- Fecha de publicación: 01/08/1979.
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"El Beagle. Historia de una controversia.*
de Sergio Villalobos R., Editorial "Andrés Bello*, 1979
Por
Andrés ANDES
L PRO FESO R Sergio
Villalobos acaba
de publicar una breve
obra sobre el problema
del Canal Beagle
que viene a complementar los dos macizos
volúmenes del diplomático Germán Carrasco
Domínguez que ya comentáramos. (1)
Aunque breve, el libro reúne documentadamente
lo esencial de los antecedentes sobre la
controversia, desde la época de los conquistadores,
en que las reales cédulas de España pusieron
reiteradamente bajo la jurisdicción de Chile la
región del Estrecho de Magallanes y los territorios
de más al sur. Bajo el régimen colonial,
también las expediciones a la zona austral dependían
del Reyno de Chile, como era lógico,
dadas la cercanía geográfica y la necesidad de
proteger las costas del Pacífico de la amenaza
depredadora de piratas y corsarios ingleses y
holandeses. Ya en la era republicana, la expedición
organizada por el Almirantazgo británicos
(1) “El laudo arbitral del Canal Beagle” y “Argentina y el laudo arbitral del Canal Beagle", por Germán
Carrasco. Andrés Andes en REVISTA DE MARINA, enero-febrero 1979.
514 REVISTA DE MARINA (JULIO-AGOSTO 1979)
compuesta por la “ Adventure", al mando del
capitán Phillip Parker King, y la “ Beagle", comandada
por el capitán Robert Fitz-Roy, realizó
importantes trabajos científicos en la región
austral de América del Sur, con la anuencia
y el beneplácito del Gobierno de Chile.
Como es sabido, la “ Beagle" descubrió el
canal que lleva su nombre, y el cual, según sus
primeros exploradores, “ se extiende desde Bahía
Cook al Cabo San Pío en una longitud de
120 millas, su curso es aproximadamente de este
a oeste, es extremadamente recto y sus lados
paralelos, su ancho es de alrededor de dos
millas; por el oriente sale al mar de afuera en
dirección este-sur—este por una sola boca y en
su curso medio se le junta el Paso Murray".
En seguida, el autor se refiere a la situación
en extremo delicada que vivía Chile en
1881, en pleno conflicto con Perú y Bol ¡vía,
cuando “ se vio obligado a negociar en un pie
desfavorable para los intereses del país y hubo
de ceder en más de algún aspecto. No podía ser
de otro modo: si se había echado encima dos
enemigos irreconciliables en el Pacífico, la menor
prudencia recomendaba no echarse otro
por el lado del Atlántico".
En este terreno, Sergio Villalobos se coloca
a medio camino entre las obras eminentemente
objetivas de Germán Carrasco y el apasionado
y apasionante ensayo de Oscar Espinosa
Moraga “ El aislamiento de Chile" (Ed. Nascimento,
Santiago, 1961), que no ha perdido su
actualidad y que todo chileno debiera leer.
En efecto, mientras “ El laudo arbitral del
Canal Beagle" y “ Argentina y el laudo arbitral
del Canal Beagle" se limitan a presentar el desarrollo
de los acontecimientos sin ninguna clase
de comentarios, el libro de Oscar Espinosa marca
el acento en la alianza secreta peruano—boliviano—argentina,
que—dice-“ simboliza, a mi
juicio con notable nitidez, el fenómeno de su
enclaustramiento (de Chile) que hoy en día
adquiere contornos inquietantes y dramáticos".
Nótese que esto fue escrito hace prácticamente
dos décadas.
Pero, de todos modos, quien lea el libro
de Sergio Villalobos tampoco tendrá ninguna
duda de los derechos cuatriseculares de Chile al
Canal Beagle, confirmados por el Tratado de
1881 y por los innúmeros testimonios de geógrafos
británicos, franceses y argentinos. Entre
estos últimos, vale la pena citar el del famoso
perito de límites con Chile y Director de la Oficina
de Límites de Argentina, Francisco P. Moreno,
quien, a raíz de la reclamación de su
país en 1915, manifestó su opinión enfática en
un memorándum oficial: “ No atino a explicarme
por qué el Gobierno argentino pretende hoy
soberanía sobre las islas Picton, Nueva, Lennox,
etc, fundándose en los tratados vigentes, es decir,
en el de 1881 y en el Protocolo de 1893,
cuando el primero de ellos lo invalida para tal
pretensión y el segundo nada tiene que ver con
la demarcación en el Beagle. Insisto, la mención
en el Tratado de 1881, como excepción de la
Isla de los Estados lo hará perder el pleito tan
malamente planteado".
El profesor Villalobos pasa revista a los
acontecimientos suscitados a partir de 1915, en
que el Gobierno chileno aceptó graciosamente
colocar sus islas en un plano litigioso, y en
apretada síntesis nos recuerda las gestiones de
1938 para designar árbitro al Honorable Homer
Cummings, Procurador General de los Estados
Unidos de América, convenio que ratificaba el
tradicional principio del arbitraje, pero que quedó
sin sancionar, y los nuevos intentos de 1954
para llegar a una solución, también sin resultado.
Se refiere en detalle a los desgraciados incidentes
de 1958 en el islote Snipe, en que un buque
de guerra argentino destruyó el faro instalado
en territorio chileno, cuya soberanía jamás
había sido discutida, e instaló una baliza, y
al ser ésta desmantelada por el patrullero “ Lientur",
el destructor argentino “ San Juan" no solamente
la colocó de nuevo, sino que desembarcó
80 hombres en pie de guerra, mientras su
Gobierno entregaba al de Chile una nota “ que
contenía apreciaciones falsas y un conjunto de
errores que dejó en muy mal pie la competencia
de la Cancillería argentina".
