Las playas, por su naturaleza, son el mejor sistema de defensa costera, si estas reducen su nivel de arenas se incrementará el poder erosivo de las olas y el consecuente aumento del nivel del mar. Más de la mitad de las playas del mundo podrían desaparecer a finales de siglo si continúan las actuales tendencias de cambio climático y la elevación de los océanos. En tan solo 30 años, el mar le ganará un promedio de 100 m a las playas en el mundo, como consecuencia de la subida del nivel de las aguas. En el peor de los casos, esta cifra podría más que duplicarse para finales de este siglo. Estudios de especialistas indican que una de las zonas más afectadas sería Australia, con casi 12 mil kilómetros en peligro, mientras Canadá, Chile, México, China y Estados Unidos (EE.UU.) también se verían muy perjudicados. Además, se calcula por efecto del cambio climático, muchas de las playas del litoral chileno reducirán drásticamente sus dimensiones y en algunos casos desaparecerán en el futuro cercano.
Las áreas costeras abarcan el 20% de la superficie de la tierra y contienen más del 50% del total de la población humana, cifra que será el 75% el año 2025. A su vez, las playas de arena ocupan más de un tercio de los litorales marítimos del mundo y, a menudo, se encuentran en regiones densamente pobladas.
Las playas costeras cumplen una función vital como barrera natural contra el viento y las marejadas y cuando los impactos de las olas golpean contra la arena se disipa la energía, es decir, actúa como amortiguador. Con el incremento de los fenómenos climáticos extremos, especialmente de marejadas con persistentes trenes de oleaje, los efectos sobre la diminución de las playas serían probablemente mucho más fuertes. Lo anterior, avalado con la ayuda de imágenes satelitales, a través de las cuales se ha analizado la evolución de la línea costera en el mundo durante los últimos 35 años.
En la actualidad, y dejando a un lado las regiones antártica y ártica, el 31% de la costa está formada por arenales que, en el mayor de los casos, se encuentran dedicados a actividades turísticas y de esparcimiento de las comunidades que los habitan. Estudios anteriores han estimado que porcentaje de las playas están de retirada por la erosión o por acciones humanas y, en otros casos, cuántas están creciendo por la aportación natural o la ingeniería humana. Ahora, además hay que añadir a la ecuación el factor del impacto derivado del calentamiento global, en especial de los eventos climáticos extremos (tormentas, inundaciones, deshielos de ambos polos, etc.) y la consecuente subida del nivel del mar.
El océano Pacífico, Chile y el continente latinoamericano no están ajenos a esta realidad y sus playas y arenales están retrocediendo; asimismo, algunas islas del Pacífico ya están desapareciendo y hay varias que ya están condenadas a dejar de existir a manos de las subidas de aguas de los mares del planeta. Estudios indican, que para el año 2050, los arenales perderán hasta 99,2 m de media. Pero la anchura que les podría arrebatar el mar se puede acercar a los 250 m para finales del presente siglo.
Uno de los efectos del calentamiento global es el aumento de la frecuencia e intensidad de los eventos climáticos extremos y, ahora, tiene una nueva víctima: las playas.
El nivel del mar, a escala global ha estado aumentando a un ritmo acelerado durante los últimos 25 años y continuará haciéndolo como parte de las consecuencias del cambio climático.
En este aspecto, cabe destacar al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (GIEC), que expuso, en un informe publicado en septiembre del año 2019, la estimación que los océanos podrían elevarse en 50 cm para 2100, en el mejor de los casos, y 84 cm en el peor. Sin embargo, muchos científicos creen que estas hipótesis son conservadoras, o sea, aproximadamente 132.000 km de costas desparecerán y alrededor de 95.000 km se verían seriamente afectados.
Los científicos han trabajado a partir de dos escenarios o modelos, desde el peor, en que las emisiones de gases de efecto invernadero continúen a su ritmo actual, y otro, en el cual el calentamiento global se limite a 3°C, un nivel, no obstante, considerado igual algo elevado.
Si se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, la erosión esperada en las playas se reduciría hasta en un 40%.
Las marejadas que antaño solo impactaban en invierno a las costas de las zonas templadas de ambos hemisferios, ahora, a causa del cambio climático, también se están dando con mucha frecuencia durante los periodos estivales de altas temperaturas y, por lo mismo, han impedido la adecuada recuperación de las playas y han facilitado la erosión costera, dado el aumento del nivel del mar.
Por otro lado, el deshielo de las regiones polares está provocando el aumento del nivel de las aguas a un ritmo de unos 3 mm al año. Además, el aumento de la temperatura hace que el agua de mar se dilate y ocupe más espacio a costa de las playas. Los científicos e ingenieros que estudian la erosión costera tienen conocimiento de una ley natural, la llamada regla de Bruun. En su versión más sencilla, estipula que, dependiendo de la pendiente de la playa, esta se retira entre 50 y 100 veces lo que aumente el nivel del mar.
