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Submarinos clase 209: 40 años desde las profundidades

Submarinos clase 209: 40 años desde las profundidades

  • CHRISTOPHER GREEN VACCAREZZA

By CHRISTOPHER GREEN VACCAREZZA

  • Received at: 08/04/2024
  • Published at: 27/06/2024. Visto 679 veces.
  • Abstract (spanish):

    Próximos a cumplir 40 años de servicios ininterrumpidos en la Institución, es pertinente analizar la contribución de los submarinos de la clase 209 a la misión permanente de la Armada. Su renovación, considerando la rápida evolución del ámbito de la defensa en el escenario mundial actual, adquiere una especial relevancia para continuar explotando este medio en el futuro.

  • Keywords (spanish): Clase 209, renovación.
  • Abstract:

    This article analyzes the Type 209 submarines and its contribution to the fundamental mission of the Chilean Navy. Nearing forty years of continuous service, their replacement, considering today´s fast development of the defense sector, is of the upmost importance to keep operating and exploiting these assets in the future.

  • Keywords: Type 209, replacement.

Los submarinos “Thomson” y “Simpson”, en servicio en la Armada de Chile desde el año 1984, corresponden a uno de los últimos modelos de la exitosa clase 209, desarrollada en la década de los sesenta y mejorada para adaptarse a los desafíos de fines del siglo XX, con una marcada capacidad oceánica, gran poder de fuego, sistemas de detección acústicos y no acústicos que le permitían cumplir a cabalidad con la totalidad de los roles normalmente asignados a este tipo de unidades, representando un importante salto tecnológico respecto a sus antecesores. Durante sus años de servicio han patrullado en la profundidad del Pacífico, desde los complejos mares australes, en cercanías del cabo de Hornos, hasta más allá de Rapa Nui por el weste y por el norte, en ambas costas de los Estados Unidos, incluido el archipiélago de Hawaii, como un elemento más de las fuerzas de entrenamiento multinacionales. Durante este tiempo, han complementando el entrenamiento para el cumplimiento de sus roles con operaciones de cooperación internacional y de apoyo a la seguridad e integridad territorial de nuestro país.

La conmemoración de sus 40 años permite analizar, desde una perspectiva integral, cómo la Fuerza de Submarinos de la Armada de Chile ha sido capaz de adaptar estas unidades a distintos escenarios, contribuyendo al desarrollo del Estado a través de tareas que no solo se centran en su función principal de defensa; aprovechando su versatilidad, pueden custodiar en forma efectiva los intereses nacionales en el mar, explotando sus principales características, tales como su furtividad, permanencia, autonomía y capacidad de detección y clasificación, aportando a un panorama común marítimo que permite tener un control efectivo de los espacios marítimos nacionales. Lo anterior, considerando la cada vez más importante relevancia de este tipo de Unidades a nivel local y mundial, considerando los escenarios prospectivos del siglo XXI.

En sus 107 años de historia, la Fuerza de Submarinos se ha constituido como uno de los brazos operativos de la Armada, reconocida por su capacidad de influir en diversas áreas de misión de la defensa. Esta organización ha destacado históricamente por el elevado grado de actividad operativa de sus unidades y, por sobre todo, por el profesionalismo, motivación, capacidad de liderazgo y cohesión de su capital humano, fruto de años de experiencia y buenas prácticas. El presente artículo describirá algunos de los principales hitos en el desarrollo de esta fuerza, analizando posteriormente el por qué es importante mantener este tipo de unidades, las que lejos de estar obsoletas, han evolucionado para convertirse en uno de los principales brazos operacionales de cualquier armada que se aprecie como una fuerza balanceada.

Desde el presente y con una mirada hacia el futuro, se exponen algunas de las capacidades con las que cuentan nuestros submarinos, finalizando con un análisis que incluye los proyectos de modernización implementados a bordo de los actuales “Thomson” y “Simpson”, así como la creciente importancia de avanzar, en el corto plazo, en el plan de renovación de ambas unidades. Sin duda, esto último será un desafío a nivel país, que contribuirá a seguir explotando con seguridad y capacidades acorde a los escenarios actuales que impone el ámbito de la defensa en que está inserta la Armada de Chile, el extenso medio submarino que forma el área de responsabilidad de nuestro país en el océano pacífico. 

