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El fin justifica los medios y la hidroponía social

El fin justifica los medios y la hidroponía social

  • BENJAMÍN RIQUELME OYARZÚN

By BENJAMÍN RIQUELME OYARZÚN

  • Received at: 22/05/2023
  • Published at: 31/10/2023. Visto 514 veces.
  • Abstract (spanish):

    Avanzado el siglo XXI, la realidad nos muestra que un segmento significativo de la población repite como mantra un par de ideas carentes de profundidad y de parcial veracidad. Que esto ocurra en una época en que el acceso a la información está a un click de nuestros smartphones o computadores y prácticamente gratis, es un contrasentido. Al parecer, lo importante es asumir tendencias para mantener una imagen de modernidad, lo que exige desprenderse de vínculos para avanzar más deprisa.

  • Keywords (spanish): modernidad, Sociedad.
  • Abstract:

    As we move into the 21st century, reality shows us that an important segment of society repeat over-and-over again, some ideas which are intellectually shallow, without any fact-checking. Today, it seems an inconsistency that from any smartphone or computer, you can get instant and almost- free access to information. Seemingly, the important thing is to portray an image of modernism. So, to be trendy, it requires to disconnecting yourself from any bond.

  • Keywords: modernity, Society.

Cada vez es más común escuchar la repetición de ideas o conceptos sin mayor análisis o comprobación de su veracidad, lo que resulta una situación incomprensible dada la facilidad para acceder a información a través de internet.

Es una verdad afirmar que vivimos en una realidad tridimensional, sin embargo, estamos acostumbrados, para entender lo que ocurre en el mundo, a representar los fenómenos económicos, sociales, biológicos y otros, en dos dimensiones. Utilizamos gráficos, matrices, planos, flujogramas y organigramas, donde solamente contamos con los vectores X e Y, o alto y ancho, quedando pendiente la dimensión de la profundidad, que en este caso se refiere a la búsqueda de conocer las circunstancias, los antecedentes y datos, para luego analizar y contrastar, objeto llegar a configurar una definición propia.

Al respecto, el título de este artículo busca evidenciar cómo se refleja esta falta de profundidad en la sociedad, porque sin duda muchas personas dan por cierto que Nicolás Maquiavelo es el autor de la frase “El fin justifica los medios”, pero Maquiavelo nunca la dijo y, a pesar del error, debido a su repetición se transforma en una verdad o, mejor dicho, en una falsa verdad.

Conforme a lo expresado cabe preguntarse: ¿es posible la existencia de una verdad errónea o una falsa verdad? La respuesta es sí, y la fundamenta categóricamente el ex presidente de España Felipe González, cuando señala: “[…] la verdad es lo que los ciudadanos creen que es verdad. Muchas veces nosotros sabemos que las razones se confunden. […] esa verdad que es lo que creen los ciudadanos que es verdad, se traduce en decisiones de voto"1 Haciendo el ejercicio de extrapolar lo mencionado por Felipe González a la vida cotidiana, tenemos que una parte importante de la población es asidua usuaria de redes sociales y ante un acontecimiento publicado en ellas, lo justifica o desaprueba en busca de la aprobación de una mayoría o de sus pares. Lo que importa es la cantidad de likes o reproducciones de su intervención en la red, no se pretende buscar la verdad. En otras palabras, se genera una relación directamente proporcional: mientras más popular sea un comentario, mayor grado de veracidad adquiere.

Entonces, ya no hay ganas ni tiempo para pensar. Con una población hiperconectada, lo que prima es la inmediatez, es ser el primero en dar a conocer una opinión u hecho. Todo fluye rápido, con oscilaciones pendulares y potenciado por la opinión pública, convirtiéndose en un cóctel que lo tragamos de un sorbo y nos embriaga. Los principios se pueden adecuar dependiendo de quién cometa la supuesta falta –si es de los nuestros o de los otros-, las convicciones nos hacen ver retrógrados, nos importa el qué dirán y el encajar en la “sociedad moderna”, por lo tanto, tenemos que actualizarnos igual que las versiones de las Apps o sistema operativo de los smartphones. Las raíces que nos mantienen firmes a los embates, que nos nutren de conocimiento y, por ende, nos hacen prosperar, ahora son un estorbo, puesto que retrasan o impiden nuestra “actualización”, lo que nos lleva a preferir ser humanos hidropónicos, sin sustento y transportables a las zonas de confort que se van generando.

