By David Anthony Knowles y Eduardo Aranda Mora
La navegación que efectuó el comodoro George Anson, futuro Primer Lord del Almirantazgo en el siglo XVIII, por el cabo de Hornos en 1741, quedó registrada como una hazaña de tenacidad y coraje. Este cruce que duró tres meses, enfrentó fuertes tormentas y al escorbuto que diezmó a las dotaciones bajo su mando. Después de tres años, regresó al Reino Unido con 188 hombres de los 1.939 que iniciaron la navegación.
Commodore George Anson´s sailing around Cape Horn in 1741 was recorded as a feat of tenacity and courage. Anson would later become First Lord of the Admiralty. The rounding of the Horn, which lasted three months, confronted severe storms and scurvy decimated the crew under his command. Three years later, he returned to the United Kingdom with 188 men out of the 1,939 who had initially set sail.
George Anson es conocido por capturar el galeón Nuestra Señora de la Covadonga, quién efectuaba anualmente viajes entre México y Filipinas, denominado Galeón de Manila. En él se transportaba plata para luego traer de vuelta especias, sedas y otros productos orientales. Cuando retornó al Reino Unido se necesitaron 32 vagones para llevar el botín junto a otras ganancias a la torre de Londres, mientras los abogados discutían sobre los derechos de propiedad de las mercancías. Gracias a esto, su carrera se catapultó, obteniendo una rápida promoción y haciendo evidente sus cualidades de mando. Siete años más tarde alcanzó el título de Primer Lord del Almirantazgo. Sus reformas fueron fundamentales, colocando a la Royal Navy en una posición predominante 50 años más tarde durante las guerras napoleónicas.
Asimismo es recordado, particularmente por instaurar un sistema de adquisiciones, el primer código de disciplina naval, mejorar el sistema de atención médica e incorporar a los Royal Marines a la Royal Navy.
Fue también un líder destacado, un hombre con una determinación indomable y un gran marino, que marcó un paradigma al inicio de la denominada edad de oro de la Royal Navy. El cruce por el cabo de Hornos ilustra lo anterior. Tomó tres meses y fue una hazaña particularmente monumental de resistencia y de una dificultosa navegación efectuada en pleno invierno enfrentando fuertes temporales casi continuos. Cuando arribó al estrecho de Magallanes, en marzo de 1741, su escuadrón estaba intacto pero el escorbuto, disentería y tifus habían diezmado las dotaciones de los buques bajo su mando. Aun así, no se cuestionó su tarea y continuó navegando. A partir de ese momento el clima estuvo en su contra, con continuas tormentas y fuertes vientos en forma ininterrumpida con solo cuatro días de calma. Las muertes por las diferentes enfermedades eran habituales. Cuando recalaron al archipiélago de Juan Fernández, más de la mitad de las dotaciones habían perecido.
Inicio de la expedición
Desde un principio las cosas no fueron auspiciosas para el comodoro Anson. La primera opción en hombres y buques las tenía el almirante Edward Vernon en el Caribe y el reclutamiento se efectuó con jubilados del royal hospital, muchos de los cuales desertaron camino a Porstmouth. La reserva del viaje fue laxa y los españoles estaban al tanto de sus intenciones. Los buques estaban deficientemente abastecidos, mal equipados y el material requerido no llegó en la cantidad necesaria. Todo lo anterior influyó en el zarpe a destiempo, lo que provocó que arribara al cabo de Hornos en pleno invierno.
El escuadrón estaba compuesto de la siguiente manera: HMS Centurion, buque insignia de 1.004 ton, 60 cañones, una dotación de 521 hombres al mando de Anson; HMS Gloucester de 866 ton, 50 cañones, 396 hombres de dotación al mando de Richard Norris; HMS Severn de 384 ton, 48 cañones, una dotación de 384 hombres al mando de Edward Legge; HMS Pearl de 560 ton, 42 cañones, 560 hombres de dotación cuyo comandante era M. Mitchel y finalmente el HMS Wager de 560 ton. 24 cañones, una dotación de 243 hombres al mando de Dandy Kidd. A lo anterior se le sumaba la balandra Tryall al mando de G. Murray y dos pequeños veleros el Industry y Anna.
Un mito que es necesario desmentir es que Anson tenía poca información y que navegaba por aguas inexploradas, lo que no es cierto, ya que utilizó cartas náuticas disponibles comercialmente y publicadas por R W Seale, que era un editor de mapas y cartas con sede en Soho y que las produjo extraordinariamente precisas para esa época del mundo hasta entonces conocido.
