By Sergio Valencia Gana
Frente a una juventud que ha recibido una educación de crianza diferente a la de las generaciones que las preceden y que a su vez la ha llevado al desarrollo de características que dificultan su maduración, adaptación y resiliencia para ingresar al mundo del trabajo, algunos elementos de pensamiento crítico, enseñados y modelados para ellos por sus líderes, aparecen como un elemento esencial para contribuir al adecuado crecimiento y desarrollo de estos jóvenes.
Faced with a youth that has received a different upbringing than of former generations and that in turn has led them to develop characteristics that hinder their maturity, adaptation, and resilience to enter the world´s workforce. This article presents some elements of critical thinking, taught, and modeled for them by their leaders, which emerge as an essential element that contributes to the proper growth and maturity of these adolescents.
Tres creencias de la juventud: Greg Lukianoff y Jonathan Haidt nos hablan de tres importantes creencias que hoy existen en los Estados Unidos y que también hemos podido apreciar que se encuentran ampliamente difundidas dentro de la juventud de nuestro país1, debido a que ellos, los que pertenecen a la generación millennial y siguiente han sido significativamente afectados en su crecimiento y desarrollo por las redes sociales, especialmente desde el 2012 en adelante con la aparición del teléfono inteligente, junto a una acentuada protección paterna en muchos aspectos de su crianza.
Lukianoff y Haidt nos dicen que estas ideas rara vez se les enseñan explícitamente a los jóvenes; más bien, se les transmiten mediante las reglas, prácticas y normas, que a menudo, con las mejores intenciones, se usan en su educación. Nos aclaran que existe generalmente, entre la juventud menor de 28 años, el reconocimiento de tres significativas creencias que parecen haberse extendido ampliamente en los últimos años:
la de la fragilidad: “lo que no te mata te debilita”, la del razonamiento emocional: “confía siempre en tus sentimientos” y la de nosotros contra ellos: “la vida es una batalla entre gente buena y gente mala”. (Lukianoff Greg, Haidt Jonathan, 2018).
Podemos recordar que, aproximadamente, desde el comienzo de la década del 2000, cuando los primeros millennials (los nacidos entre 1980 y 2004) entraron al mundo laboral, nos comenzamos a percatar de que eran una generación diferente, con expectativas diferentes y con una manera de ser y comportarse absolutamente distinta a las generaciones precedentes, elementos que quedaron claramente determinados en la encuesta Gallup, desarrollada el año 2016. (GALLUP, 2016).
Ahora, con el desarrollo y masificación de la internet, dentro de las redes sociales y de los teléfonos inteligentes, especialmente los más jóvenes de esta generación y la siguiente, ya no solo se diferencian de los anteriores sino que también han integrado a su desarrollo y comportamiento estas tres creencias, especialmente reforzadas por las redes sociales y la cada vez más disminuida interacción cara a cara, notablemente vigorizada por la pandemia que sufrimos recientemente.
Para ilustrar sólo en parte estos problemas, podemos percibir claramente que las redes sociales han canalizado las pasiones partidistas hacia la creación de una polarización y una cultura de llamada, donde cualquiera puede ser atacado públicamente por decir algo que otra persona quiera interpretar de manera ofensiva, aunque lo haga, inclusive, con buenas intenciones.
También hemos visto, cada vez más, cómo las plataformas de internet y los medios de comunicación permiten a los ciudadanos refugiarse en burbujas de auto confirmación, donde sus peores temores sobre los males del otro bando pueden ser confirmados y amplificados por extremistas y ciber troles que buscan solo sembrar discordia y división2.
Por último, sabemos también que estas creencias, que ya han florecido en muchos centros de educación, tienen sus raíces en la educación recibida y en las experiencias de la infancia, y se extienden también al mundo del trabajo y a la contingencia nacional. En conclusión, tenemos entonces que estas tres significativas creencias, si bien se han extendido principalmente entre los más jóvenes millennials y la generación siguiente, los menores de 28 años, pueden ser perjudiciales para todos.
Veremos a continuación cada una de ellas en detalle y en la última parte de este artículo cómo podemos guiar y ayudar a los más jóvenes a contrarrestarlas.