Gestación y consolidación de la hidroponía social

En una primera etapa de nuestra vida, por tal motivo muy significativo, la educación que recibimos en los colegios y la familia penetra en nuestra mente y comienza a ser parte de nuestras creencias. El cariño y reconocimiento que, como niños, le asignamos a esos profesores y familiares, hace que con mayor fuerza condicionemos sus enseñanzas a una verdad irrefutable y la volvemos a transmitir a medida que pasan los años.

Posteriormente, ya adultos nos retroalimentamos con lo aprendido en nuestra infancia o asumimos nuevos paradigmas culturales que llegan a opacar o trasplantar aquello estudiado en el periodo de colegio y lo transferido por el entorno familiar. Los facilitadores que inciden en la adopción de cambios de creencias son la repetición que se da en los medios de comunicación y redes sociales, la autoridad que le asignamos a quienes cumplen la función de comunicadores en la TV, la ingeniería social que permanentemente juega con nuestras emociones, la presión social para aceptar las tendencias del momento, la reticencia a ser considerados disidentes, la falta de compromiso y la confianza en que otros harán el trabajo. Nadie está exento de ser absorbido por los nuevos cánones que se implantan en la población. El autor recuerda cuando en su etapa de colegio a España se le llamaba con respeto la Madre Patria. No obstante, de forma inadvertida, pasó a ser casi un insulto celebrar el descubrimiento de América.

Se constata la práctica de alejar a las personas de aquello que lo conecta con algo. Aquellos que trabajaron y dieron su vida por forjar una nación o que realizaron una hazaña memorable, son minimizados; incluso, llegan a ser cuestionados y juzgados de acuerdo con los valores actuales, sin contemplar el contexto del periodo en que vivieron. Cada época tiene pilares que soportan el orden social, y para crear una nueva etapa se deben demoler aquellos cimientos que estorban. En su libro Modernidad líquida, Zygmunt Bauman habla de la “disolución de los sólidos” como un proceso para destrabar aquellas relaciones sociales y emancipación de ataduras éticas, culturales y políticas, con el propósito de dejar desnuda a la sociedad, incapacitada y en condiciones inapropiadas para resistir las nuevas reglas del juego.

No nos damos instancias para recordar. El caudal de información va sustituyendo de manera inmediata hechos y opiniones, sin encontrar un momento para buscar la verdad. Razonar y rememorar consumen horas, las que nos parecen escasas porque nuevas noticias llegan y nos obligamos a escucharlas, pero sin lograr procesarlas. Es plausible preguntarse ¿cómo se está conociendo lo que pasó o pasa en el mundo? La respuesta, en palabras coloquiales, es “por comentarios de pasillo”, esto quiere decir, por lo que se ve en Youtube, en redes sociales o en un programa de TV, sin investigar por cuenta propia, sin contrastar información y, en un acto de fe, creer en la experiencia e intenciones académica/profesional de quien escuchamos el comentario.

Esta situación nos hace llevar una vida incorpórea, tal como lo explica el filósofo surcoreano Byung-Chul Han cuando señala: “Todo lo que estabiliza la vida humana requiere tiempo. La fidelidad, el compromiso y las obligaciones son prácticas asimismo que requieren mucho tiempo. La desintegración de las arquitecturas temporales estabilizadoras, entre las que también se cuentan los rituales, hacen que la vida sea inestable"2.

La historia, herramienta narrativa utilizada para generar cohesión e identificación en una sociedad, se convierte en un arma para producir desvinculación con el pasado. En algunos casos, la historia puede ser comparada con un traje a la medida, donde historiadores o comentaristas de farándula histórica actúan como sastres que recortan hechos acaecidos que incomodan, ajustan y retocan pasajes de lo vivido y ocultan errores, todo para que la “vestidura histórica” calce cómodamente con un discurso.

Como es sabido, la historia se atesora en los textos que dan cuenta de lo sucedido. Pero si antiguamente se quemaban libros para eliminar rastros de lo que se consideraba herejía, en la actualidad no es necesario cometer un acto tan visible de barbarie. Ahora es más fácil, basta con borrar textos de un servidor o modificar el algoritmo para que en los buscadores de internet aparezca lo que se quiere que leamos. Asimismo, hay un esfuerzo por establecer una disociación con las generaciones pasadas, al pretender hacernos sentir culpables por injusticias, reales o no, cometidas por ellas, junto con juzgarlas sin escuchar o querer oír su defensa, prácticamente, incitando a renegar o avergonzarnos de los antepasados.