De los submarinos “H” a los “209”

La Armada, a través de su historia, se ha mantenido como una fuerza operativa balanceada mediante la incorporación de nuevas capacidades que fueron complementando a la tradicional fuerza de superficie, como en su minuto fueron la Fuerza de Submarinos y la Aviación Naval, permitiendo de esa forma operar tanto en la superficie como sobre y bajo ésta. Respecto a la capacidad de operar submarinos como arma de ataque y elemento importante para apoyar a la disuasión, desde fines de la década de 1890, autoridades navales destinadas a cumplir servicios en el extranjero, particularmente en Estados Unidos y Europa, comenzaron a informar a sus mandos en Chile acerca de las experiencias obtenidas en esos países, respecto de las virtudes y ventajas operativas de incorporar las nuevas capacidades que aportaban los submarinos.

Esto último contribuyó a que en el año 1911 se iniciara la adquisición de los dos primeros sumergibles nacionales de la clase “H”, que serían construidos por la Electric Boat Company en Seattle, Estados Unidos. Sin embargo, producto del inicio de la Primera Guerra Mundial, estas unidades nunca llegaron a formar parte de lista naval, debido a la necesidad del Reino Unido de que ambos fueran operados por  Canadá, para su empleo en la costa weste, dada sus capacidades de contención “de una flota hostil de considerables proporciones” (Sapunar, 1978, p. 391). Dada la comprensión de la importancia de este tipo de unidades, la Armada insistió en su incorporación la que fue finalmente lograda en el año 1917, cuando se izó el pabellón nacional en seis sumergibles de la clase “H”, bautizados como “Guacolda”, “Tegualda”, “Rucumilla”, Quidora”, “Fresia y “Guale”. A estos los siguieron tres submarinos de la clase “O”, de mayores capacidades, construidos en 1928 en el Reino Unido y que fueron bautizados como “Simpson”, “Thomson” y “O’Brien”, siendo estos reemplazados en 1961 por dos submarinos de la clase Fleet, construidos en astilleros norteamericanos durante la II Guerra y renombrados como “Simpson” y “Thomson”.

A mediados de la década de 1960, la Institución inició un plan de fortalecimiento de sus capacidades, que incluyó la renovación de sus submarinos, idealmente con unidades de construcción alemana ya que hacia esos años la industria de ese país se posicionaba como un atractivo y seguro proveedor de este tipo de plataformas. No obstante, se recibió una atractiva oferta de las autoridades británicas, la cual incluía la construcción de dos submarinos y dos fragatas de la clase Leander. El gobierno chileno optó finalmente en 1969 por esta última oferta, lo que permitió adquirir dos submarinos clase Oberon, el “O’Brien” y el “Hyatt”, iniciándose su construcción en febrero de 1970. 

Los tiempos involucrados en proyectos de este tipo significaron que, a contar de 1974 y debido a la baja del “Thomson”, de la clase Fleet, la Armada contara con solo un submarino en servicio, en este caso su gemelo, el “Simpson”. Afortunadamente, la llegada del “O’Brien” en julio de 1976 y del “Hyatt”, en abril de 1977, cuyo proyecto contempló además someter por primera vez a las dotaciones de submarinistas chilenos a la escuela de entrenamiento británica, permitió aumentar las capacidades de la Fuerza de Submarinos, en un momento relevante para la historia de nuestro país, dadas las tensiones con Argentina que derivaron en la denominada crisis del canal Beagle en 1978. 

Dada la experiencia adquirida durante la operación de este tipo de plataformas, relativa a la importancia para nuestro país de mantener una fuerza submarina entrenada y consolidada, pero entendiendo al mismo tiempo la relevancia de iniciar proyectos de este tipo con la suficiente antelación, el alto mando naval dispuso iniciar, a mediados de los años 70´, un proyecto de renovación de submarinos. Esta gestión permitió que en el año 1981 fuera firmado el Decreto Supremo que autorizaba a la Armada a contratar al astillero Howaldtswerke-Deutsche Werft (HDW) en Kiel, Alemania, la construcción de dos submarinos de la clase 209, modelo 1400L. Estas unidades representaban un importante salto tecnológico para la Institución y la Fuerza de Submarinos, incorporando capacidades hasta esa fecha innovadoras, como un casco en forma “gota de agua”, torpedo filoguiado SUT 266 y sonares de última generación. En mayo y septiembre de 1984 los nuevos submarinos 209 “Thomson” y “Simpson”, respectivamente, se incorporaron a la manada, marcando un antes y un después en las operaciones submarinas nacionales.

