- Fecha de publicación: 01/10/2014.
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LA MARINA ES LA AVENTURA HECHA PROFESIÓN
Pablo Müller Contreras*
S
iempre hemos escuchado que lo más importante
que tenemos en la Armada es nuestro personal,
pero sólo nos damos cuenta de la realidad de ello a
medida que acumulamos experiencia y percibimos
que efectivamente lo más complejo de administrar
es la gente, personas que llegan a la Armada con
diferentes realidades, principios, aspiraciones,
capacidades y defectos. Nuestro sistema intenta, en diferentes etapas, establecer una base común
para lograr el máximo rendimiento en beneficio
de la misión de la Armada, que sea compatible a
la vez con el desarrollo personal y profesional que
todos aspiran.
Pretendo traspasar mi experiencia de más de
30 años de servicio pensando especialmente en
los oficiales más jóvenes, quienes tendrán a su
* Contraalmirante. Oficial de Estado Mayor. Destacado Colaborador de la Revista de Marina, desde 2008.
Lo más importante es la conducción de nuestro personal, tarea a la que nos debemos con
todas nuestras capacidades; no hacerlo así constituye una falta a quienes nos confiaron
esta tremenda responsabilidad.
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cargo el destino de nuestra querida institución
los próximos 30 años, ya que si centramos
nuestro desarrollo de una manera que no logre
el equilibrio entre las innovaciones tecnológicas
y la preparación integral de las personas, no
llegaremos eficaz y eficientemente a destino; o
al menos nos demoraremos mucho en lograrlo.
Mi experiencia
Estoy absolutamente convencido que hoy es más
difícil ser Oficial en la Armada de lo que fue para
mi generación y que existe un tremendo desafío
en formar oficiales preparados para enfrentar el
escenario actual. La preparación de un oficial es
consecuencia de la formación que recibieron en
su casa, en la Escuela Naval, y posteriormente en
las distintas instancias de formación profesional;
y se perfecciona con la experiencia, el sentido
común y la convicción profunda de cuál es lo
esencial de nuestra profesión, es decir, ser un
conductor de hombres. Habiéndome retirado hace poco con más de
30 años de servicio y casi 40 desde que entré a la
Escuela Naval y analizando todo lo que la Armada
me dio, llego necesariamente a la convicción de
que más allá de los lugares que conocí, de las
tareas que realicé y de los sistemas que operé,
lo más apasionante, lo más enriquecedor, fue
la gente con la que compartí porque lo más
importante de ser conductores de hombres
es llevarlos a morir por Chile si es necesario, y
nosotros con ellos.
Recuerdo cuando llegué por primera vez como
subteniente a un patrullero en el sur, con poco más
de 20 años de edad y uno de los cabos que tenía
a cargo como oficial de división me contó que no
podía tener hijos. No recuerdo lo que le dije, pero
evidentemente no tenía ninguna herramienta
ni experiencia para aconsejar adecuadamente
a alguien con un problema así. En otra ocasión,
reaprovisionando el PVS de Diego Ramírez, una ola
tomó nuestra chalupa a remos y la dejó montada
en una roca, con serio riesgo para la dotación
que dependía de lo acertado que pudieran ser
las órdenes del joven oficial a cargo.
Dos hechos de naturaleza totalmente diferente,
pero que reflejan el amplio abanico de situaciones
a las que un oficial puede verse expuesto.
Evidentemente, ni la Escuela Naval ni los cursos
de especialidad pueden cubrir todo el espectro
de temas que un oficial debe enfrentar en la
relación con su personal, pero hay aspectos que
pueden ser mejorados. Todos hemos enfrentado
situaciones a bordo y en tierra en que sentimos
no contar con las herramientas adecuadas para
tratarlas: reglamentos que desconocíamos,
procedimientos que no dominábamos, beneficios
cuya existencia no sospechábamos, etc. Algo
tan básico como calificar a nuestro personal, no
era parte de la malla curricular en la época en
que yo estudié. Es necesario permanentemente
verificar el perfil de egreso de los guardiamarinas
de manera de ver si el producto final responde
a las necesidades actuales del servicio naval
y si ese perfil se encuentra alineado con los
programas de estudio.