O La creencia de la fragilidad: “lo que no te mata te vuelve más débil.”: Haidt y Lukianoff nos indican que los niños, como muchos otros sistemas adaptativos, no son frágiles, ellos son antifrágiles. Sus cerebros requieren una amplia gama de entradas desde sus entornos para configurarse para esos mismos entornos. Al igual que un sistema inmunológico, los niños deben estar expuestos a desafíos y factores estresantes (de manera apropiada para su edad), o no madurarán y no se convertirán en adultos fuertes, capaces y resilientes; adultos capaces de interactuar productivamente con personas e ideas que desafíen y pongan a prueba a sus creencias.
Nos dicen también que los sentidos que damos a los conceptos muchas veces con el tiempo sufren cambios en sus significados. Conceptos como trauma y seguridad han cambiado desde la década de 1980 y a menudo se emplean de maneras que ya no se basan en el sentido original de las palabras. Las concepciones hoy ampliadas del concepto de trauma y del concepto de seguridad se utilizan ahora para justificar la sobreprotección de los niños de todas las edades, hasta incluso de los jóvenes estudiantes universitarios y también de aquellos recién graduados, ya dentro del mundo laboral.
Segurismo es el nombre que se le ha dado al culto a la seguridad, una obsesión por eliminar amenazas (tanto reales como imaginarias). La conclusión de estos autores es que el segurismo priva a los jóvenes en sus etapas de crecimiento de las experiencias significativas que necesitan sus mentes antifrágiles, lo que finalmente los hace más frágiles, ansiosos y propensos a verse a sí mismos siempre como víctimas. El segurismo nos dicen, lleva a los adultos a preparar erróneamente el camino para los niños y no a los niños para ser capaces de recorrer su camino.
O La creencia del razonamiento emocional: confía siempre en tus sentimientos: Lukianoff y Haidt nos dicen también que entre las percepciones psicológicas más universales del mundo está lo que realmente nos asusta y consterna, que no son los eventos externos en sí mismos, sino la forma en como pensamos sobre ellos, o sea, el cómo los percibimos, cómo los sentimos y lo que subjetivamente creemos que van a significar para nosotros o cómo nos van a afectar.
El razonamiento emocional en reemplazo del razonamiento crítico es una de las más comunes de todas las distorsiones cognitivas que existen. Ellos nos dicen también que basado en las creencias del razonamiento emocional se ha desarrollado el término microagresiones que se refiere a una forma particular de percibir las humillaciones y desaires que se producen al comunicarse entre las personas (por ejemplo con las personas de una etnia). Los pequeños actos de agresión son reales, por lo que el término podría ser útil, pero debido a que la definición generalmente incluye la no intencionalidad, la palabra agresión es usada generalmente de manera engañosa y finalmente falsa. Usar siempre el lente de las microagresiones sólo puede amplificar el dolor experimentado y el conflicto. (Por otro lado, hay que darse cuenta de que nunca hay nada de micro en un acto intencional de agresión o intolerancia.)
Cuando se enseña a los jóvenes a interpretar siempre las acciones de los demás de manera hostil y lo más conflictiva posible, los movimientos que enseñan sobre microagresiones los alientan a participar en razonamientos emocionales y otras distorsiones cognitivas, llevándolos a niveles más altos de desconfianza, conflicto y finalmente hasta de odio.
Por ejemplo, hemos visto aumentar, en los últimos años, las iniciativas para evitar que algunos oradores, especialmente políticos, den charlas en algunos establecimientos educacionales. Tales esfuerzos a menudo se justifican por la afirmación de que el expositor en cuestión causará daño a los estudiantes. Por el contrario, los profesores y estudiantes deben comprender el concepto de antifragilidad y tener en cuenta el principio de que la educación no debe estar destinada a hacer que las personas se sientan cómodas o a uniformar su percepción; la educación debe estar destinada a hacer pensar a los alumnos por sí mismos.
O La creencia de nosotros contra ellos: la vida es una batalla entre gente buena y gente mala: Por último, Lukianoff y Haidt nos enseñan que la mente humana evolucionó para vivir en tribus que participaban en conflictos frecuentes (y a menudo violentos); por ello hoy nuestras mentes modernas dividen fácilmente el mundo en nosotros y ellos.
