Revista de Marina
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La alegría de ser Suboficial Mayor

La alegría de ser Suboficial Mayor

  • Claudio Placencia Cartes

By Claudio Placencia Cartes

  • Received at: 28/06/2022
  • Published at: 31/08/2022. Visto 1010 veces.
  • Abstract (spanish):

    El ejemplo del trabajo y vocación institucional hoy es el Suboficial Mayor, siendo un referente directo del personal Gente de Mar y el resultado de una impecable carrera profesional, personal y familiar. Es por ello, de vital importancia con su cercanía, traspasar con su inagotable trabajo diario el ejemplo, actitud positiva y veteranía, posturas que lo llevarán a mantener el camino correcto de nuestro personal, siendo esto fundamental en la cadena de mando, trabajo en equipo y cohesión institucional.

  • Keywords (spanish): Suboficial Mayor.
  • Abstract:

    Nowadays the navy´s Chief Petty Officer is an example of work and commitment, being a direct reference of our enlisted personnel and the result of a flawless professional, personal, and family career. Therefore, due to the closeness with his shipmates, it is of vital importance, to pass on his tireless daily work, role model, positive attitude, and seniority, attitude that will lead to maintain the right path for our shipmates, this is crucial in the chain of command, teamwork, and our navy´s cohesion.

  • Keywords: Chief Petty Officer.

¡Levántate!, ¿cómo sabes que ahí está tu futuro?

Palabras sabias de un gran hombre que hoy me cuida, orgullosamente, desde el cielo.

De esta manera, comenzó esta hermosa aventura de campañas y traslados. Un muchacho de 18 años, humilde, quien en su primer día recibió una bolsa de equipo que hasta el día de hoy ha sido una compañera inseparable de traslados y travesías desconocidas. Sin saberlo, ya había cumplido la primera misión: su ingreso a la Armada de Chile.

Oriundo de Talcahuano, ciudad formadora de hombres de mar, acompañado de mi madre, puntal fundamental de mis primeros dos años, nos trasladamos a la región de Valparaíso y cruzamos juntos el portalón de la noble “Escuela de Infantería de Marina del comandante Jaime Charles”, emplazada en el Fuerte Vergara en Viña del Mar.

Fue ahí, en ese patio austero que circundan las piedras, el lugar de encuentro de bisoños jóvenes que provenían de diferentes partes de Chile, formando así la Generación de Grumetes IM ’89, quienes viviríamos largas e interminables jornadas dirigidas por gigantes hombres que discurseaban orgullosamente que no existían mejores combatientes que ellos, los “Infantes de Marina”. Fueron dos largos años de preparación continua, en donde se fueron incorporando valores y virtudes propios de un combatiente, basados en el ethos de los Infantes de Marina. Pude conocer el honor, la lealtad, la disciplina y el respeto, acciones permanentes de un hombre de armas. Conceptos todos que, sin lugar a dudas, fueron quedando grabados a fuego en cada uno de nosotros y que vencían a diario las dudas del retiro voluntario, propias de la juventud e incertidumbre permanentes del qué pasará mañana, conceptos que al final del camino, nos ayudaron a encontrar la verdadera vocación.

Fue esta -sin lugar a dudas- la etapa más importante de mi formación. Ese primer trayecto de vida naval fue muy enriquecedor, ya que me permitió conocer e interactuar en distintas actividades guarnicionales con el personal de planta, quienes al parecer tenían un lenguaje común con mis instructores, los que llenos de orgullo enunciaban a diario sus grandes logros profesionales, quienes discurseaban acerca del quehacer, de sus innumerables aventuras y por sobre todo de sólidas historias familiares, nacidas todas en el seno de esta vida naval. Nos relataban sus historias de vida, con brillo en sus ojos. Fueron precisamente ambas visiones las que me llevaron a ser parte de ellos.

Al percibir que detrás de estos grandes hombres existía un tremendo compromiso familiar, y que juntos todos ellos, hacían un gran equipo que sustentaba finalmente la sólida carrera profesional de un Infante de Marina, aprendí y encontré un camino claro y comprendí que debía seguir en donde el amor a la Patria, Dios y su familia me guiaran por el buen camino escogido.

La carrera

Al salir al servicio de la Armada y ya en mi desarrollo profesional como soldado de mar, comenzaron las grandes aventuras y desafíos profesionales, convirtiéndose estos en la parte fundamental de la verdadera formación. Los grandes periodos de aislamiento y entrenamientos en terreno, actividades que además del sentido del trabajo profesional, tenían un gran y potente objetivo: conocernos hasta el último gesto en nuestros comportamientos comunes, fomentar el verdadero trabajo en equipo de combate, conocer a cabalidad al soldado, cabo, sargento que se encontraba a tu lado, en quien debías confiar y disparar junto o detrás de él. Saber y reconocer con quién estás, pensar como él en cada actividad diaria y entender que en la guerra se obtiene la victoria, no por el gran poder de fuego, sino por el gran espíritu demostrado y entregado en el combate, que no es más que una sólida consolidación de un buen y acabado entrenamiento.