Una profesión con riesgos
Aun cuando la Providencia nos ha regalado
más de un siglo de paz, nuestro país ha vivido
momentos de tensión, de crisis como consecuencia
de la situación internacional o interna y de
catástrofes naturales, las cuales han demandado
la participación de las Fuerzas Armadas y en
las que la función de mando que los oficiales
cumplen ha sido puesta a prueba, ya sea para
convencer a nuestros subalternos de la justicia
de la causa, como para ordenarles poner en
riesgo su vida en beneficio de otros. En el pasado
reciente tuvimos que hacer frente a situaciones
de catástrofe como el terremoto y tsunami de
Aysén el 2007, la erupción del volcán Chaitén el
2008, el terremoto y tsunami de la zona centro-
sur el 2010, el rescate de los mineros atrapados
en la mina San José el mismo año y este año el
terremoto del norte de nuestro país y el mega
incendio acaecido en los cerros de Valparaíso
el 12 de abril. En todas estas ocasiones el país
ha requerido la participación de sus Fuerzas
Armadas para realizar trabajos que en más de
una ocasión, implicaban un riesgo y en donde la
conducción de los oficiales ha sido fundamental
para lograr la adhesión de esos hombres a la
empresa y para extremar las medidas necesarias
para que la operación se realizara en las mejores
condiciones de seguridad posible.
MONOGRAFÍAS Y ENSAYOS: La Marina es la aventura hecha profesión
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El personal naval en un mundo
globalizado
No es difícil deducir de qué manera los cambios
en el mundo han afectado nuestra profesión,
ya que el país ha sido protagonista privilegiado
de ellos. En efecto, como consecuencia de
acertadas políticas económicas llevadas a cabo
en los últimos 40 años, el acceso a los bienes
de consumo ha ido haciéndose más fácil y
nuestro personal no ha estado ajeno a esta
realidad. La posesión de bienes, que antes eran
considerados como exclusivos de las clases más
pudientes, hoy son de patrimonio universal.
Lamentablemente, así como ha aumentado la
oferta, también lo ha hecho el endeudamiento
debido a las facilidades que otorga el mercado
de las finanzas. A diario estamos conociendo la
triste realidad de personal sobre-endeudado,
donde lamentablemente han fallado nuestros
sistemas de control y de educación. Hay algunos
que argumentarán que debemos dejar nuestra
tradicional tendencia paternalista y que cada
persona es dueña de hacer lo que estime
conveniente y asumir la consecuencia de sus
actos, pero el problema es que para nuestra
profesión una persona con exceso de deudas
es extremadamente vulnerable y presa fácil de
agentes que busquen traspasar las barreras de
seguridad institucionales.
Las redes sociales son otro invento que ha
venido a alterar nuestra vida cotidiana. Un
antiguo oficial me comentaba que al interrogar
a un teniente si tenía el control de lo que hacía
su personal, este le contestó que tenía un grupo
en Whatsapp con ellos y que por ese medio
se comunicaba. Podrá parecer muy moderno,
pero hay algo que no está bien y ello es que el
control requiere ver, oír, tocar, oler, etc., es decir,
aprehender la situación con nuestros sentidos.
Y la lealtad se gana con el contacto personal y
no a distancia.El ingreso de la mujer a la Armada, vistiendo
uniforme (ya que están en nuestra institución
desde hace muchos años), ha agregado una
nueva variable al trabajo en tierra y a bordo.
Cada día estamos conociendo hechos de la vida
diaria donde las relaciones de mando deben
estar claramente definidas para evitar malos
entendidos. Las mujeres, a mi juicio, tienen
derecho a ocupar todos los cargos y puestos
que sus capacidades les permiten, siempre
que no se vulnere su seguridad ni se afecte la
convivencia. De la misma manera, deben cumplir
todas las exigencias que sus responsabilidades
les demanden. El trato con ellas, en las horas
de trabajo principalmente, debe ser militar, sin
perjuicio de que deben cuidar de no perder,
producto de este trato, una característica tan
extraordinaria como su femineidad, ya que esto
es la esencia del aporte que hacen desde su
perspectiva a la grandeza de la Marina.
Dificultades en la conducción del personal
Los más viejos a menudo dicen que la juventud
actual es más blanda, en lo cual pueden tener
razón, pero no es culpa de los jóvenes sino de
quienes hemos cedido a las presiones con el
pretexto de acomodarnos a los nuevos tiempos.
Es razonable eliminar normas que carecen de
sentido, en particular en las escuelas matrices,
pero no podemos perder la esencia de nuestra
formación. Los comandantes deben recordar
siempre que nuestro trabajo es prepararnos para
la guerra y el que no lo tenga claro, está perdiendo
su tiempo en la Armada y nos está haciendo
perder el tiempo a nosotros. Y la guerra es una
lucha de voluntades donde vence el más fuerte,
por lo que nuestra formación debe esmerarse
en hacernos fuertes. Ello no lo conseguiremos
si no exigimos a nuestros cadetes y grumetes
fortaleza física y moral y si nos relajamos cuando
ese personal está en servicio, permitiendo que
las normas que nos han prestigiado se vulneren
sistemáticamente.