Dentro de los hitos más relevantes cumplidos por los submarinos 209 durante sus 40 años de operación, destacan para el caso del “Thomson”, en 1994, el haber sido el primer submarino nacional en participar en ejercicios internacionales en Estados Unidos, en el marco de la operación “Black”. Posteriormente, este tipo de unidades han sumado una serie de despliegues internacionales al teatro de operaciones del Pacífico Norte, dentro de los que se encuentran el ejercicio multinacional RIMPAC (1996), la operación “Pacífico” (1997), la operación “América” (2001 y 2004) y, a contar de 2007, la operación DESI (Diesel Electric Submarine Initative), donde esta clase ha participado un total de siete veces, seis en la costa este y una en la costa weste de Estados Unidos. La última participación en una operación DESI de un submarino 209 fue efectuada por el submarino “Simpson” en 2018, en el área de San Diego, California.

A lo largo de las costas de Chile, estos submarinos han efectuado patrullas desde Arica al cabo de Hornos, incluyendo operaciones de vigilancia oceánica y fiscalización pesquera en diferentes áreas dentro del mar presencial y áreas de interés, contribuyendo a la seguridad en las aguas que comprenden los territorios insulares de Rapa Nui, Juan Fernández e Islas Salas y Gómez. Hoy en día, los submarinos 209 “Thomson” y “Simpson”, junto a los submarinos de la clase Scorpene “O’Higgins” y “Carrera”, conforman una Fuerza de Submarinos moderna, cuyas capacidades tecnológicas y sus características operacionales -permanencia, alcance y furtividad- constituyen una herramienta irremplazable que otorga capacidades únicas al Estado.

¿Por qué Chile debe contar con submarinos?

Dado el costo de estas unidades, resulta frecuente preguntarse si su contribución a la defensa sigue siendo tan relevante como lo fue en el último siglo y, por otra parte, si dada su vida útil en torno a los 40 años, se hace justificable reinvertir en ellas. Para poder responder estas interrogantes es necesario repasar algunos conceptos, que relacionan las capacidades únicas de los submarinos con su contribución a la estrategia militar marítima del país.

En primer lugar resulta conveniente profundizar respecto al concepto de disuasión, que puede explicarse como el esfuerzo por mantener el status quo mediante la sola amenaza o posibilidad del uso de la fuerza (Frieden, Lake & Schultz, 2010). También se puede entender como la amenaza de utilizar la fuerza para desalentar a un oponente de realizar una acción no deseada (Rühle, 2015). De forma más simple, Davies (2016) la define como el arte de ser capaz de amenazar creíblemente a un potencial adversario, con más castigo que ganancia. Las fuerzas navales, como parte de las fuerzas de defensa del país, contribuyen al conductor político a generar disuasión mediante capacidades reales para afectar los intereses del adversario, operando desde el mar. Tanto las fuerzas de superficie, como las aeronavales, las de proyección y las fuerzas submarinas actuarían, en caso de ser necesario, para afectar las fuerzas adversarias, o bien sus líneas de comunicaciones vitales. Para el caso de los submarinos, su validez se basa en variados ejemplos históricos, como durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los submarinos alemanes hicieron afirmar al entonces Primer Ministro británico Winston Churchill, que estas unidades fueron lo único que realmente lo asustó durante la guerra (Bell, 2021). Otro ejemplo más reciente fue durante el conflicto del Atlántico Sur, en 1982, cuando la presencia en el teatro de operaciones de tan solo un submarino argentino generó un fuerte impacto en la planificación táctica y operacional de la Fuerza de Tarea británica (Woodward, 1992), desgastándola tanto materialmente, al prácticamente agotar sus reservas de torpedos livianos lanzados frente a blancos falsos, como también a su personal, quienes se encontraban permanentemente frente a la incertidumbre de la presencia de un submarino. Un efecto similar tuvo en la Armada Argentina, que tras el hundimiento del “Belgrano” por parte del “Conqueror” se replegó a sus bases dejando de participar como fuerza en el conflicto. Los submarinos, al actuar de forma furtiva, amparados por la relativa invisibilidad que hasta hoy le otorgan las profundidades, obligan al adversario a comprometer una importante cantidad de recursos con el propósito de anular su posible amenaza.