Nos cuentan también que la política de identidad puede adoptar muchas formas. Una forma positiva, como la practicada por Martin Luther King o Nelson Mandela, dicen que puede denominarse la política de identidad de humanidad común, porque en su práctica ésta humanizaba a sus oponentes y apelaba a su comprensión, al mismo tiempo que ejercía presión política de otras formas siempre pacíficas.
Pero, sabemos también que la política de identidad del enemigo común, que hoy se ejercita hacia la juventud, siempre se orienta a intentar unir una coalición utilizando la psicología del proverbio “Yo contra mis hermanos. Yo y mis hermanos contra mis primos. Yo, mis hermanos y mis primos contra el mundo”. Esta política de Identidad de nosotros contra ellos se utiliza cada vez más en la actualidad nacional y busca lograr la ampliación del conflicto, no construye nada positivo y sólo incrementa el odio y enfrentamiento.
O Características intelectuales del pensamiento crítico que nos guían y ayudan a descubrir el error de estas tres creencias:3 ¿Cómo mitigar entonces el efecto de estas tres creencias, en base al trabajo de los líderes de la juventud a fin de llevarlos a aprender, usar y practicar efectivamente ciertas “características intelectuales del pensamiento crítico”?
O Características Intelectuales: Paul y Elder nos dicen que el pensamiento crítico tiene ocho características intelectuales, que en la medida que las conocemos y desarrollemos podemos aprender a descubrir los errores en nuestro propio pensamiento. La pregunta es entonces ¿cómo pueden los líderes guiar a sus jóvenes seguidores para que ellos puedan alcanzar la necesaria madurez de pensamiento y estén capacitados para descubrir por sí mismos los errores de estas tres creencias?
Los autores nos explican que madurez de pensamiento significa ser consciente de la necesidad de tratar a todos los puntos de vista por igual, sin referencia a los propios sentimientos o intereses. Implica adherirse a estándares intelectuales (como la precisión y la lógica), no influenciados por el interés propio o el de nuestro grupo de referencia. Ser maduro intelectualmente es esforzarse conscientemente por tratar todos los puntos de vista sin prejuicios. Implica una conciencia del hecho de que nosotros, por naturaleza, tendemos a prejuzgar las opiniones de los demás, colocándolos en categorías favorable (de acuerdo con nosotros) y desfavorable (en desacuerdo con nosotros).
Nos dicen que implica también reconocer que tendemos naturalmente a dar menos peso a las opiniones contrarias a las nuestras. De este modo, la madurez intelectual es especialmente importante cuando la situación nos exige que consideremos otros puntos de vista que están en conflicto con nuestro interés personal o de grupo.
Lograr un estado mental verdaderamente maduro y justo es un desafío complejo que se requiere alcanzar, acorde a Paul y Elder, por medio del ejercicio de las siguientes características o virtudes intelectuales del pensamiento crítico: a) la humildad, b) la valentía, c) la empatía, d) la integridad, e) la perseverancia, f) la imparcialidad, g) el confiar en la razón (como herramienta de descubrimiento y aprendizaje) y por último, h) ser intelectualmente autónomo4. (Paul Richard / Elder Lindo, 2014).
Debido a que en gran medida no se conocen, estos rasgos no son muy valorados. Sin embargo, en este artículo postulamos que algunos de ellos son particularmente esenciales para analizar efectivamente las creencias que afectan a los más jóvenes y evitarlas en base a descubrir el error de pensamiento en ellas.
Por lo anterior, queremos plantear que podemos focalizarnos y hacer frente al error y consecuente daño que producen estas creencias, en base a la enseñanza que sus líderes pueden desarrollar y la utilización que nuestra juventud, consecuentemente, haga de estas características. A continuación, seleccionamos cuatro de entre las ocho características intelectuales. Las hemos elegido por su pertinencia, para enfocarnos en ellas como las herramientas esenciales que nos permitirán lograr la específica madurez de pensamiento y capacidad de análisis que buscamos6. (Paul Richard /Elder Lindo, 2003).
O Entereza intelectual vs. cobardía intelectual: Los líderes deben enseñar a los jóvenes que los siguen, a estar conscientes de la necesidad de enfrentar y atender con justicia ideas, creencias o visiones hacia las que no se sienten atraídos. Deben ser capaces de salir de su zona de confort y atreverse a pensar y cuestionar.
