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Targeting y weaponeering en la guerra de drones

  • IGNACIO AZOLA FLORES

Por IGNACIO AZOLA FLORES

  • Fecha de recepción: 04/07/2024
  • Fecha de publicación: 31/12/2024. Visto 133 veces.
  • Resumen:

    El proceso de selección de blancos y del arma adecuada para su neutralización conocido como targeting/weaponeering es fundamental para la optimización de recursos en los conflictos armados. En la guerra de drones, por una parte, las fuerzas armadas deben ser capaces de emplear los vehículos no tripulados contra las vulnerabilidades del enemigo y, por otra parte, deben poder defenderse de éstos empleando las armas adecuadas, siendo el targeting/weaponeering la clave para efectuar estar tareas de forma efectiva y eficiente.

  • Palabras clave: drones, Targeting, Weaponeering, armas automáticas.
  • Abstract:

    The targeting process and weapon selection, known as targeting/weaponeering, is key for resource optimization in armed conflicts. Drone warfare, on the one hand, must be able to use unmanned vehicles against the enemy’s vulnerabilities and on the other hand, must be able to defend themselves against them using the appropriate weapons, targeting/weaponeering being fundamental to carry out these tasks successfully and efficiently.

  • Keywords: drones, Targeting, Weaponeering, autonomous weapons.

Se entiende como targentig al proceso de selección y análisis de blancos tanto terrestres como marítimos y aéreos, efectuado para generar un determinado nivel de daño en función de los requerimientos operacionales y tácticos de las fuerzas de la defensa, enmarcados en las normas vigentes del Derecho Internacional Humanitario (DIH). En palabras de Osigna y Roorda (2021), “targeting” sorprendentemente es un tema poco estudiado que implica una serie compleja, dinámica e interrelacionada de decisiones relativas al uso de fuerza destructiva sobre objetivos específicos, instalaciones, grupos de personas o incluso individuos” (p.162). Estos blancos pueden haber sido definidos de forma previa a un conflicto armado de acuerdo a su relevancia simbólica o a las vulnerabilidades estratégicas del enemigo, así como también pueden presentarse ante una fuerza de forma circunstancial durante el combate.

Actualmente la capacidad de recopilación de información permite obtener una excelente aproximación de las características y la posición exacta de la mayoría de los blancos estáticos del enemigo y en menor medida de aquellos móviles capaces de desplazarse en el área de operaciones (más complejos de localizar). Estos objetivos, ambos de alto valor, serán ordenados luego en un listado elaborado y manejado por la Central Conjunta de Operaciones, para ser entonces priorizados de acuerdo a la estrategia nacional frente a la hipótesis de un conflicto armado o en atención a la conducción de las operaciones durante la guerra. Esta lista final de blancos aprobada por el Comandante de la Fuerza Conjunta recibe el nombre en inglés de Joint Integrated Priorized Target List (JIPTZ) y será la base para la planificación de las misiones de combate.

Es importante considerar que independiente de esta etapa de planificación, en la guerra la conducción será dinámica en atención a la oportunidad de neutralizar blancos que si bien no estén posicionados en los primeros lugares de la lista, la situación táctica permita efectuar acciones sobre ellos en contribución al éxito de una operación. De esta forma, se distinguirá entre blancos planificados, de oportunidad y aquellos no planificados, los cuales podrán ser destruidos o neutralizados en distinto nivel de acuerdo a los requerimientos de la defensa.

Una vez identificados los blancos, se debe iniciar el proceso de selección de la mejor arma disponible para lograr el efecto deseado sobre estos. Este proceso se conoce como weaponeering e involucra el dominio de las características y limitaciones de la plataforma portadora del arma y las capacidades destructivas de estas en un determinado blanco. Este concepto es definido por Driels (2013) de la siguiente forma: “Weaponeering está basado en el concepto de grado de efectividad y representa los efectos de las armas sobre una gran variedad de blancos” (p.30). Targeting/Weaponeering permiten entonces emplear de forma inteligente y efectiva las armas en los sectores de mayor vulnerabilidad de los blancos, logrando el efecto deseado y permitiendo la optimización de los recursos militares.

En la actualidad, en la mayoría de las marinas del mundo, la automatización de los sistemas de armas ha limitado la capacidad de análisis respecto a la efectividad real de estos. Por ejemplo, cuando un buque de combate efectúa el lanzamiento de un misil a un blanco aéreo, en la fase de interceptación de éste, dependiendo de su sistema de guiado y de su espoleta, el misil generará un efecto destructivo sobre un área circunstancial de la aeronave, en la que el operador no tiene incidencia directa en el impacto. En un misil antiaéreo, el desafío de la neutralización de la aeronave tiene una relativa menor complejidad en atención a la fragilidad de los materiales utilizados en aviación para la elaboración de componentes como superficies de control, sustentación, motores y en la cabina del piloto. En este caso el desafío está en la capacidad real de que el arma de forma autónoma sea capaz de superar las maniobras evasivas y contramedidas y logre alcanzar su objetivo.