Hasta ahora los grandes causantes del retroceso de las playas eran los embalses y las represas, que atrapan el sedimento y no dejan que llegue a las playas. Pero eso lo está modificando el cambio climático, que se erige como el principal enemigo de los arenales para el futuro inmediato.
A nivel mundial, Australia podría ser el país más duramente afectado, con sus playas arenosas borradas del mapa dentro de 80 años.
Aunque la pérdida de litoral arenoso es generalizada, hay grandes diferencias geográficas. Las playas perderán más de 150 m en regiones como el Este de América del Norte, las playas amazónicas y el sureste americano. La retirada superará los 300 m en las Antillas Menores o el sur de Asia. Existirán naciones como Gambia, Guinea –Bissau o El Salvador que perderán más del 80% de sus playas. Pero en términos absolutos serán las riberas arenosas de Canadá y Australia las que más sufrirán. En ambos casos, el mar avanzará, a costa de la arena, en más de 15.000 km de costa. También aparecen amenazados miles de kilómetros de playas de Argentina (hasta 4.400 km), México (5.100 km) y Chile (hasta 7.000 km).
Una investigación científica señala que en el 2050 unos 150 millones de personas podrían vivir de manera permanente por debajo de la línea de la marea alta, entre ellas, unos 30 millones de personas en China. Tales resultados fueron obtenidos a través de un método que corrige errores del conjunto de datos proporcionados por el radar topográfico SRTM (Shuttle Radar Topography Mission) de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de los EE.UU. (NASA), utilizados, hasta ahora, para evaluar los riesgos de inundación costera.
Las islas del Pacífico de poca altitud podrían reaccionar al cambio climático modificando su forma y así evitar desaparecer bajo el agua.
Estados insulares como Tuvalu, Tokelau y Kiribati superan apenas por algunos metros el nivel del mar y están considerados como los más vulnerables al cambio climático del planeta.
Kiribati es un pequeño país del Pacífico Sur que será inhabitable en menos de 15 años. Durante los últimos años, algunos de los habitantes de esta y más de 30 islas, han sido evacuados en forma preventiva
A su vez, el alza en nivel del mar obliga a Indonesia a trasladar su capital Se estima que un tercio de Yakarta podría estar sumergida en 2050. Por eso, el gobierno anunció su traslado a la parte oriental de la isla de Borneo para 2024.
Otro ejemplo de cómo están siendo afectadas las aguas del Pacífico se refleja por medio de las declaraciones del Foro de Indonesia para el Medio Ambiente, el cual ha revelado que dos pequeñas islas, situadas en la provincia de Sumatra Meridional, desaparecieron y cuatro más están al borde de hundirse a causa del aumento del nivel del mar impulsado por el cambio climático.
Las islas Betet y Gundul, que estaban deshabitadas, se encuentran actualmente sumergidas a uno y tres metros bajo las aguas marinas, respectivamente. Una de ellas, Betet, era parte del parque nacional Berbak-Sembilang, y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) lo había declarado reserva mundial de la biosfera el año 2018.
El sur de Sumatra es más vulnerable al efecto del calentamiento global, pues su población ha dependido en gran medida del carbón, petróleo y gas natural, lo que ha contribuido a que se produzcan mayores emisiones de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, no solo esta región se ve amenazada, sino también todas aquellas zonas costeras bajas del archipiélago, conformado por unas 17.500 islas, en donde viven parte de las más de 264 millones de personas que actualmente habitan Indonesia.
Cada año se desprenden de la Antártica masas de hielo del tamaño de ciudades enteras o países pequeños, son kilómetros de glaciares que se separan de su origen, con lo que se produce un deshielo que amenaza con aumentar el nivel del mar e inundar las costas del mundo, especialmente las de Chile por su proximidad con el continente blanco.
En 2019, un estudio encargado por el Ministerio del Medio Ambiente (MMA) al Centro de Cambio Global UC (CCG), al Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN), a la Universidad de Valparaíso, a la Universidad de Playa Ancha, a la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y la Universidad Católica del Maule, determinó que un 80% de las playas nacionales contaban con algún grado de erosión debido al cambio climático.
El trabajo, que duró casi un año, realizó proyecciones de la amenaza, exposición, vulnerabilidad y riesgo de los sistemas humanos y naturales de las zonas costeras ubicadas en 104 comunas de Chile continental, además de isla de Pascua-Rapa Nui y el archipiélago Juan Fernández.