Tal como la Segunda Guerra Mundial demostró el ocaso de los acorazados, se podría pensar que los avances tecnológicos dejarían obsoletos al submarino en el cumplimiento de sus tareas. La pregunta es válida considerando los niveles de inversión requeridos para su construcción, mantenimiento y entrenamiento. Para responder esta interrogante, es necesario ver qué importancia le están dando las marinas medianas y grandes, a este tipo de unidades. Hoy en día, existe un interés generalizado en aumentar el número de unidades submarinas en las armadas antes mencionadas. Países como Australia, España, el Reino Unido, Francia, Japón, Corea del Sur, Indonesia y Taiwán, entre otros, han optado por construir un mayor número de unidades submarinas, dado las variaciones al entorno de seguridad internacional. Las proyecciones estratégicas de diferentes países coinciden en que los submarinos serán, en el mediano plazo, aún más relevantes en el orden de batalla, como será el caso de Australia (e.g. Davies, 2017), cerca de cuyas costas operan una especial concentración de países que poseen submarinos (The Sub Monitor Staff, 2024). También hay ejemplos como Filipinas, que decidió crear una fuerza como complemento a su fuerza de superficie. En el continente, Canadá tiene proyectado aumentar su fuerza efectiva de cuatro a doce unidades en un futuro próximo; al igual que Brasil. En Europa, Holanda, Noruega, España y Francia, se encuentran con importantes proyectos de renovación de submarinos en ejecución.

Las razones tras el elevado interés en este tipo de unidades, que de alguna manera asegura su relevancia táctica en el futuro, son la evolución de sus sistemas de detección y clasificación, además de la incorporación de capacidades que ya no solo afectan a otros submarinos y unidades de superficie, como los son torpedos y misiles, sino que han evolucionado hacia la capacidad de influir en los eventos que ocurren en tierra mediante la incorporación de misiles crucero, inserción de fuerzas especiales e incorporación de vehículos submarinos no tripulados. Proyectos como los de Corea del Sur, España, Francia e Israel demuestran que no es necesario contar con submarinos de propulsión nuclear para tener este tipo de capacidades a bordo. Por otra parte, la misma tecnología que hoy se aplica en las baterías de litio y otros elementos, dan paso a submarinos convencionales con baterías de mayor densidad energética, como las nuevas unidades japonesas y la última generación de submarinos Scorpene, que les permitirá operar por períodos más prolongados y con una menor tasa de indiscreción en sus áreas de patrulla, una característica fundamental para la fuerza de submarinos nacional.

El contar con una fuerza de submarinos como la actual, de cuatro unidades, permite a la Institución adaptarse con flexibilidad a los desafíos tanto de defensa como de seguridad que el entorno le impone, extendiendo sus roles siempre desde la defensa, base de toda armada creíble, hasta la búsqueda y rescate, en un contexto global de revitalización del comercio internacional, de aumento del interés científico en la Antártica y de incremento de actividades delictuales en el Pacífico Sur (Green, 2023). Como plantea ese autor, 

“un verdadero desafío para la Armada es tener una flota “equilibrada”, que pueda ofrecer una fuerza de disuasión, operando en forma sistemática y colaborativa con otras fuerzas navales, y un servicio marítimo eficaz para hacer frente a los desafíos diarios de actividades ilícitas, como el narcotráfico y la pesca ilegal” (p. 107).

Este equilibrio, basado en medios de superficie, aéreos y submarinos que poseen la capacidad de cumplir con diferentes roles, le otorga a la institución el grado de flexibilidad necesaria para administrar sus activos de forma eficiente, en el cumplimiento de sus cinco áreas de misión.

