- Fecha de publicación: 01/08/2015.
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EL TRANSCURSO DEL TIEMPO EN LA MAR
Daniel Arellano Walbaum*
D
e los espacios que son propios al medio ambiente
del ser humano, la bóveda o esfera celeste y la
mar, son los que más se aproximan físicamente a la
idea de lo infinito, característica que se puede asociar
al concepto de tiempo. Éste no tiene principio ni fin
que esté al alcance de la comprensión humana y
sólo tenemos de él la percepción que transcurre. El
hombre ha aprendido a medirlo para fijar hitos de sus
propias vivencias en la memoria y con ello hacerlas
partícipes en la construcción de su identidad.
El universo no presenta límite o referencia alguna
en el cual fijar la vista, al igual que cuando se está
navegando lejos de la costa y sólo se aprecia el
horizonte: una línea que únicamente señala la
separación entre el agua y la atmósfera, no indica
dirección alguna y al igual que el encontrarse en
el medio de un desierto, el paso del tiempo se
puede apreciar exclusivamente con el ciclo del
día y de la noche.
La expresión “flecha del tiempo”, creada por el
astrónomo británico Arthur Eddington en 1927
y referida normalmente a la dirección en que el
tiempo se mueve, otorga una base adecuada
para expresar el transcurrir de éste en un espacio
físico vasto y sin referencias como es la mar.
El concepto enunciado por Eddington indica
que el tiempo fluye ininterrumpidamente desde
el pasado, pasa por el presente y se proyecta
al futuro, destacando su característica de ser
irreversible y una asimetría señalada por un
eje trazado en el presente, que distingue la
inmutabilidad y certitud del pasado frente a la
incertidumbre del futuro.
La influencia del tiempo en el ser humano
En el medio que es propio al ser humano, la Tierra,
los acontecimientos que pasan a formar parte de la
vida del hombre y en consecuencia de su identidad,
éste dispone de variadas referencias para fijarlos
en su memoria, tales como las estaciones del año,
fenómenos naturales y eventos circunstanciales,
entre otros, aparte de la referencia más notable que
es el ciclo entre el día y la noche. En la inmensidad
del océano, este último ciclo mencionado
conforma la base fundamental de tiempo para fijar
acontecimientos y determinar actividades que por
lo general se proyectan hacia el futuro. Las únicas
referencias disponibles en la mar, proporcionadas
por la esfera celeste, fundamentalmente planetas y
estrellas, que a su vez cambian de posición en ciclos
que fueron observados por siglos, exigió el estudio
y medición de sus posiciones relativas induciendo
a la creación de instrumentos precisos, que en
combinación con otros tales como la brújula, que
aprovecha el magnetismo terrestre, permitieron al
* Contraalmirante. Magíster en Etnopsicología PUCV.
Una vez que comienza la navegación mar adentro se termina el enlace con tierra, el buque
y su tripulación entran en una dimensión de tiempo que les es propia, carente de noticias y
de situaciones familiares de los miembros de su dotación, quienes atentos a las condiciones
meteorológicas, comienzan a vivir en un tiempo marcado por los deberes individuales y
rutinas colectivas, en espera de la recalada a puerto.
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hombre fijar su posición en el “tiempo presente”,
que junto a su memoria del “tiempo pasado”, le
otorgaron la capacidad para proyectar la dirección
y su eventual posición futura.
De los tres elementos necesarios para fijar
la posición en la vastedad oceánica, astros,
brújula y tiempo, los dos primeros obedecen a
condiciones proporcionadas por el universo y la
naturaleza; sólo el tiempo y en forma específica
su medición, requirió del ingenio humano para
crear instrumentos precisos que le permitieran
enfrentar un medio hostil como es el mar,
dependiendo de la exactitud y cuidado de ellos
el éxito o fracaso de una tarea y en muchos casos
la vida o la muerte de una nave y su tripulación.
Es así como la medición del tiempo pasó a
conformar un elemento indispensable para
la vida de quienes se aventuraban en la mar,
determinando actitudes, preocupaciones y
condicionamientos en torno al instrumental
cronométrico y la medición que éste indicaba.