Este valor (entereza vs. cobardía intelectual) reconoce que hay ideas que aunque las consideremos peligrosas o absurdas, pueden estar justificadas racionalmente (en todo o en parte) y que también hay conclusiones y creencias que nos han sido inculcadas en el pasado, que pueden ser absolutamente falsas o equivocadas.
Para que el joven pueda determinar cuáles lo son y cuáles no, sus líderes deben guiarlos a no aceptar pasivamente todo lo que han aprendido. Aquí debe entrar en juego la valentía intelectual ya que, sin lugar a duda, se darán cuenta de que hay ideas que se creyó que eran peligrosas y absurdas pero que no lo son y que también hay distorsión y error en otras ideas ya afianzadas en su grupo social.
Especialmente los jóvenes necesitan que sus líderes, con mayor experiencia, los guíen en el cultivo y utilización de la entereza intelectual, para que puedan discernir adecuadamente, ante situaciones que indudablemente se les van a presentar en múltiples ocasiones, y no caigan por comodidad o temor en el camino fácil de simplemente aceptar el error por una cierta cobardía intelectual.
O Autonomía intelectual vs. aceptación intelectual: Se trata de enseñar a los más jóvenes a dominar de forma racional los valores y las creencias que ellos tienen y las inferencias que hacen. Dentro del concepto del pensamiento crítico, lo ideal es que ellos aprendan a pensar por sí mismos, y que logren ocupar efectivamente su proceso mental de razonamiento.
Esto implica lograr de ellos un compromiso y práctica de analizar y evaluar sus creencias, tomando como punto de partida la razón y la evidencia. Significa que deben aprender a cuestionar cuando la razón y la evidencia les dice que hay que cuestionar, creer cuando la razón y la evidencia les dice que hay que creer y conformarse sólo cuando así lo dicte la razón y la evidencia, pero no simplemente conformarse con todo lo que se habla o especialmente lo que la mayoría acepta. Sus líderes tienen el deber de incentivarlos y guiarlos para formar su propio pensamiento, ya que lo que menos necesitamos hoy, es una juventud con conducta de rebaño.
O Integridad intelectual vs. hipocresía intelectual: Implica guiar a nuestra juventud para ser capaces de reconocer la necesidad de ser honesto en su pensar; ser consistente en los estándares intelectuales que aplican; aceptar el someterse al mismo rigor de evidencia que ellos exigen a los demás; a practicar lo que predican y finalmente a aprender a aceptar con humildad las inconsistencias de pensamiento y acción en las que ellos también pueden y más de una vez incurrir.
O La confianza en la razón vs. la desconfianza en la razón y en la evidencia: Es vital para el crecimiento y desarrollo juvenil el incentivarlos a razonar y a descubrir, por ellos mismos, la veracidad o no de estas tres creencias.
Sus líderes deben demostrarles claramente su fe y confianza en que ellos pueden aprender a pensar por sí mismos, a construir visiones racionales, a llegar a conclusiones razonables, a pensar de forma coherente y lógica. También deben enseñarles a confiar en que podrán crecer y desarrollarse adecuadamente, si se apoyan en la razón y confían en ella y en la evidencia.
Conclusión
Si los líderes fomentan y confían que sus dirigidos lleguen a sus propias conclusiones y les enseñan a pensar críticamente ayudándoles a desarrollar sus facultades para razonar, pueden ayudarlos también a construir de manera práctica su confianza en la razón y sobre todo en sí mismos, liberándolos en gran medida de estas tres nocivas creencias.
Bibliografía
El presente artículo relata las experiencias de un oficial Infante de Marina chileno en el Expedtionary Warfatre School ...
Puede que una las actividades más demandantes para los marinos sea leer; aunque inicialmente sencilla, esta actividad re...
Somos una especie que se autodefine como inteligente. Pero a su vez, la historia está llena de estupideces y tozudeces q...
A Confucio (470 a. de C.) se le atribuye el proverbio que dice “dale un pescado a un hombre y comerá un día, enséñale a ...
Se define el pensamiento crítico y se desarrollan sus ventajas como herramienta para el análisis y solución de problemas. También se detallan los métodos más usados y se describen los criterios universales para el rigor intelectual.
Versión PDF
Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
Inicie sesión con su cuenta de suscriptor para comentar.-