De la misma manera, cuando se emplea un misil anti-buque con guiado mediante active-homing (busca el blanco con su propio radar) la interceptación del blanco ocurrirá en función de las características del sensor de éste y a los parámetros ingresados de forma previa al lanzamiento, y será de manera aleatoria sobre la estructura del buque, sin que el operador lo haya decidido directamente.

Ahora a diferencia de lo antes señalado, en la guerra de drones el operador sí tiene la capacidad de definir dónde debe impactar el vehículo y decidir el punto exacto donde debe ser lanzada una bomba. De esta forma, en la guerra de drones, el proceso targeting/weaponeering asume una importancia relevante. Si se tiene la capacidad de golpear un buque enemigo con solo un lanzamiento, ¿dónde debe ser efectuado? Esto se puede replicar a cualquier blanco, ya sea marítimo, terrestre o aéreo, y debe responder al grado especifico de neutralización que se espera alcanzar. En este sentido, es importante destacar dos cosas; primero, que debe existir una clara identificación de los objetivos y una coherencia entre las capacidades de la fuerza y el grado de neutralización esperado. Cumpliendo con estas condiciones y evaluando el espacio de batalla se podrán evaluar luego diferentes cursos de acción para cada blanco, empleando diferentes cargas tácticas y diferentes plataformas para así lograr la optimización de los recursos en la consolidación del objetivo.

El desafío actual

El desafío actual consiste en la capacidad de neutralizar blancos de forma eficaz y eficiente, causando el daño requerido, minimizando recursos y disminuyendo en la mayor medida los daños colaterales. Un ejemplo que resume estos conceptos fue el ataque efectuado por un dron estadounidense MQ-9 Reaper sobre el general iraní Qasem Soleimani el 3 de enero de 2020 en la ciudad de Bagdad, Irak. En este caso, podría ser discutible si un misil era necesario para causar la muerte del general iraní, sin embargo, el empleo del dron permitió asegurar la destrucción de los vehículos y la muerte de la comitiva sin generar daños colaterales en un área de alto movimiento de población, y sin exponer a las fuerzas norteamericanas que se encontraban conduciendo el ataque.

En esta operación destaca una característica relevante y propia de la guerra de drones, que es también parte del proceso targeting/weaponeering y dice relación a la exposición del combatiente respecto al blanco. En la medida que mayor sea el alcance del arma y mejor su precisión y discriminación, menor será la exposición de la plataforma y de los combatientes frente al enemigo. Como en este caso el ataque fue materializado por un dron de largo alcance, el operador de éste nunca estuvo expuesto a un ataque y su ubicación nunca fue conocida.

El año 2020, el ataque efectuado por el MQ-9 Reaper parecía el ejemplo perfecto de demostración de poder y de capacidad tecnológica-militar para llevar a cabo un ataque de precisión sin precedentes. Ahora, cuatro años después de este caso, el empleo de drones en combate se ha masificado y asumido características diferentes. Tanto en el conflicto armado entre Israel y Hamas como en el conflicto entre Rusia y Ucrania, el empleo de vehículos no tripulados de tamaño reducido y alta capacidad de fuego ha permitido neutralizar con precisión blancos militares como unidades de infantería, buques y tanques; como por ejemplo, al atacar a este último a través del lanzamiento de una carga explosiva de forma vertical a través de una escotilla abierta en la torreta.

En este sentido, un análisis targeting/weaponeering indicaría que la mejor arma para la neutralización del blindado sería mediante un proyectil penetrante, un misil anti-tanque o un ataque explosivo a corta distancia sobre las orugas o el motor, todas de alta exposición para el personal que efectúa el ataque. Sin embargo, una pequeña carga explosiva lanzada con precisión en el momento correcto por un dron permite la neutralización de un blanco a un costo mínimo, sin la exposición del combatiente que conduce las acciones

En el mar, Ucrania ha conducido con éxito la guerra de litoral contra Rusia mediante el empleo de drones de superficie también conocidos como USV (unmanned surface vehicle) dirigidos de forma remota contra buques de guerra ¿Es esta una nueva forma de combate? La realidad es que no; el empleo de brulotes, torpedos guiados por personas, etc., permitía ya hace décadas alcanzar blancos de este tipo. La diferencia es ahora la capacidad múltiple de alcanzar blancos de alto valor militar y económico, con drones de alta capacidad de maniobra, relativamente mucho más baratos y sin la necesidad de exponer a personas a las defensas enemigas.

