diseños que le ocupaban su tiempo libre en casa. ¡Qué gran profesional!
Finalmente, el proyecto bomba Squid quedó concluido y fue probado en la mar, frente a la puntilla de el balneario Las Salinas. Mi recordado amigo, teniente Jorge “Tote” Correa, volaba el SH-57 con la bomba. Yo lo seguía en un 47G a poca distancia, con un fotógrafo naval. Le indiqué los parámetros de profundidad y, cuando estuvo listo, di la orden de soltar. Pasaron unos largos minutos, sin resultados. Luego una eclosión de agua, algas y barro tuvo lugar. El armamento quedó aprobado.
Los lanzadores de cohetes fueron probados desde tierra en el antiguo emplazamiento de la batería Sotomayor, en el fuerte Vergara. Con la presencia del Comandante de Aviación Naval, capitán de fragata Hernán Rivera Calderón y el malogrado piloto naval Rivera Heavy, comprobamos el alcance y la efectividad de los cohetes de 80 mm y los lanzadores triples montados sobre la estructura de un SH-57.
Los intercambios de informes y respuestas con la DAA, acerca de seguridad y otras inquietudes de esa dirección, dan para más que un capítulo. Gracias a la inteligencia y habilidad de mis dos capacitados técnicos, todas las exigencias presentadas por la DAA fueron cumplidas.
Como corolario, nunca supe el final de esos probados proyectos. Yo fui destinado a Punta Arenas a fines de 1971. Pero tengo entendido que en los meses posteriores se utilizaron los SH-57 para desarrollar una táctica de ataque denominada “atacanal.”
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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