La indiferencia, un defecto intolerable
El lenguaje juvenil ha acuñado una expresión
muy elocuente cuando a uno algo lo tiene sin
cuidado, le es indiferente: “no estoy ni ahí”. ¿Puede
un oficial no estar ni ahí con lo que pasa a su
alrededor? Evidentemente con las cosas triviales
no hay problema, pero no ocurre lo mismo con la
situación nacional, con los temas valóricos, con la
religión, con el deber, etc. Las Fuerzas Armadas nos
enorgullecemos de ser el último bastión de lo que
se conoce como la cultura cristiano – occidental, la
que nos legaron nuestros antepasados, llegando
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al extremo de rendir la vida si fuese necesario. No
se trata de que todos pensemos igual, porque
de la diversidad de ideas surge la creatividad,
pero debemos tener una opinión respecto a los
temas trascendentes de la vida, ya que ellos son
la base de aquello por lo que estamos dispuestos
a dar nuestra vida: la Patria. Un oficial debe tener
opinión, la cual irá perfeccionando en base a la
cultura que obtenga y a su experiencia.
No podemos arriesgar el prestigio de la
condición de oficial si no damos una respuesta
razonable a las preguntas de nuestro personal,
que cada vez es más instruido gracias a la facilidad
de acceso a la información que hoy existe. De manera que perdiendo el miedo a opinar
diferente, uno no debe dejarse llevar por lo
que escucha de la masa sin haberlo analizado
en profundidad; quizás se llegue a las mismas
conclusiones, pero ello debe ser consecuencia de
nuestra inteligencia y no de nuestra indiferencia.
Algunas recomendaciones
Permítanme recomendar ciertas normas, en
especial para los oficiales más jóvenes:
n Formación profesional
El oficial debe sobresalir por su preparación;
debe ser el que más conozca sus sistemas y no
debe descansar hasta comprender para qué sirve
cada botón y cada palanca de su cargo. El personal
valora ser dirigidos por personas que saben o que
al menos se esfuerzan en saber. En su proceso de
formación, al recibirse de un cargo o participar
en cualquier actividad profesional, los oficiales no
deben quedarse con dudas, ya que con certeza esa
misma duda surgirá en el momento más inesperado,
cuando ya no haya nadie a quien preguntarle. En
resumen, hay que perderle miedo a preguntar
cuando uno no sabe; generalmente hay muchos
como uno, que no se atreven a hacerlo.
n Cultura general
En la misma senda de acrecentar su prestigio para
reforzar su autoridad frente a sus subordinados, el
oficial debe esmerarse en incrementar su cultura
general y creo que la manera más eficaz para
lograrlo es leer. El hábito de la lectura aporta
tremendos beneficios, ya que junto con adquirir
conocimiento, se mejora el vocabulario, la escritura
y la oratoria. Uno de los grandes problemas a que
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nFF.EE. en operaciones de registro.
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se ven enfrentados los comandantes, es que a sus
manos llegan documentos mal redactados, con
faltas graves de ortografía, problemas serios de
redacción, imprecisos, poco convincentes y sin
un hilo conductor que permita concluir lo que se
quiere en base a los antecedentes que se aportan.
En las relaciones humanas el lenguaje es muy
importante y en la vida militar es fundamental. No
es necesario, ni conveniente, recurrir a palabras
rebuscadas, pero al menos se debe utilizar una
redacción que refleje una estructura lógica de
pensamiento. Un oficial que no sepa expresarse
correctamente, de manera verbal y escrita, jamás
va a poder planificar, capacidad imprescindible
de quien quiere aspirar a los niveles más altos
del mando institucional.
n Vida interior
Me viene a la memoria ese dicho anónimo que
está a la salida de la capilla de la Escuela Naval: “el
que no sepa rezar, que vaya por esos mares, verá
que pronto lo aprende sin enseñárselo nadie.”