Durante esta larga travesía, es importante indicar que tras haber cursado mi especialidad de Ingeniero de Combate IM, obtuve mi consolidación profesional en la construcción de obras de arte, al participar activamente en el levantamiento y edificación del fuerte IM “Félix Aguayo Bastidas”, tareas desarrolladas con un gran equipo profesional y técnico, compuesto por grandes y viejos “cosacos”, quienes me entregaron potentes conocimientos que me permitieron desarrollar la seguridad y decisión en el trabajo, traducidos en un arraigado sentimiento de confianza que me ha acompañado por el resto de esta carrera IM.

El Destacamento IM N° 4 “Cochrane” en Punta Arenas fue la tierra que, como a muchos soldados del mar, terminó de formar a este infante de marina en terreno, saltando de isla en isla, en el estrecho. Además, y ya con el grado de cabo 1° IM, consolidó en mí los tres grandes ejes que sustentan a un hombre de armas: el desarrollo profesional, el ámbito personal y la vida familiar.

En lo profesional, con campañas bajo 0°, en unidades de fusileros y artilleros, largas travesías pedestres o en botes de goma, en condiciones climáticas permanentemente adversas. Reconocimientos y mantenimientos a la totalidad de los campos minados de las islas del Martillo.

En lo personal, la consolidación de conocimientos y el buen trabajo me llevaron a interrelacionar y planificar directamente con oficiales y gente de mar, en toda materia referente a trabajos propios de la especialidad, siendo designado a cargo de la unidad de tarea para mantenimiento de campos minados.

En lo familiar, la región de Magallanes fue la base necesaria para que mi núcleo fundamental cimentara su hogar basados en el amor familiar y a Dios. El matrimonio allá en las lejanías, se consolidó.

El regreso a la zona central asignó mayores responsabilidades, debiendo asumir tareas de mando y liderazgo, tales como: misiones de paz, comandante de pelotón, suboficial de personal, instructor de cadetes y gente de mar IM, etc., puestos que me llevaron a trabajar de manera directa y continua con oficiales. Comenzar este nuevo ciclo laboral fue interesante y enriquecedor. La relación directa con el mando hacía ver y sentir que existían intereses comunes, los que finalmente iban en beneficio del mejor desarrollo de cada tarea o misión. Grupos de trabajo continuo y sin diferencias llevaron a demostrar que no es necesario un puente de unión, porque no existen diferencias, sino por el contrario, existe una real vocación de servicio y un lenguaje común, que nos hace entregar lo mejor de cada uno, que lleva finalmente a la verdadera cohesión Institucional.

La misión

Se avizoraba el mayor desafío profesional: trabajar en el levantamiento de minas antipersonales en el sur. Este era, sin duda alguna, un gran desafío profesional para mi carrera naval. La historia había sido escrita por grandes infantes de marina. Ellos habían sembrado, en condiciones muy desfavorables, los distintos campos minados, enmarcados en el conflicto del Beagle. Este fue el instante más cercano al combate que había sucedido en nuestra historia como especialistas. La convención de Ottawa, en donde nuestro país se suscribió el año 2002, llevó a especializar y capacitar a nuestros ingenieros de combate IM, para limpiar esas inhóspitas islas y así llevarnos con medios adecuados en cuanto a seguridad y bienestar para cumplir esa difícil misión. Frente a esta tarea, una vez más me dije: “NO PUEDO ESTAR AUSENTE”.

Isla Picton, año 2011

Este fue el año concebido para mí, en esta gran labor humanitaria. Me encontraba siendo parte importante de la ejecución de las acciones en terreno. Como sargento 1° IM, asumí la segunda comandancia de la Partida de Operaciones de Minas Terrestres de la Armada (POMTA), con el puesto de jefe de campo minado, logrando levantar cinco campos minados. Trabajos todos que involucraban operaciones aéreas, con traslados de personal y alertas para una evacuación diaria, operaciones marítimas de inserción y extracción de la unidad, etc., con un desgaste diario de trabajar con 32 kilos de peso, durante 6 meses al año, con el único objetivo de descubrir, neutralizar y destruir cada artefacto explosivo. Como consecuencia de una labor planificada minuciosamente, se concretó una tarea sin tener que lamentar algún accidente. Misión cumplida.