En la investigación, se señala que en Chile existen alrededor de 19.000 asentamientos costeros, infraestructura, equipamiento y sistemas naturales expuestos en los primeros 10 m sobre el nivel del mar, que podrían ser afectados por el incremento del nivel del mar y el aumento de la intensidad de las marejadas que se han proyectado desde mediados de siglo.
Para 2045, el trabajo proyecta que 589 manzanas censales, 46.357 personas y 18.338 viviendas pasarían a ubicarse en zonas de inundación. Lo mismo ocurriría con 17 puentes, 4.245 puntos de la red vial, ocho centros de distribución de energía por hidrocarburos, una central termoeléctrica, dos subestaciones y 53 elementos de infraestructura sanitaria.
En el estudio se analizaron 35 playas de la zona centro y norte, encontrando 28 con niveles de erosión moderado o alto. Las más afectadas serían Pichilemu, Santo Domingo, Algarrobo y Hornitos. Por otro lado, hay playas que han aumentado su superficie, como Llico, Tubul y El Encanto.
Por ejemplo, en la playa de Hornitos, en la Región de Antofagasta, la línea de la costa ha retrocedido a una tasa de 2,6 m al año, es decir, casi 34 m se han perdido en los últimos 13 años.
En este sentido, cabe destacar que los sistemas de defensa costera están siendo sometidos a situaciones extremas en distintos lugares del litoral chileno. En los próximos años estas protecciones cobrarán especial importancia, a medida que el ascenso del nivel del mar se siga acelerando y los temporales y marejadas aumenten en intensidad.
Por esta razón, es importante la elaboración de un mapa de oleaje para Chile, de manera que el país disponga de un registro permanente del clima y de las olas que arriban a nuestras costas y se validen los escasos modelos de predicción de oleaje disponibles para lugares puntuales en el borde costero del país, debido a que no todas las zonas son afectadas de la misma manera.
El Ministerio de Obras Públicas ha estado trabajando con asesores japoneses junto a expertos de la municipalidad de Viña del Mar en el diseño de nuevas defensas para mitigar los efectos negativos de la reducción de las playas en el país, orientado, específicamente, a que puedan resistir el creciente fenómeno de marejadas que han afectado, tanto en verano como invierno, a la ciudad jardín durante los últimos años.
Lo anterior, en virtud de las fuertes marejadas que en el mes de agosto del año 2015 azotaron el borde costero de la provincia de Valparaíso, provocando, en promedio, una disminución vertical de 3 m de arena en las playas.
En términos generales, las playas chilenas, en promedio, se encuentran retrocediendo, al menos, 1,2 m por año, durante los últimos 40 años.
Se estima que, del año 2026 al 2045, más de 46 mil personas y 18 mil viviendas vivirán en zona de riesgo de inundación en el país, considerando que, para entonces, el nivel mar en las costas chilenas aumentará entre 0,15 a 0,18 m. Resultado que se logró establecer tras un estudio realizado por investigadores chilenos que reflejaron cuál será el impacto real del cambio climático.
También Isla de Pascua- Rapa Nui, uno de los lugares más enigmáticos y atractivos de nuestro país, corre serio riesgo de dejar bajo el agua a sus emblemáticos moáis. Así lo reveló un estudio presentado en el marco de la COP25, desarrollada en Madrid en noviembre del año 2019, donde aseguraron que la isla, para el año 2100, vería aumentado el nivel del mar.
Un factor transversal que perjudica, en forma reiterativa, a las playas del litoral del país, se relaciona con las construcciones y proyectos inmobiliarios próximos al borde mar y casi al nivel de sus aguas. Estas obras afectan el sedimento o la arena que forma la playa. Al alterarse esto, las playas retroceden y el mar avanza. Además, a lo largo del país, también se han visto afectados los humedales costeros, que son un aporte importante para contener el agua en caso de inundaciones.
Para ayudar a reducir la pérdida de playas arenosas, se considera primordial cumplir los objetivos del Acuerdo de París que, fue suscrito el año 2016, ha sido ratificado por casi 100 países en el marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Este instrumento internacional es el primer paso que deben asumir los países del mundo para la reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI).
Otro importante esfuerzo adicional, sería evitar construir cerca de los litorales arenosos y dejar un espacio de acomodación para que el mar no interactúe con estructuras levantadas por el hombre. Si se deja este espacio, las playas se van a reubicar y no habrá tanto riesgo de erosión o de disminución de la anchura de los bordes costeros.
Los autores de estudios sobre la materia aseguran que un alto porcentaje de los ecosistemas más amenazados se encuentran en zonas densamente pobladas, por lo que la necesidad de implementar medidas es urgente.