Por otra parte, el logro alcanzado con el método científico, que hizo a la humanidad desprenderse de supersticiones para comprender y explicar cómo funciona la naturaleza y así avanzar por una senda cognitiva, sufre un retroceso cuando elementos tan subjetivos y manipulables como la autopercepción y la construcción social se convierten en baluartes para elaborar una nueva visión del mundo. De esta forma, tenemos un individualismo tendiente al extremo, donde la autopercepción prima como verdad por sobre la observación que tengan los demás. Del mismo modo, la sociedad y el entorno familiar son señalados como los culpables de condicionar nuestro ser, porque se dice que inhiben el autodescubrimiento de lo que creemos que somos.

Tenemos un amplio abanico de personajes que reemplazan a nuestros antiguos líderes, héroes y estadistas, ya que las redes sociales vigorizaron la predilección por lo instantáneo, dando surgimiento y vitrina a los influencers. De éstos, los hay para todos los segmentos, gustos y creencias, lo que hace imposible encontrar un marco de referencia de lo que es correcto, ya que siempre encontraremos un nicho donde lo que se piense estará respaldado. Según Pedro Baños, nos encontramos en una época que la cataloga como posmodernidad, que se caracteriza por ser “…un estado mental, una actitud de negación y rechazo de todo lo anterior.[…] Se rechaza a los héroes clásicos y a las figuras representativas, mientras se adora a personajes tan mediáticos como mediocres"3.

No existen explicaciones simples para la complejidad que estamos viviendo. Hoy más que nunca, cuando existe la obligación de llevar el cuestionamiento filosófico al espacio público, es sustituido por las respuestas que nos entregan internet, la TV, las redes sociales y, últimamente, la inteligencia artificial. De esta forma, nuevamente caemos en las manos de la tecnología, porque confiamos en las respuestas que recibimos, dejamos que piensen por nosotros y nos sentimos satisfechos de encontrar soluciones rápidas.

La comodidad en la obtención de respuestas a lo que buscamos en el plano digital hace que voluntariamente cerremos los ojos ante los conocidos riesgos que presenta la huella digital que vamos dejando, la habilidad de los algoritmos para procesar nuestros datos y el aprovechamiento de la información que está en la red para exponernos a programas de ingeniería social.

Uno de los peligros de lo anterior, es permanecer sumergidos en una caja de resonancia que persistentemente nos bombardea con las mismas ideas, haciéndonos creer que el resto del mundo piensa igual y que estamos en lo correcto. El coronel Pedro Baños en su libro La Encrucijada Mundial, nos dice: “En la actualidad, lo que prima es informarse sin esfuerzo”, y continúa descifrando el mundo de las comunicaciones al mencionar que “El objetivo es que el espectador vea, no comprenda. Se trata de que el receptor absorba una gran cantidad de información, pero sin digerirla adecuadamente…"4.

Conclusión

Nos estamos transformando en una sociedad hidropónica, porque mientras carguemos menos recuerdos, valores, ritos y cultura, más livianos nos encontremos para avanzar. Pero si no nos damos el tiempo para razonar y dejamos que otros sigan pensando por nosotros, pasamos a ser parte del “hombre masa"5, recordando el libro La Rebelión de las masas de José Ortega y Gasset. Es inevitable hacer un alto en esta marcha hacia una modernidad de límites indefinidos, para cuestionar lo que estamos haciendo y recuperar la dirección de nuestra vida, de redescubrir lo que es bueno y lo que es malo, rememorar nuestros orígenes y tener orgullo de nuestro pasado, asumiendo que como seres humanos se comenten errores, junto con recobrar la búsqueda del bien común.

Bibliografía

  1. Baños, Pedro. La Encrucijada Mundial. Editorial Ariel, España, 2022.
  2. Bauman Zygmunt. Modernidad Líquida. Fondo de Cultura Económica, México, 2017.
  3. Han, Byung-Chul, No-Cosas. Quiebras del mundo de hoy. Taurus, Colombia, 2021.
  4. Ortega y Gasset, José. La rebelión de las masas. Ed. La Guillotina, Ciudad de México, 2010.
  5. https://www.facebook.com/watch/?v=5255276564582695

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