¿Son los drones la nueva forma de guerra asimétrica? Durante el primer semestre de 2024 debido a los avances de Israel sobre Gaza, las fuerzas de Occidente desplegadas en el Mar Rojo han incrementado las acciones contra drones hutíes lanzados desde costa sobre buques mercantes. Entre ellas, una Fragata Tipo 23, la HMS “Richmond”, reportó el pasado 9 de marzo de 2024 haber destruido con éxito dos drones mediante el empleo de dos de sus misiles “Sea Ceptor”. Lo mismo ocurrió con el destructor HMS “Diamonds” el 23 de diciembre de 2023 al derribar un dron mediante el lanzamiento de un misil “Sea Viper”. El éxito de esta acción defensiva tiene también otra interpretación; en la guerra de drones existe un aspecto crítico en cuanto a la limitación de las plataformas navales de efectuar el reaprovisionamiento de sus misiles en el área de operaciones y al costo invertido en cada uno de los misiles respecto al blanco destruido. Por lo tanto, para marinas medianas, el proceso de targeting/weaponeering debe incluir el factor económico asociado al sostenimiento de las operaciones durante un conflicto armado.

Para tener una referencia, el periodista inglés Phil Miller (2024) afirma que las fuerzas inglesas desplegadas en el mar rojo a la fecha han gastado más de 19 millones de euros en munición contra blancos hutíes. Por lo tanto, se debe tener en cuenta que el ataque efectuado por los hutíes pese a no haber logrado su objetivo sobre buques mercantes podría ser considerado de todas maneras exitoso al generar un desgaste en las fuerzas desplegadas por Occidente. De la misma forma, otro claro ejemplo es el sistema de defensa israelí “Iron Dome”, el cual resulta insostenible frente los cientos de drones lanzados a ese país, ya que según indica EuroNews (2024) cada lanzamiento de misiles “Tamir” sobre un dron cuesta aproximadamente 50.000 dólares. ¿Qué deben hacer entonces las fuerzas de defensa si esos drones son dirigidos contra blancos civiles?

De ninguna manera sería correcto o legal limitar o condicionar la defensa de los ciudadanos o la autodefensa de las Unidades de Combate al costo de las armas cuando ellas están disponibles. Sin embargo, en el aspecto logístico la limitación es real y la relación entre el stock disponible y la capacidad de producción, adquisición y puesta en servicio pueden limitar completamente las capacidades de una fuerza.

Targeting sobre vehículos no tripulados

Las características de los vehículos no tripulados los hacen blancos complejos para los actuales sistemas de armas, principalmente por su maniobrabilidad, velocidad, movilidad (punto de lanzamiento), reducida sección transversal de radar (no en todos los casos), radio de acción, autonomía, etc. El targeting sobre un vehículo no tripulado requiere de una avanzada inteligencia capaz de identificar el tipo, las características y propiedades de los vehículos empleados por el enemigo. Una vez detectado el vehículo no tripulado, ¿qué tipo de armas se debe emplear contra él?

La industria de defensa naval se encuentra en desarrollo de nuevas armas para la destrucción de drones; por ejemplo, en enero de 2024, Reino Unido efectúo la prueba del sistema de defensa laser “DragonFire”, que consiste en un Laser Direct Energy Weapon (LDEW) elaborado por el Defence Science and Technology Laboratory (DSTL). Este sistema será utilizado a bordo de las Unidades de Combate de la Royal Navy a contar del 2027 y permitirá la neutralización de drones a un considerable bajo costo. El Gobierno de Reino Unido (2024) señala:

El costo de disparar el sistema por 10 segundos equivale a usar un calentador regular solo por una hora, por lo tanto, el sistema tiene el potencial de ser a largo plazo una alternativa a bajo costo para tareas efectuadas por misiles. El costo de operar el laser es normalmente menor a 10 euros por tiro.

DragonFire no es el único desarrollo de Occidente en esta materia. Según indica Brian O´Rourke en el U.S. Naval Institute (2022), “al menos tres destructores de la clase Arleigh Burke ya estarían utilizando los sistemas AN/SEQ-4, AN/SEQ-3, y el más poderoso HELIOS”, cuya diferencia principal consiste en la cantidad de kilowatts de energía laser.

Una mirada al futuro

Los desarrollos tecnológicos de la industria de defensa y los nuevos sistemas de armas utilizados en los actuales conflictos armados en el mundo nos muestran de forma clara como vivimos el inicio de una etapa de transición que nos abre el camino a una nueva forma en cómo y dónde se efectuarán los enfrentamientos.