La magia de la notificación

Es particularmente emotivo recordar el esperado día de la resolución de la D.G.P.A.,1 después de un largo camino, descrito en los párrafos precedentes de forma muy acotada respecto de mis años al servicio de mi institución. Llegaba el final de un proceso, se resolvía mi futuro. Después de una larga vida al servicio institucional, solo existían dos opciones: la primera, dejar de hacer lo que amaba, o finalmente lograr el tan ansiado grado de Suboficial Mayor y con ello, seguir contribuyendo lealmente a esta querida institución.

Fue así como un inolvidable miércoles 03 de julio del año 2019, estando en la oficina de mi superior, recibí el primer abrazo estrecho y un apretón de manos que me hicieron entender que ya era un SUBOFICIAL MAYOR IM de la Armada de Chile.

Después de haber recorrido una carrera institucional plena, con ascensos, condecoraciones y reconocimientos, nunca dimensioné que mi trabajo o mi desempeño me entregarían la alegría de vivir la magia que a continuación les relato.

Luego de retirarme de la oficina del comandante, comenzaron de inmediato las muestras de afecto. Al segundo siguiente, comenzó a sonar mi teléfono y en cada “aló”, detrás estaba alguien que había sido mi subordinado o mi mando, felicitándome por el logro. Cada llamada recibida, cada mensaje, cada palabra me hacían volver al pasado y recordar cada historia vivida con cada uno de los que estaban detrás de la línea. ¡Increíble! Se hacía corto el tiempo. No terminaba de responder a uno, cuando la llamada entrante ya estaba a la espera. Fueron momentos mágicos e intensos que jamás olvidaré.

Aún quedaba mucha magia en el camino. Al poco tiempo, encontré a otros 44 contingentes que serían mis compañeros en el Diplomado en Recursos Humanos, impartido por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) y el Curso de Condestable Mayor en la Academia Politécnica Naval

Llegó el ansiado día de la “ceremonia de investidura de Suboficiales Mayores 2019” en la que toda mi promoción selló con una impecable presentación el compromiso realizado por cada hombre de mar en el patio de honor de la Academia Politécnica Naval, frente a nuestras familias y en presencia del Comandante en Jefe de la Armada. Parecía que no quedaban más momentos de dicha personal por sentir y vivir. Sin embargo, terminada la ceremonia, el alto mando institucional se presentó frente a mi familia, entregando sus consideraciones y felicitaciones, instancia muy emotiva principalmente para mi esposa e hijos, quienes comprenden y reafirman la importancia de esta designación y que ellos son parte de la materialización de mis logros.

Suboficial Mayor IM

Ya investido, me propongo ser un suboficial mayor cercano, que vuelque sus vivencias adquiridas en apoyo del personal gente de mar. Escuchar, encaminar y llevar al subordinado por el camino adecuado y correcto durante su carrera en lo profesional y familiar. Mi meta es asesorar y acompañar al comandante con mi experiencia profesional.

Han transcurrido tres años de trabajo en periodos muy intensos en la región del Biobío, atareados y con acciones reales en terreno. El compromiso de servicio personal siempre es mayor. Sé que quedan aún muchas acciones por desarrollar y comprendo que lo más importante y que no debo olvidar jamás es que en todo momento, en cada situación, mi misión es apoyar a nuestra gente de mar.

Me permito citar las palabras de la doctrina de mando de nuestro comandante, que haciendo referencia a nuestro grado jerárquico, dijo:

“El Suboficial Mayor representa la excelencia profesional, la calidad humana y la lealtad al servicio. Es un ejemplo de trabajo duro y bien hecho. Aprendan a conocerlo y aprovechen el máximo su experiencia y sabiduría. Estoy seguro que será fuente de motivación y apoyo incondicional a todos los niveles de nuestra base”.

Basado en esas sabias palabras, puedo reafirmar que la responsabilidad que uno ostenta, lo motiva a dar profesionalmente el máximo, trabajando bajo el concepto trabajo terminado.

El mensaje

A las nuevas y futuras generaciones, mi mensaje es que dejen fluir el amor por lo que creen correcto. Ustedes están en una posición deseada por muchos, pero que solo pueden lograr los mejores. Nunca pierdan de vista su horizonte. El camino será muchas veces pedregoso, pero la convicción personal de lo que sueñan y aman no puede ser vulnerada. Ustedes son las personas adecuadas que necesitamos y es nuestra responsabilidad mantenerlos con disciplina y lealtad. Jóvenes, la tarea en ocasiones no será fácil; pero será vuestro deber hacer bien el trabajo. Llevamos una mochila cargada de más de 200 años de historia gloriosa.

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