Mucho se ha escrito sobre la guerra y diversos autores han tratado de explicar la esencia este fenómeno político, social y tecnológico. El esfuerzo bien vale la pena, atendidas las gravísimas consecuencias humanas y materiales que -invariablemente- una guerra acarrea. Así, insignes autores, desde Sun-Tzu hasta los actuales Michel O´Hanlon y Valery Gerasimov, continúan tratando de descifrar qué es la guerra y -obviamente- cómo destilar experiencias de las guerras de ayer que sean útiles a la conducción de los conflictos actuales y futuros.

El desafío no es menor, ya que la guerra -o si se quiere el intercambio político mediante el empleo organizado de la violencia- se apoya en la tecnología para lograr sus fines, y una de sus características principales ha sido la permanente incorporación de nuevos dominios donde manifestarse. Primero, la guerra se libró en tierra y luego -consecutivamente- se añadieron el mar, el aire, el espectro electromagnético, el espacio y últimamente el ciberespacio como nuevos planos del intercambio bélico.

Por lo anterior es que siempre ha existido la tendencia de menospreciar el aporte de los autores de antaño, ya que la variabilidad de la guerra haría inaplicables sus hallazgos, que la tecnología devendría en demodé. Algo de razón tiene este postulado y no todos los autores de estrategia han logrado derivar constantes que sean aplicables hoy. Sin embargo, si hay un autor cuyo brillo intelectual no se ha opacado con el tiempo, este es Karl von Clausewitz y veamos por qué.

Primero, porque Clausewitz no escribió apoyado solamente en la reflexión, sino que lo hizo desde su propia experiencia vital. Se trató de un militar que sufrió heridas y derrotas; vivió el exilio y reflexionó desde sus vivencias intentando destilar, desde la trágica, agotadora y sangrienta realidad del campo de batalla, aquellas constantes de la guerra aplicables a todos los tiempos. De muestra un botón: Clausewitz probablemente murió a causa de las complicaciones de la cólera, enfermedad que seguramente contrajo mientras se desempeñaba como jefe de estado mayor del Cuerpo de Observación enviado por Prusia a raíz de un levantamiento polaco. Sí, se trataba de una operación “distinta de la guerra”, donde él integraba algo así como un cuerpo de “imposición de la paz”, en una situación que derivó en una epidemia incontrolable, tal como el Covid. Las similitudes con algunas operaciones militares contemporáneas son evidentes y -descartando la tecnología- la problemática militar resulta similar. “Nichts Neues unter der Sonne”¹ nos parece decir Clausewitz desde el Valhalla.

Pero el mérito principal de Clausewitz consistió en detectar que la guerra es un fenómeno cambiante, llegando a afirmar que la guerra es un camaleón que adopta la forma de sus tiempos.² Desde ese punto de partida, primero Clausewitz nos plantea un modelo trinitario de la Guerra³ y entonces, a partir de dicho modelo, nos entrega conceptos que constituyen herramientas útiles para comprender la naturaleza de cada guerra hasta hoy.

¿Está obsoleto el modelo trinitario de Clausewitz, basado en la razón del político, la pasión del pueblo y el valor de los militares? Veamos: ¿Acaso el modelo trinitario no nos ayuda a comprender la naturaleza de la guerra que libra hoy Israel, en el que la pasión religiosa del pueblo islámico excede y comanda el cálculo político de los líderes de Hamas y de Hezbollah? Sin entender el papel de la pasión y de las fuerzas morales⁴ en el conflicto actual entre el islam radical y Occidente, resulta imposible comprenderlo en forma cabal. Y es a Clausewitz a quien debemos la introducción de dichos elementos en el análisis.

Lo mismo podemos decir con otros conceptos introducidos por Clausewitz: La Fricción, por ejemplo. Una de las causas de la Fricción es la incertidumbre.⁵ La incertidumbre es “la dificultad de ver claramente” y sus causas pueden ser la falta de informaciones, un exceso de informaciones que oculte lo importante o -incluso- la desinformación, vista ésta como un intento deliberado de torcer la realidad. “Fake news” le dicen ahora y parece que Rusia las emplea deliberadamente.⁶ Claro, Clausewitz seguramente no pudo si quiera imaginar Internet, pero identificó claramente la información como un elemento clave de la conducción militar y política. De nuevo, pareciera que nuestro muerto goza de buena salud.

Otro ejemplo es el concepto de “punto límite de la victoria” o la fuerza decreciente del ataque, que nos indica que una ofensiva no puede mantenerse indefinidamente por la disminución de las fuerzas materiales del atacante. Este factor ha sido comprendido muy bien por Occidente y le ha permitido a Ucrania resistir la ofensiva rusa mucho más tiempo de aquel que los analistas militares predijeron al iniciarse el ataque de Putin.

No quisiera extenderme en otros conceptos propios de Clausewitz ampliamente utilizados hoy, tales como la teoría del Centro de Gravedad,⁷ el concepto Clausewitziano de aniquilamiento, su relación con las fuerzas morales,⁸ y su corolario: la muy actual “guerra de maniobras”.

Dónde sí quisiera extenderme es en que en la base de la discusión respecto de la validez contemporánea de Clausewitz y de su obra, yace como premisa fundamental la necesidad de refutar la pertinencia de su razonamiento como herramienta de análisis de los conflictos actuales. Así, para declarar difunta -por anacrónica- la obra del Prusiano, se deben refutar sus conceptos en particular, lo que aún no ocurre. Descartarlos, en cambio, mediante el sicoanálisis de las prácticas actuales del desarrollo del pensamiento militar parece ser un atajo intelectualmente insuficiente.

BIBLIOGRAFÍA

1. Libro “De la guerra” de Carl von Clausewitz.