En particular, la Fuerza de Submarinos opera con un eje principal en el área “Defensa de la soberanía e integridad territorial”, contribuyendo con sus capacidades tecnológicas y su poder de fuego a la fuerza de disuasión de la Armada de Chile, capaz de operar “de forma sistemática y colaborativa con otras fuerzas navales” (Green, 2023, p. 108), preservando en tiempos de paz el buen orden en el mar. Para esto, y en línea con la estrategia cooperativa que desarrolla la Institución con su participación en ejercicios combinados como UNITAS, RIMPAC y PANAMAX, cada dos años un submarino nacional participa en la operación DESI, apoyando a la Armada de Estados Unidos en el entrenamiento de uno de sus grupos de tarea de portaaviones, en un despliegue de una extensión normalmente de 4 a 6 meses, contribuyendo a la política exterior del Estado, al posicionar al país como un aliado creíble y profesional, base desde la que se conforma cualquier coalición internacional.

La condición geográfica esencial insular de Chile, determinada por la dependencia vital del país en sus líneas de comunicaciones marítimas, hace fundamental la existencia de un sistema de intercambio comercial abierto, libre y seguro en el Pacífico Sur, en el que los submarinos, con su capacidad de permanencia, aportan para la construcción del panorama marítimo común, aspecto esencial para saber qué está ocurriendo en nuestras zonas de interés. En caso de ocurrencia de algún conflicto, los submarinos constituyen un arma político-estratégica para el Estado como instrumento de negociación dado su alto potencial bélico, su capacidad para explotar el factor sorpresa y la incertidumbre que generan por la dificultad para ser detectados (Australian Strategic Policy, 2020). Gracias a su autonomía y capacidad de permanencia, con sus sensores acústicos y no acústicos pueden detectar y clasificar una unidad de superficie a larga distancia, con una alta versatilidad y capacidad de maniobra para operar tanto en áreas oceánicas como en cercanías de costa, en protección de una fuerza o de forma independiente en áreas de patrulla establecidas, efectuando operaciones de inserción y extracción de fuerzas especiales, obtención de inteligencia e interceptación de comunicaciones. En ese sentido, los submarinos, en caso de conflicto, son el arma ideal para preparar el campo de batalla durante la crisis, mediante la recolección de la inteligencia necesaria, para que las fuerzas de superficie puedan actuar con la máxima ventaja posible; y, en caso de ser necesario, replegarse sin necesariamente haber escalado el conflicto.

Capacidades de la Fuerza de Submarinos actual

Hoy la Armada pone a disposición del país cuatro submarinos equipados con elementos de última generación, comenzando por torpedos pesados filoguiados “Black Shark”, considerados entre los más avanzados del mundo y diseñados para destruir toda clase de blancos de superficie o submarinos, en variados escenarios y condiciones tácticas. Respecto a sus capacidades tecnológicas, los submarinos se encuentran en proceso de integración de nuevas plataformas inerciales, consideradas el estado del arte en cuanto a sistemas de navegación submarina, actualmente empleadas por algunas las principales potencias navales del mundo, como el Reino Unido, lo que le permitirá a nuestros submarinos operar con mayor seguridad en escenarios costeros. Lo anterior, sumado a las mejoras asociadas en el sistema de sonar, así como la incorporación de periscopios con nuevas capacidades en las unidades clase 209, pone a los submarinos chilenos en la vanguardia tecnológica de la región en cuanto a capacidad de detección y precisión en la navegación submarina. Estas mejoras son un punto relevante, y que para el caso de la clase 209 permite demostrar que independiente de su edad, los submarinos pueden recibir nuevas tecnologías que les permiten mantenerse vigentes dentro de la guerra naval actual.

Como ejemplifica el Teniente Stuardo en relación con la navegación inercial de un submarino, “algunos plantean que los submarinos son las naves espaciales del mar debido a que existen múltiples similitudes en su diseño y… ambos operan con sistemas de navegación similares” (Stuardo, 2022). En efecto, la complejidad de los sistemas a bordo es una de las principales razones de la rigurosidad de los procesos de estudio de quienes conforman las dotaciones de estas unidades. La formación de un submarinista requiere un alto grado de dedicación y compromiso personal para cumplir los estándares exigidos, en todas las etapas de la carrera, ya que la seguridad del personal y del material va directamente asociada a un correcto empleo de los sistemas por parte de sus operadores y a la capacidad de decisión de los oficiales que ejercen como Comandantes, Coordinadores de Ataque y Jefes de Guardia. 