Nuestra profesión es pródiga en situaciones de
angustia, de incertidumbre y de peligros. La
mayoría de los comandantes reconocerán haber
rezado cuando el bote Zodiac con personal
de su buque a bordo demoraba en volver y el
viento iba en aumento, o cuando no lograba
establecerse contacto con el helicóptero en
vuelo. La vida interior, aquella en la que uno se
hace esas preguntas trascendentes de la vida, es
un complemento sustancioso de la formación
integral de un hombre de armas.
n Ejemplo
Recuerdo que siendo un joven guardiamarina
en la “Esmeralda”, en un intercambio de cámara,
un cabo me dijo que lo que más le llamaba
la atención de los oficiales era su sentido de
cumplimiento del deber, independiente de lo
que ello significara para su comodidad personal.
Es una verdad irrefutable que el mejor maestro
es el ejemplo ya que nuestro personal nos está
observando, y por supuesto, su compromiso con
la Armada no va a ser el mismo si no damos el
ejemplo en todo orden de cosas: en el trabajo,
en la puntualidad, en el lenguaje, en la tenida,
en el trato, en el deporte, en cumplimiento del
deber, etc.
nPráctica de tiro de defensa de costa.
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n Deportes y estado físico
Un oficial sin un estado físico acorde al
uniforme que viste es un desprestigio para la
Armada. Junto a la preparación profesional, la
cultura general y la vida interior, me atrevería a
decir que esta es la cuarta pata de la mesa que
soporta lo que se considera un oficial completo.
La Escuela Naval es muy exigente en la actividad
física, lamentablemente, muchos oficiales al
egresar pierden todo hábito deportivo, lo que
sumado muchas veces al cigarro y a la falta de
una dieta balanceada, los convierte en obesos
con una disminuida capacidad para enfrentar
la vida a bordo. Un oficial debe participar con
su personal en las actividades deportivas,
ya que ello le permitirá conocerlos en otra
faceta de sus vidas y ganarse su aprecio. No
importa cuanta habilidad tengan; más que
eso, importa que lo vean sudando a la par que
ellos, esforzándose y con espíritu de equipo. A
los beneficios que el deporte otorga a la salud,
se debe agregar que la práctica deportiva
despeja la mente y muchas veces permite
resolver problemas del trabajo a los que no
se les encontraba solución.
n Sentido del humor
En nuestra profesión el sentido del humor es
fundamental. El espíritu de un buque se nutre
de personal que trabaja seriamente pero que
cuando corresponde descansa, conversa, se ríe y
canta. La última noche antes del 21 de Mayo de
1879 en la “Esmeralda” fue una vigilia en la que
podemos imaginarnos a esos hombres, pese a
la situación que enfrentaban, disfrutando de la
compañía de sus camaradas, haciendo bromas,
etc. La costumbre del libro de cámara no puede
perderse, siempre que se mantenga el respeto
y la intención de reírse de los hechos más que
de las personas.
n Camaradería y amistad
Me atrevo a decir que la primera es aquella que
debe practicar todo miembro de la Armada en sus
relaciones con sus compañeros de trabajo y que
se traduce en un trato respetuoso, en visitarlos
cuando están enfermos, en ayudarlos cuando
están maquineados y en aconsejarlos cuando
están errados. Por su parte la amistad es la que
se da de manera espontánea y sin intereses
cuando compartimos valores y experiencias,
y que se va proyectando a lo largo de toda
una vida. Se puede dar entre miembros de
distinta antigüedad, aun manteniendo el trato
formal de “usted” (costumbre incomprendida por
muchos civiles). La amistad hay que cultivarla,
porque cuando menos lo esperamos, su apoyo
constituye una fuerza espiritual muy poderosa.
Hoy es más fácil que antes mantener contacto o
invitar a juntarse; toma menos de un minuto en
escribir un mail…y menos de 15 segundos en
contestarlo. La amistad en la Armada se da de
manera fácil, porque hemos compartido muchas
vivencias: el túnel de agua fría en la Escuela Naval,
los plantones 10, el viaje en la “Esmeralda”, los
embarcos, las guardias, los transbordos, etc.
No pretendo que todos quienes lean este
artículo compartan mis puntos de vista. Ellos
son fruto de mi experiencia en esta maravillosa
institución que nos da la oportunidad de servir
a Chile y su gente. En mis casi 40 años en la
Armada, he podido comprobar aquello que
el comandante de la “Esmeralda” nos dijo al
embarcarnos por primera vez: “la Marina es la
aventura hecha profesión”, profesión en la que
lo más importante es la conducción de nuestro
personal, tarea a la que nos debemos con todas
nuestras capacidades; no hacerlo así constituye
una falta a quienes nos confiaron esta tremenda
responsabilidad.
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