En esta etapa inicial, la tendencia indica que los combatientes, al conducir los ataques de vehículos no tripulados de forma remota, estarán cada vez menos expuestos al peligro del campo de batalla. Del éxito de estas operaciones de combate y de la protección de la vida humana, se podrían desprender dos aristas relevantes para la guerra del futuro. En primer lugar, la protección del operador ubicado a varias millas del lugar del ataque, le entrega una absoluta seguridad y capacidad de supervivencia frente a las defensas enemigas, disminuyendo de forma considerable las bajas en combate. Los beneficios de esto, sumado a las características ya mencionadas de la guerra de drones hacen pensar que a través del desarrollo tecnológico esta aparente invulnerabilidad permitirá que éstos puedan conducir en simultáneo varios vehículos no tripulados sobre un blanco o múltiples blancos, optimizando al máximo su empleo táctico. En esta etapa, el targeting seguirá estando definido por el operador quien de forma remota guiará o será capaz de monitorear al vehículo hasta el objetivo, siendo capaz de discriminar y abortar un ataque en caso sean expuestos civiles o el daño colateral sea inaceptable.

En segundo lugar, cuando se haya alcanzado la optimización de la capacidad humana en la conducción de los vehículos no tripulados, estos deberán ser programados para efectuar tareas de forma autónoma maximizando sus capacidades, y generando una importante controversia respecto al combate hombre-máquina y a las reglas del DIH. Como indica Osigna y Roorda (2021), “la guerra de drones es peligrosamente inmoral, matar a distancia se hará demasiado fácil y poco ético” (p.185).

En este escenario de autonomía o independencia táctica de un vehículo no tripulado, el proceso targeting/weaponeering responderá a una programación previa que debería incluir como base la capacidad de discriminación de blancos y criterios de aborto ¿Cuál sería el criterio en caso de que civiles se interpongan al blanco, o éste se desplace a un área protegida como un hospital? Este es solo un ejemplo respecto de las múltiples situaciones que podrían ocurrir en el campo de batalla. La incertidumbre está en la capacidad de entregar la instrucción a una máquina para que de forma independiente efectúe un ataque sobre un blanco humano y más allá, para que a través de la inteligencia artificial no solo aprenda cómo hacerlo, sino que se haga eficiente en ello, seleccionando la mejor arma, munición, lugar y momento. En atención a esto, el Comité Internacional de la Cruz Roja (2022) indica:

“A menudo, este modelo se considera una “caja negra”, dado que, para los humanos, es extremadamente difícil predecir, entender, explicar y probar cómo, y a partir de qué criterio, un sistema de aprendizaje automático llegará a una evaluación o a un resultado concreto.”

Este debate no es nuevo, existe abundante bibliografía respecto a este tema. Sin embargo, ahora la brecha de tiempo parece haber disminuido y lo que se consideraba como futuro lejano ya no lo es. Tal como ahora estamos en una etapa de transición donde los enfrentamientos se desarrollan con armas de distinta tecnología (cosa que ha pasado reiteradas veces en la historia), en el futuro se enfrentarán unidades autónomas con personas, momento en que los cuestionamientos éticos llegarán a su máxima expresión.

La tendencia indica que aún más allá en el futuro, los enfrentamientos serán entre unidades autónomas, unidades controladas de forma remota y otras operadas directamente por humanos. Esta revolución tecnológica generará un cambio absoluto en la forma de elaborar una estrategia de guerra, así como también en la forma de entrenar, planificar y conducir las operaciones. En esa etapa, los combates se extenderán en distintas fases hacia el espacio, haciendo los enfrentamientos cada vez más complejos.

En este nuevo contexto el proceso targeting/weaponeering será en la mayoría de los casos automatizado y controlado por inteligencia artificial que en función de criterios previamente programados decidirá sobre la vida de las personas. La pregunta será entonces ¿quién realmente tomará las decisiones?

Conclusiones

La correcta ejecución del proceso targeting/weaponering permite optimizar el empleo de las armas y recursos en la neutralización de blancos, por lo cual debe ser dominado por los especialistas en defensa, especialmente en marinas pequeñas y medianas, las cuales están exigidas de hacer uso efectivo y eficiente de sus limitados medios disponibles.

De la misma forma, la elaboración nacional o la adquisición de nuevas armas contra vehículos no tripulados de distintos tamaños y capacidades será clave para sostener durante un conflicto armado la capacidad de defensa y autodefensa de las unidades de combate.

Independiente del transcurso del tiempo y de los avances tecnológicos, el proceso targeting/weaponeering seguirá estando vigente, ya que responde a un procedimiento lógico de planificación de combate. Si bien éste mantendrá su estructura básica, se estima que en el futuro los nuevos sistemas permitirán que siga optimizándose y automatizándose cada vez más.

Targeting/Weaponeering aplicado a la guerra de drones es una puerta directa hacia el futuro de la guerra moderna, donde se integra la capacidad de los vehículos no tripulados de efectuar targeting de forma autónoma, el desarrollo de la inteligencia artificial, las nuevas armas laser y los nuevos dilemas del Derecho Internacional.

Bibliografía

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