En base a esto, año a año los procesos de entrenamiento liderados por el Subcentro de Entrenamiento de Talcahuano tienen como objetivo mantener en las dotaciones la capacidad de cumplir de forma efectiva y segura con la totalidad de sus roles asignados. A pesar de las restricciones presupuestarias, los submarinos han logrado mantener períodos considerables de operación en la mar gracias a su bajo costo de operación, complementando sus roles de combate con operaciones de vigilancia oceánica y fiscalización pesquera, explotando su capacidad de operar con sigilo, contribuyendo en la detección y comprobación de actividades de pesca ilegal no declarada y no reglamentada (pesca INDNR) dentro del territorio marítimo nacional como en alta mar (Puyol, 2019). Respecto a estos ilícitos, es importante hacer presente que “la pesca INDNR socava los esfuerzos nacionales y regionales de conservación y ordenación de las poblaciones de peces y, como consecuencia, limita el avance hacia el cumplimiento de los objetivos de sostenibilidad a largo plazo y de responsabilidad” (FAO, 2024).  Al respecto, el binomio submarino – aeronave resulta sumamente efectivo, permitiendo que un avión localice a un posible infractor direccionando al submarino al área de interés para obtener registros con sus sensores electrónicos, acústicos y ópticos, sin ser detectado. De esta forma, los submarinos contribuyen con sus capacidades al compromiso del Estado de Chile en relación con el resguardo de la sustentabilidad de los recursos pesqueros marítimos y de la biodiversidad de las áreas marinas protegidas.

Submarinos 209. Proyectos de modernización y renovación

Para cumplir con todas las actividades indicadas en los párrafos anteriores, contar con cuatro submarinos permite mantener una disponibilidad operativa de entre dos y tres unidades de forma permanente, considerando que sus ciclos de operación consideran 8 años de extensión, incluyendo sus respectivos períodos de mantenimiento de tercer nivel. En otras palabras, todos los años uno o dos submarinos ejecutan rutinas de mantenimiento con apoyo de la planta de ASMAR Talcahuano, cumpliendo las certificaciones de seguridad exigidas por las respectivas direcciones técnicas. Esta relación no es nacional ya que, por lo general y como norma, las fuerzas de submarinos operan en multipolos de tres, con una unidad operativa, otra en entrenamiento y una tercera en reparaciones. A pesar de lo anterior, y con el propósito de mitigar estos tiempos y costos involucrados en trabajos de mantenimiento, recuperación y modernización, la Institución en conjunto con ASMAR Talcahuano ha desarrollado nuevas capacidades con apoyo de la industria nacional, la cual ha sido fundamental para enfrentar de forma exitosa los desafíos que han significado los períodos de recuperación con los que finaliza cada ciclo de operación, denominados REC.

Para el caso particular de la clase 209, a contar del año 2018 se inició su modernización y certificación de sistemas con el objetivo de extender la vida útil de ambos submarinos por dos ciclos operativos más, denominado REC-MOD por el alcance de las intervenciones a efectuar en los sistemas de ambas unidades. La extensión de la vida útil de una plataforma de este tipo hace imprescindible, junto con efectuar la totalidad de las rutinas de mantenimiento definidas para una REC, conocer en detalle el estado del casco de presión y el grado de conservación de su motor propulsor, para lo que se trabajó de forma directa con ambos fabricantes. Además de lo anterior, es importante indicar que durante este proceso, al igual que en todos los períodos de REC de los submarinos, se consideró reemplazar completamente las baterías principales de la unidad.

En este proyecto, otro de los desafíos para asegurar la disponibilidad logística de todos los sistemas de a bordo constituyó la modernización de una serie de equipos, incluyendo el sistema de combate, periscopios, sonares, sistemas de generación y control de redes alternas, equipamiento de mando y control y sistemas de navegación, entre otros. De esta forma, el trabajo conjunto de las dotaciones con todos los entes involucrados en este proyecto permitió al “Thomson” finalizar con éxito su REC-MOD el año 2022 y al “Simpson”, sumando las experiencias obtenidas en su gemelo, avanzar de forma positiva en su recuperación, la cual se encuentra en su última fase para, a comienzos del año 2025, reincorporarse a la manada.