En relación a la identidad, si se asume que
ella corresponde a “una cualidad o conjunto
de cualidades con las que una persona o grupo
de personas se ven íntimamente conectados”, 1
es posible identificar a la puntualidad como
una virtud requerida para el desempeño de
actividades en la mar, además de la existencia
de parámetros de medición del tiempo que les
son propios, y una lógica de planificación que
difiere de lo habitual en las actividades terrestres.
Para fundamentar lo expresado, se indicarán
algunos ejemplos, comenzando por la puntualidad
y algunas actitudes y costumbres determinadas
por ella.
El ritual del zarpe
La hora de zarpe de una nave señala un hito
de singular importancia: una vez que ésta está en
movimiento, ya no es posible abordarla sin causar
trastornos y siempre y cuando esto sea factible.
De no suceder esto último, implica la ausencia
de una persona que conformaba parte de un
equipo indispensable para conducirla y con ello
se recarga el trabajo de otros. Hasta pocos años
atrás, y aún en esta época, el no estar presente a la
hora del zarpe significaba una larga espera o una
estadía forzosa en territorio que no era el propio y
ocasionalmente hostil. El acudir puntualmente o
estar presente a la hora, era una imposición que, de
ser transgredida, significaba penurias, problemas
y sanciones que incluso, antaño, podían significar
la muerte al consumarse el delito de deserción.
En el transcurso del tiempo y siempre teniendo
presente la gravedad de no presentarse a la
hora del zarpe, surgió un concepto denominado
“resguardo marinero”, que dice relación con
la previsión de tiempo necesario para llegar
puntualmente a la hora a cualquier actividad
y así absorber todo imprevisto que pudiese
causar algún atraso. De este concepto, que no
posee definición propia, se puede decir que el
tiempo necesario de “resguardo marinero” es
proporcionalmente directo a la distancia que
se debe recorrer para llegar puntualmente al
destino y las dificultades que presenta el trayecto.
Constituye así un elemento de identidad propia
de las personas que conforman equipos de
trabajo en organizaciones vinculadas al mar.
Esta cualidad es educada desde los inicios del
entrenamiento profesional, siendo la “hora de
recogida” al establecimiento formativo de los
futuros marinos, el equivalente a la “hora de
zarpe”, no permitiéndose atrasos y de existir,
son sancionados severamente.
Ya en la mar, la ausencia de referencias en la
navegación “de altura” u “oceánica” genera un “espacio
de tiempo” que carece de importancia relativa en la
vida de las personas que deben cubrir ese espacio
y del que se es consciente sólo en términos de “días
desde el zarpe”, “días de navegación transcurridos” o
“días restantes para la recalada“, siendo esta última
referencia la más usual.En la época en que la velocidad de una nave
no era constante sino que dependiente del
viento, la medida “días restantes para la recalada”
variaba continuamente, dependiendo de cada
“singladura” (distancia navegada en 24 horas),
que era acuciosamente calculada en base a la
observación de los astros y en particular del sol.
De esa manera surge un condicionamiento,
también relacionado con la puntualidad y la fijación
de “marcas” en el tiempo, referido a la observación
de los astros en la esfera celeste, en atención a
que ésta sólo se puede efectuar en un período
TEMA DE PORTADA: El transcurso del tiempo en la mar
1. Identidad chilena. Jorge Larraín. LOM Ediciones. Pág. 23.
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limitado de tiempo: la observación astronómica
requiere contar con la referencia simultánea de
un horizonte visible y de las estrellas, cuya débil
luminosidad, dejan un escaso marco de tiempo
para efectuar las mediciones, comprendido entre
el ocaso del sol y el término del crepúsculo o entre
el comienzo de la aurora y el orto (salida) de sol. La
medición de la altura angular respecto al horizonte
del astro observado es registrada con exactitud,
al igual que la hora en que se midió, con una
precisión al segundo. Esa hora está referida a la
hora media del meridiano de Greenwich, referencia
de todos los registros astronómicos y con cuyo
patrón se comparaban antiguamente todos los
cronómetros de las naves o se determinaba su
diferencia, ya en tiempos modernos, con señales
de radio difundidas en horarios establecidos.