A continuación, hace mención del Protocolo
de 1960, por el cual se acordaba llevar el
diferendo a la Corte Internacional de Justicia
de La Haya, pero reconociéndose previamente
-sin ninguna compensación- que el límite en el
Beagle correría por la línea media del canal, y
negociándose un acuerdo para establecer un
convenio de navegación que permitiría el “ paso
inocente" de barcos de guerra argentinos por
los canales fueguinos, lo cual no tenía justificación
alguna. Como dice el autor, “ tales circunstancias
rodearon de impopularidad a los convenios,
que no llegaron a prosperar en el Congreso
Nacional y fueron retirados por el Presidente
Eduardo Frei al comenzar su administración".
COMENTARIO DE LIBROS
Esta es la esencia de la verdad. Pero faltó
agregar que el repudio popular a los desafortunados
convenios se debió en buena parte a la
patriótica acción de la prensa chilena, en una
campaña encabezada por el entonces influyente
diario “ La Unión" de Valparaíso -hoy lamentablemente
desaparecido-bajo la dirección
de ese notable y valiente periodista que se llamó
Alfredo Silva Carvallo. Nos correspondió el
privilegio de participar-con nuestros apreciados
compañeros de redacción Salvador Reyes y
Enrique Pascal G.H. y con el especializado
aporte del capitán de navio Alberto Andrade
Taraba—en esa vigilia de prensa, tan importante
para preservar la soberanía nacional como la
vigilia de armas que mantienen permanentemente
las Fuerzas Armadas de la República.
Nuevamente en 1965 se iniciaron gestiones
a nivel de Cancillerías para acordar el arbitraje
y hubo otra entrevista presidencial, sin
que tampoco se llegara a resultados positivos.
Al contrario, se produjeron nuevos incidentes,
como la celada tendida a los Carabineros de
Chile en la Laguna del Desierto, en que fue
masacrado el teniente Hernán Merino, y más
tarde, en noviembre de 1967, la provocación a
la torpedera “ Quidora" en el Canal Bcagle.
Finalmente, en diciembre de 1967 el gobierno
del Presidente Frei decidió recurrir a los
medios establecidos en el Tratado General de
Arbitraje de 1902 y solicitó unilateral mente al
Gobierno de Su Majestad Británica que, en su
calidad de árbitro permanente, dirimiera la controversia
suscitada a raíz de las pretensiones de
Argentina en la zona del Beagle. No cabía otra
solución, agotadas las negociaciones directas
después de más de cincuenta años de infructuosos
intentos.
Sin embargo, habían de trascurrir aún
cuatro años más para que Argentina aceptara el
arbitraje, no sin que antes Chile cediera en el
sentido que, si bien se mantenía la Corona británica
como árbitro, delegaría su responsabilidad
en un Tribunal Arbitral compuesto por
cinco miembros de la Corte Internacional de
Justicia de La Haya.
Como es público y notorio, el Laudo Arbitral
adoptado por unanimidad de los miembros
de la Corte y sancionado por Su Majestad
la Reina Isabel II de Gran Bretaña el 18 de
abril de 1977, acogió en lo fundamental las posiciones
planteadas por los representantes chilenos.
Así, por ejemplo, declaró que el Tratado
de 1881 había sido una transacción PatagoniaMagallanes
y no —como pretendía Argentinaque
el Estrecho de Magallanes había sido cedido
a Chile a cambio del “ principio atlántico";
aceptó la tesis chilena del verdadero alcance
que dieron los firmantes del Tratado al trazado
del Canal Beagle; y estableció que el “ principio
oceánico" no fue aplicado a la zona austral insular
y por lo tanto no podía existir un límite
vertical, como sería el meridiano del Cabo de
Hornos.
El libro que comentamos alude a la situación
creada en el vecino país a raíz del fallo arbitral,
en que una bien orquestada campaña de
prensa y las declaraciones de ciertos personeros
de gobierno prepararon la opinión pública argentina
y el ambiente internacional para proceder
unilateral mente a “ declarar insanablemente
nula-de acuerdo con el derecho internacional
(sic)—la decisión del árbitro", por medio de un
documento oficial entregado a la Cancillería
chilena, y difundido “ urbi et orbi" el 25 de
enero de 1978.
Para el Gobierno argentino, la decisión
arbitral adolecía de defectos graves y numerosos,
según los argumentos que se reproducen a
la letra y se refutan uno por uno en la citada
obra. Queda en evidencia que las causales invocadas
por la Cancillería trasandina para pretender
invalidar el fallo arbitral no son en absoluto
valederas y que la declaración de nulidad carece
de todo valor jurídico y moral y no altera el
carácter inviolable, obligatorio, final e inapelable
del laudo arbitral. De ahí que, con toda razón,
el Gobierno de Chile haya declarado en su
oportunidad que “ la posición jurídica de Argentina
es tan inconsistente que no le ha permitido
hacer uso del recurso de revisión que ha estado
abierto a ambas partes desde la notificación del
laudo y que ninguna de las razones que ella ha
invocado es procedente ni justificable a la luz
del derecho de gentes".
En suma, la excelente obra de Sergio
Villalobos resulta oportuna y necesaria para dar
a conocer, documentada y objetivamente, los
aspectos esenciales de la controversia chilenoargentina
por el Canal Beagle.
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