Finalizada la modernización de ambos submarinos 209, su renovación resulta fundamental para el futuro de la Fuerza de Submarinos. Habiendo efectuado las primeras acciones administrativas para avanzar en su ejecución, los siguientes pasos requieren por parte del ente político la aprobación de un proyecto de esta envergadura, decisión que posteriormente vendrá acompañada de un análisis que definirá las capacidades con las que estas nuevas plataformas deberán contar, para seguir explotando el medio submarino en contribución a la misión de la Armada de Chile. Sin lugar a duda, este proyecto de renovación representará un importante foco de desarrollo para la industria regional, en la que se requerirán propuestas que incluirán I+D y la evolución a nuevas tecnologías como las baterías de ion-litio, las cuales generen un menor impacto medioambiental, potenciando el bajo consumo de combustibles fósiles por parte de estos submarinos convencionales. 

Los desafíos para el futuro

Frente a este escenario, con dos submarinos de la clase Scorpene próximos a cumplir la mitad de su vida útil y los submarinos 209 con dos ciclos operativos remanentes por la proa, es válido plantearse cuáles serán  los desafíos de la Fuerza de Submarinos para el futuro.

En primer lugar, en el corto plazo la recuperación de media vida que efectuarán los submarinos Scorpene a contar del año 2025 constituye un importante desafío institucional, ya que exigirá al igual como ocurrió con los submarinos 209 implementar una serie de alteraciones y modernizaciones que permitan asegurar su operación por a lo menos dos ciclos operativos más. Para enfrentar este desafío, la Dirección de Recuperación de Unidades de la Armada en conjunto con la Dirección de Ingeniería en Sistemas Navales y la Fuerza de Submarinos, desde el año 2020 se encuentran trabajando en la planificación de este proyecto en el que la participación de la industria nacional será fundamental. De la misma forma será importante recuperar, con la Base de Submarinos, algunas capacidades de mantenimiento de 2º nivel que se han perdido, y que permitirán complementar el trabajo de ASMAR Talcahuano para cumplir con el tiempo y los recursos asignados. 

En segundo lugar, mantener el grado de entrenamiento de las dotaciones en el cumplimiento de cada uno de los roles. Las operaciones submarinas nacionales deben continuar reflejando el profesionalismo del personal que conforma las dotaciones de estos submarinos, así como la tradición y el cumplimiento del deber que caracteriza a esta fuerza operativa. Considerando la diversidad de tareas que debe enfrentar la Armada de Chile en la actualidad, la Fuerza de Submarinos debe continuar complementando el entrenamiento en sus roles principales con operaciones que contribuyan a áreas de misión distintas a la defensa de la soberanía e integridad territorial, manteniendo un alto prestigio en el ámbito internacional, participando en operaciones de vigilancia oceánica y fiscalización pesquera y explorando, sin dejar de lado sus roles principales, eventuales opciones para contribuir al desarrollo nacional apoyando actividades científicas y oceanográficas, en áreas marinas protegidas.

En tercer y último lugar, la Fuerza de Submarinos debe enfrentar el desafío de renovar sus submarinos 209 para que, al término de su vida útil, sus respectivos relevos se encuentren disponibles para operar al servicio del Estado. Como se indicó, contar con cuatro submarinos resulta esencial para continuar siendo capaces de explotar el medio submarino en contribución a la misión de la Armada de Chile, con dos o tres submarinos disponibles de forma permanente. Los plazos involucrados en la renovación de submarinos convencionales, según la experiencia de proyectos similares en la actualidad, consideran aproximadamente 10 años desde la firma del contrato de adquisición hasta la entrega de la primera unidad, por lo que lograr el avance de este proyecto a nivel político constituye uno de los desafíos más importantes de esta fuerza operativa. Considerando el potencial que entregan los submarinos al Estado, se estima que su relevancia político-estratégica da respaldo a un proyecto de esta envergadura, con el propósito de mantener una Fuerza de Submarinos con la capacidad de contribuir desde la disuasión y sus capacidades tecnológicas a la influencia marítima de Chile en el entorno regional.

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