La observación del paso del sol por el meridiano
del lugar determina la latitud de una nave, es
decir su posición con referencia a la línea del
Ecuador; es el instante en que el sol llega al cenit
(su punto más alto) y comienza a descender,
señalando el mediodía. La observación de
ese instante implica la medición de la altura
vertical del sol y la hora en que se produjo.
Esa medición, junto a otra efectuada también
al sol a media mañana o media tarde, permite
fijar exactamente la posición del observador
respecto al globo terráqueo. La precisa medición
de la hora de las observaciones y un cuidadoso
mantenimiento de los cronómetros, constituye
una preocupación fundamental para el marino,
que ve condicionada su vida en la mar a la
observación de astros en momentos limitados
y bien específicos del día.
La planificación de actividades en la mar también
se ve afectada por el tiempo: normalmente se
fija la fecha y hora de recalada con luz diurna,
se determina la velocidad a navegar y en base
a ello se fija la fecha y hora de zarpe. Existen
otros condicionamientos tales como mareas y
corrientes, que convenientemente tabuladas
permiten determinar “la hora de la estoa” (período
de tiempo en que la dirección de la corriente
cambia de una dirección a la opuesta) o la hora
de la plea o bajamar, fundamental para una
recalada segura a puerto. Nuevamente adquiere
importancia la correcta medición del tiempo.En ejemplos propios de nuestro territorio, la
navegación del Canal de Chacao requiere de una
especial consideración, dadas las fuertes corrientes
de flujo o reflujo que se puede experimentar, a
lo que se agrega la presencia de bajos fondos y
rocas sumergidas. Una mala planificación para
ingresar el canal en una nave de poco poder de
propulsión puede dificultar significativamente
su paso, al verse reducido en forma notable el
andar y la capacidad de maniobra por efecto de
la corriente; por el contrario, navegar el canal en
el período de la estoa o con corriente levemente
a favor puede resultar muy beneficioso.
Hay otros lugares como la Angostura Inglesa
o el Paso Kirke, en los cuales la tolerancia en
cuanto al momento de navegarlos es bastante
reducida o casi nula. La hora de la estoa es
determinante para efectuar la travesía. En
base a ella se debe planificar la llegada a ese
accidente geográfico, para lo cual se fija la hora
de zarpe o se ajusta el andar para cumplir con
el horario. La voluntad del hombre se ve sujeta
a las condiciones impuestas por la naturaleza
y la precisión del ingenio creado para medir el
tiempo: el cronómetro ya citado.
En la amplitud oceánica, de singular notoriedad
es la relación entre el tiempo, la distancia y la
velocidad. En ausencia de referencias o rutas
determinadas por accidentes geográficos como es
el caso terrestre, y ante la presencia de fenómenos
meteorológicos como viento, olas y corrientes, la
distancia a cubrir en la navegación no siempre
es la ruta más directa entre el punto de salida
y el de llegada, como asimismo la ejecución de
una tarea determinada no siempre se lleva a
cabo cuando se llega al lugar de recalada. La
naturaleza obliga a efectuar “bordadas” (cambios
de dirección para aprovechar el viento o evitar
golpes de mar como consecuencia de las olas) o
esperar por un tiempo determinado condiciones
meteorológicas favorables para cumplir con la
misión encomendada. El registro náutico menciona
innumerables casos que corroboran lo expresado,
destacándose los esfuerzos desplegados por los
veleros para “doblar el Cabo de Hornos” medidos
en la cantidad de días y bordadas ejecutadas
para lograrlo; la obligada reducción en el andar
de grandes y modernas unidades afectadas por
mares tempestuosos, o la larga espera necesaria
para reabastecer un faro en el sur de nuestro
país, que llevó a bautizar el puerto utilizado de
refugio como “Puerto Cuarenta Días”.