El paso por el estrecho Le Maire hasta el arribo al archipiélago de Juan Fernández
Los pocos días de buen tiempo que tuvieron se ocuparon para reparar los daños causados por las tormentas, apoyándose los buques mutuamente con carpinteros, bombas y aparejos de repuesto. También hubo tiempo de enterrar a los numerosos muertos producto del escorbuto, que hacia estragos en las dotaciones y las dejaba sin fuerzas para las maniobras con el velamen. El clima era tormentoso lo que exigía a las decaídas tripulaciones a realizar mayores esfuerzos.
Un extracto de una anotación del bitácora del Centurion nos detalla la dificultosa navegación que enfrentaron: “23 de marzo. Fuertes vientos y mar gruesa que permanentemente nos golpea; nuestros mástiles y aparejos todos cubiertos por hielo y nieve congelada. A las 13 horas el escuadrón se dirigió hacia el sur. Aproximadamente a las dos de la mañana el viento amainó”. “17 de abril. Fuertes ráfagas de viento, el que en todo momento es muy frío; A las 20:00 horas una fuerte tormenta rompe la escota principal pero se logra salvar la vela mayor, la que se repone a las 22:00 horas. Hubo que lamentar la muerte del marinero George Ramsey y de los soldados Francis Sullivan y George Ruth”.
El 22 de abril los buques inician su navegación hacia el norte lo que levantó los ánimos. En una nueva anotación de fecha 27 de abril, se indica que el escorbuto hace terribles estragos. A finales de ese mes los buques procedieron en forma independiente. El Severn y Pearl regresaron a Portsmouth y el Wager zozobró en el archipiélago Guayaneco. El Centurión llegó al primer punto de reunión y esperó por más de una semana, antes de partir hacia el próximo punto a 110 millas más al norte de Chiloé. En la navegación se enfrentaron con el peor temporal hasta ese momento. En otra anotación de fecha 25 de mayo se registra lo siguiente: “Vientos frescos, la mayoría de nuestros hombres están tan enfermos que no podemos reunir 20 marineros en cada guardia. Nuestros enfermos mueren rápidamente, hoy lamentamos el deceso de cinco hombres incluidos un guardiamarina.”
Anson decidió no esperar y continuar navegando hasta el archipiélago de Juan Fernández, 500 millas más al norte. Deseaba mantener en secreto su exitoso cruce del cabo de Hornos a los españoles, que dominaban toda América del Sur y estaban al tanto de su expedición. Sus buques están dispersos, averiados y no sabe con certeza si se volverán a reunir nuevamente. Su tripulación está completamente diezmada por las enfermedades, pero Anson ya está pensando en el futuro y las próximas resoluciones que tendrá que tomar. El 8 de junio el archipiélago de Juan Fernández fue avistado, teniendo que lamentar ochenta muertes más. El tercer teniente fue a tierra y regresó con carne fresca de foca, algunas verduras y agua. Los marineros devoraron las verduras llamándola hierva. Fondearon en bahía Cumberland el 12 de junio y establecieron un campamento en tierra para desinfectar completamente el buque. Posteriormente recaló el Tryall, en peores condiciones.
El Gloucester arribó el 28 de junio en un estado calamitoso con solo 92 supervivientes de los 300 hombres originales. Los muertos estaban esparcidos en todo el buque y aquellos que podían caminar o gatear lo hacían con gran dolor en las articulaciones debido al escorbuto. Las ratas devoraban a los muertos y atacaban a los más débiles.
El Anna fue el último buque en llegar, ocho semanas más tarde, el 17 de agosto había encontrado un refugio en los fiordos continentales. Al ser más pequeño y con menos dotación sufrió menos por las enfermedades. Finalmente fue desmantelada para reparar el resto del escuadrón.
Juan Fernández fue un alivio ya que ofrecía una playa de suave desnivel ideal para efectuar carenados, arroyos de agua dulce provenientes de las montañas, verdor, peces, cabras, focas y todo lo necesario para recuperar la salud de las maltratadas dotaciones.
Después de muchas odiseas, solo el Centurion arribó a Portsmouth en 1744, tres años después del zarpe, siendo recibidos como héroes. Esta travesía fue una hazaña de determinación y resistencia, cualidades que se necesitaron a lo largo de todo el periplo, pero fue durante el cruce del cabo de Hornos que el liderazgo, perseverancia y tenacidad del comodoro Anson fue puesta a prueba, enfrentando además de enfermedades e incertidumbre, adversas condiciones climatológicas casi continuas.
Finalmente, varios de los oficiales que efectuaron la circunnavegación al mundo y regresaron con Anson, años más tarde fueron distinguidos y sobresalientes almirantes en la Royal Navy, siendo estos: Henry Keppel; Hyde Parker; George Brydges Rodney; John Campbell y Richard Howe. Sin duda el liderazgo de Anson fue inspirador para los jóvenes oficiales bajo su mando, forjando su carácter y temple durante los momentos más apremiantes del viaje.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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