El aporte de Chile con las metas trazadas en el Acuerdos de París sobre reducción de emisiones de gases fue anunciado durante la COP 25, a fines del año 2019, donde las autoridades de Chile presentes en esa cumbre anunciaron el cierre de 28 centrales termoeléctricas antes de 2040. Incitativa emplazada en el marco del plan de descarbonización total nacional, por lo que, el año 2050, Chile será un país carbono neutral y dejará emitir contaminantes que contribuyan al calentamiento global.
La pérdida de playas traerá consigo fuertes implicancias socioeconómicas, dado el desarrollo turístico e inmobiliario y de deportes náuticos alrededor del borde costero, que sostiene sus arenas en todas las zonas geográficas de la tierra.
El efectos causados por el cambio climático, principal enemigo de los arenales y del retroceso de las playas para el futuro inmediato, debe invitar a la comunidad internacional a hacer una reflexión sobre la responsabilidad que tenemos los habitantes del mundo y de las comunidades costeras del presente, en cuanto a la obligación moral que hay que asumir, con nuestro hijos y con los habitantes del mañana, en orden a brindarles la misma oportunidad que experimentamos en nuestras vidas, al poder disfrutar el contacto de las olas del mar en las playas de los distintos océanos del planeta.
La magia de un niño jugando con un balde en la arena de una playa, haciendo moldes o castillos junto a su familia, arrancando de las olas, de vez en vez, cuando estas se aproximan temporalmente, debe convertirse en una lámina perpetua de la vida humana y de la sociedad contemporánea que debe perdurar a través de los tiempos
El océano Pacífico, que presenta el mayor impacto de la subida del nivel del mar, con gran pérdida de sus playas y en algunos casos islas, refleja que hay regiones del mundo en las cuales los efectos del cambio climático las están golpeando con mayor intensidad. Por ello reviste una real necesidad y compromiso de sus países ribereños el redoblar los esfuerzos medioambientales tendientes a fortalecer la preservación de sus ecosistemas, la limpieza de sus aguas y a disminuir la contaminación generada por los procesos productivos en el campo económico a nivel local y transnacional.
Para el caso nacional, con Chile declarado país marítimo en el mes de febrero del presente año por la Cancillería, con una política oceánica nacional promulgada el año 2018 y con un programa oceánico nacional subsidiario en pleno proceso de estructuración y diseño, junto a una política nacional de uso del borde costero y que crea una comisión nacional con el mismo propósito de larga data (1994), sumado a la existencia de comité de los bordes costeros regionales, evidencia que existen múltiples herramientas legales para tomar conciencia y también para desarrollar una relación más armónica entre la población y sus conductas relacionadas con la protección de la biodiversidad marina y de sus ecosistemas asociados en cada una de las regiones del territorio nacional.
Marco normativo que, en el futuro, debe hacer los mayores esfuerzos dirigidos a evitar la desaparición o reducción de parte de la anchura de playas en la zona central y norte del país. Las personas de mayor edad residentes en el borde costero de la región de Valparaíso, hemos sido testigos, durante los últimos 40 años, de la desaparición o retirada de playas como Los Lilenes y playa Negra en Concón, de playa Recreo y playa Los Artistas-Miramar en Viña del Mar y la playa Rubén Darío en Valparaíso. Realidad, que es un claro testimonio de como este fenómeno se encuentra golpeando a las playas del litoral central, por lo que hay que hacer lo imposible para evitar que otra playa de la región y del país se pierda y caiga en manos de la elevación de los niveles de agua por erosión del borde costero. La consigna por el resguardo de las playas de Chile, a contar de estos ejemplos, debe constituir una prioridad de primer orden para las autoridades del país.
El reciente anuncio efectuado por el gobierno con miras a reducir las emisiones de dióxido de carbono, con relación al cierre de las termoeléctricas Ventanas 1 y Ventanas 2 para el año 2022 y de dos centrales en Mejillones antes de 2024, para reducir las emisiones GEI que impactan negativamente al cambio climático, es un paso decidido en esa dirección.
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La amplia gama de entes que intervienen en el ámbito marítimo hace que frecuentemente se generen descoordinaciones e ineficiencia. Sin embargo, la solución no pasa por crear un nuevo ministerio, que produciría mayor gasto y burocracia. Los ministerios, en general, tienen una orgánica funcional antes que espacial; además, las actividades que debería gestionar un Ministerio del Mar están ya asignadas a ministerios específicos. En el mismo rechazo confluyen las observaciones de la P.Universidad Católica de Valparaíso al proyecto presentado por el gobierno de la Unidad Popular en 1972, y la comisión creada por el régimen militar en 1986. La recomendación es crear un consejo interministerial, incluyendo privados, que prevea y destrabe los nudos que complejizan el quehacer en el mar.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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