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El ciclo del día y la noche
Otra circunstancia relacionada directamente con
el ciclo del día y la noche, queda en evidencia en
las navegaciones en sentido norte – sur: la cantidad
de horas de luz y oscuridad varía conforme se
avanza en latitud hacia los polos, dependiendo
ello también de la época del año. Los largos días
son por lo general bienvenidos, no así las largas
noches que afectan negativamente al ser humano.
Las navegaciones en sentido este – weste
también tienen un efecto. Dependiendo de la
dirección de la navegación, la salida y puesta
del sol se produce más temprano o más tarde,
obligando a cambiar la hora con cierta frecuencia.
El cruce del meridiano 180º tiene una connotación
especial: se pierde o se repite un día, dadas
las convenciones internacionales establecidas
respecto al calendario.
Anteriormente se había mencionado que la
ausencia de referencias en la navegación “de altura”
u “oceánica” genera un “espacio de tiempo” que
pierde importancia en la vida de las personas del
que se es consciente sólo en términos de “días
desde” o “días restantes para“. Si a lo anterior
se agrega la falta de elementos externos tales
como periódicos, noticias u hechos ajenos a la
nave, en navegaciones prolongadas se tiende a
perder la noción de la fecha y día de la semana,
quedando éstos señalados por indicativos ajenos
a todo calendario, normalmente por costumbres
y hábitos de otro orden: “hay servicio religioso
por lo tanto es día domingo”, o en el caso de la
Armada de Chile, “hay empanadas y cazuela al
almuerzo; hoy es jueves”.
En el mismo contexto anterior, se presentan
situaciones similares para aquellas personas que
por sus labores a bordo no tienen visión hacia
el exterior. Es el caso de quienes laboran en las
máquinas de un buque y cuya rutina diaria los limita
a desplazarse por espacios interiores. Para ellos, el
día está marcado por los horarios de alimentación
y la hora por el tipo de comida que ingieren.
Un caso más extremo aún se da en los submarinos,
en los cuales el día y noche no son percibidos en
forma directa y que para efectos prácticos ello
no tiene importancia alguna. Al interior de un
submarino se sabe que es de noche cuando se
apagan las luces normales y se encienden luces
rojas en los compartimentos principales, condición
necesaria para que aquellos que deben observar
hacia el exterior por los periscopios, tengan su
visión adaptada a la oscuridad.
Conclusiones
Por los casos y ejemplos expuestos de actividades
en la mar, se puede concluir que el transcurrir
del tiempo queda fijado por variadas actividades
que condicionan la vida del ser humano tanto
en la ocasión como en cuanto a la premura con
que debe actuar. El tiempo sobra o es escaso
según sea la actividad a ejecutar; la naturaleza
y sus ciclos determinan el momento en que se
puede llevar a cabo una tarea o aprovechar los
elementos en beneficio propio, no hay rutas
preestablecidas ni referencias que no sean las
proporcionadas por la esfera celeste (no siempre
disponibles), para determinar distancias navegadas
o posición de la nave.
Todo lo anterior determina un marco de
incertidumbre en el cual se desenvuelven las
actividades marinas. Roto el enlace con tierra, la
nave y su tripulación entran en una dimensión
de tiempo que les es propia, carente de noticias
y de situaciones familiares de los miembros de
su dotación, quienes atentos a las condiciones
meteorológicas, comienzan a vivir en un tiempo
marcado por los deberes individuales y rutinas
colectivas, en espera de la recalada a puerto.
Los eventos del mundo y también los del
propio país pierden importancia y respecto a los
problemas familiares, nada se puede hacer desde
la inmensidad del océano. El capitán constituye
la máxima autoridad; es quien, asesorado por sus
colaboradores directos, debe tomar las decisiones
en la soledad de su puesto. Aún en nuestros
días, con comunicaciones satelitales y eficientes
sistemas de posicionamiento, la relación espacio
- tiempo que se da en la mar y su influencia en
el ser humano, mantiene características que han
permanecido inalterables desde los primeros
registros de la historia de la navegación.
TEMA DE PORTADA: El transcurso del tiempo en la mar
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