Revista de Marina
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  • Fecha de publicación: 01/12/2015. Visto 79 veces.
90 UNA MASCOTA LLAMADA “LEÓN”* Francisco Risso Pivet** E s común que muchas unidades y reparticiones de la Armada tengan una mascota, las cuales llenan el lugar con su presencia y donde las dotaciones vuelcan sus cariños y cuidados, siendo generadoras de innumerables anécdotas, pero a comienzos del año 1990, después de muchos meses de intentos, el “Papudo”, no lograba tener una. El Cazasubmarinos “Papudo”, PC-37, era una unidad auxiliar de combate construida en Asmar (T ). Como tal fue el primer buque de guerra en ser construido en Chile. Fue entregado oficialmente al servicio de la Armada el 19 de noviembre de 1971. Sus principales dimensiones eran: eslora 53 metros, manga 7 metros, desplazamiento 477 Ton. Operó principalmente en la jurisdicción de la actual Cuarta Zona Naval.La falta de una mascota a bordo no pasó desapercibida por el comandante recién asumido, quien le encomendó a su segundo que se encargara de conseguir una que fuera del agrado de la dotación. Es así que tiempo después, un miembro de la dotación llegó con un cachorro de perro, de raza indefinida, de un color grisáceo y de menos de dos meses de edad, el que inmediatamente captó el cariño de todos. Todos los cachorros de esa edad despiertan ternura en las personas, pero a medida que van creciendo la situación en no pocas ocasiones cambia, sino es cosa de ver en las calles de nuestro querido país la cantidad de perros abandonados. A bordo no se quería que ello ocurriera, pero no solo dependía de las personas sino que también del can el que se acostumbrara a la vida naval. Todos se entretenían con este perrito que apenas caminaba, pero pasaban los días y aún no tenía nombre, tarea que el comandante encomendó a su segundo con la instrucción de que debía ser del gusto de toda la dotación para así asegurar que todos se sintieran identificados con el cachorro. A las múltiples tareas del segundo comandante, ahora se agregaba ésta, pero como a él le encantaban los perros, ideó un sistema de elección del nombre que cumpliera con los * Colaboración de la categoría “Vida Naval” del Concurso de Ensayos, “Revista de Marina, 130 años”. * * Capitán de Fragata (R). Quien diga o piense que los animales no tienen sentimientos y tampoco memoria, …no ha conocido a una mascota adoptada por una unidad naval. 91 lineamientos dados por el comandante. Al cabo de una semana, el segundo estuvo en condiciones de dar a conocer el nombre del perrito a su superior. Grande fue la sorpresa del jefe, persona seria y formal, cuando lo supo y exclamó ¿León?, agregando un comentario, “no es muy marinerazo el nombre, ¿no le parece?”, a lo que su segundo le respondió, “concuerdo con usted mi comandante que no es muy marinerazo el nombre, pero sin duda refleja las preferencias futbolísticas de la mayoría de la dotación del buque.” Generando afectos Fue así que, según pasaban los días, León crecía, sintiendo el cariño de todos los marinos del buque. En tal sentido, el segundo se sentía satisfecho porque había cumplido las expectativas. Pero el desarrollo del cuadrúpedo era más rápido de lo pensado. Él insistía en ingresar a los recovecos que utilizaba cuando recién había llegado al buque, pero ahora su panza le dificultaba la maniobra de salida de esos lugares. Su adaptación al medio fue inmediata y todos lo ayudaban en su peregrinaje por el buque. Había que auxiliarlo para que subiera las escalas al puente de mando, a la cubierta principal desde los entrepuentes o cámara de tripulación. La verdad es que no había muchos lugares donde se pudiera transitar sin tener que subir o bajar alguna escala, las que eran de peldaños estrechos y con mucha pendiente. Una vez, durante un ejercicio antisubmarino, el segundo comandante, de especialidad Torpedista, para dicha de su madre, se encontraba al interior del reducido y oscuro espacio de la sala de sonar. Estaba muy concentrado en la información que entregaba el operador del sonar y los datos del director de ataque, manteniendo comunicaciones con el puente de mando. De repente siente que algo se refregaba por una de sus piernas. Inmediatamente pensó, no puede ser un roedor puesto que en mis rondas no he observado señales de la presencia de ellos a bordo, pero igual la sensación que sentía en su pierna no le fue agradable. Felizmente resultó que el “gordito” trataba con dificultad de salir del espacio que había en la parte inferior de la bandeja que sostenía la fuente de poder de uno de los equipos electrónicos y donde se había refugiado para abrigarse sin que nadie se hubiera percatado de su ingreso. Si bien la zona norte tiene fama de ser una constante primavera, en época de invierno y a muchas millas de costa, la temperatura ambiental dice otra cosa y el perrito había encontrado refugio abrigado. León estaba presente en todas partes; de guardia en el puente, descansando en los lugares de habitabilidad, otras veces olfateando las espías mientras el personal trabajaba en cubierta. Siendo tan pequeño ya cumplía de buena forma sus funciones. León y su enfermedad No debe haber tenido más de cuatro o cinco meses de vida, cuando León comenzó a enfermarse. Rápidamente se contactó a un veterinario para que lo atendiera. El facultativo lo revisaba y le recetaba medicamentos. León se recuperaba, pero pronto volvía a recaer y su aspecto era realmente lastimoso. Al principio nadie entendía qué era lo que pasaba, sólo que los fondos destinados para arrendar videos para la navegación – así se estilaba en aquella época – menguaban en beneficio de la salud del cachorro. Lo curioso era que los síntomas de anomalías se presentaban en puerto no así en navegación, pero nadie se daba cuenta de esto. Un día, estando el buque en su puerto base de Arica, se descubrió el mal que padecía la mascota. El problema era exceso de cariño. Sí, tal cual se lee, exceso de cariño. Como el color del pelaje de León era plomizo, aparentaba que estaba sucio y miembro de la dotación que lo veía, lo bañaba. Es así que llegó a ser bañado cuatro y hasta cinco veces en un día. Imagínense lo que ello significaba para la salud del cachorro de unos cuatro meses. Ello no ocurría en navegación puesto que se hacía régimen de agua y con ello nadie se atrevía a usarla para bañar a la mascota aunque ganas no le faltara.Superado este episodio, León volvió a ser el de siempre, alegre meneando su colita mientras transitaba por diversos lugares del buque adonde ahora podía llegar con menos dificultades que le presentaban las numerosas escalas. PÁGINA DE MARINA: Una mascota llamada “León” REVISMAR 6 /2015 92 Adaptación al régimen diario Tal fue la adaptación de la mascota al régimen del buque, que participaba en cuanta actividad o maniobra había que realizar. Él se embarcaba en el bote de goma y se paraba en la proa rumbo al muelle, o acompañaba a las guardias en los trotes por la ciudad, participaba en los baños al costado en los puertos de campaña, también de los saltos de confianza, aunque la verdad es que esto último no lo hacía en forma voluntaria. Durante las navegaciones se paraba en la proa del buque para refrescarse, ponía cara hacia el horizonte y abría sus cuatro patas para asegurar el éxito, también en ocasiones compartía la litera con algún marino, por mencionar sólo algunas. A bordo, León siempre pasaba rondas y al escuchar el toque de aclara para alguna llamada, era el primero en llegar. Un día el segundo comandante cambió el lugar de formación debido a unos trabajos que se realizaban en el lugar acostumbrado, pero León igual llegó primero. Esto lo repitió varias veces y nunca se supo cómo sin seguir a nadie él sabía dónde debía dirigirse.Dado que se estaban presentando algunos problemas de tipo higiénicos y que amenazaba la buena convivencia entre la mascota y ciertos marinos, un día el segundo comandante tuvo la brillante idea de hacer poner un cajón con arena al interior de la barbeta del montaje de proa, la que tenía una abertura que le permitiría el fácil acceso a León, para que él hiciera sus necesidades fisiológicas y no dejara sus huellas por toda la cubierta principal. El resultado fue la arena esparcida por todo el sector y las heces …también. León escogió un lugar mejor, las espías del Castillo como más adecuadas para sus necesidades, para malestar de los que con ellas debían maniobrar.Un día estando en puerto base, León recorría alegremente el muelle, olfateaba todo y espantaba cuanta ave encontraba a su paso, estaba feliz. Repentinamente se detuvo, levantó su cabeza, miró hacia el buque y corrió raudo hacia éste ingresando como si lo persiguiera la tormenta perfecta. Llegó hasta las espías de proa, hizo lo que tenía que hacer y, con cara de satisfacción – le faltó esbozar una sonrisa –salió a reanudar sus actividades en el muelle para desagrado del encargado del sector quien solicitó al segundo que transbordara al perrito desde la División de Artillería a la de los Torpedistas que eran los encargados de toldilla, para así emparejar las cosas y que estos últimos no se rieran tanto. Todo iba viento en popa con el perrito hasta que nuevamente comenzó a enfermarse. El veterinario dijo que eran problemas estomacales y le recetó un régimen alimenticio, sin embargo, León seguía enfermo. Un día, el segundo en una de sus rondas, observó que el cocinero llevaba a cubierta un recipiente con caldo humeante, que contenía trozos de carne, papas y otros vegetales, sobras del almuerzo, y lo dejaba en el piso. Ante esta situación curiosa, obviamente que la pregunta era por qué lo dejaba allí, siendo la respuesta que era el rancho de León, mientras éste desesperado preparaba sus mandíbulas. El segundo rápidamente levantó el recipiente y lo dejó fuera del alcance del can, maniobra que obviamente León desaprobó insistentemente. Las comidas muy calientes era lo que estaba enfermando al cuadrúpedo. La nueva tarea del segundo comandante Esto fue la gota que derramó el vaso. A las funciones normales del segundo de supervisar el entrenamiento de la dotación, la conservación del material, la salud, la alimentación, la preparación del buque para el zarpe, la condición física, la disciplina, el bienestar, etc., ahora debía sumar el cuidado de la mascota, pero qué importaba, amaba a los animales y en especial a los perros. Quedaba claro que la dotación la adoraba, pero no tenía idea de cómo cuidarla. Ahora agradecía haber aprendido algo acerca del cuidado de cachorros como consecuencia de haberle sido regalado un pastor de dos meses, cuando era niño. Hubo de hacer una instrucción en la llamada general siguiente para evitar que se siguiera enfermando el perrito. Por lo demás, los gastos del ítem videos, ahora empleado en pagos al veterinario y medicamentos, superaba con creces la cantidad que era posible ahorrar. Fue así que se determinó que habría un encargado de la mascota, quien junto a un ayudante, se encargaría del control de las vacunas, baños, rancho, etc. y para ello fueron instruidos por REVISMAR 6 /2015 93 el veterinario. Esto permitió que León siguiera creciendo sano y salvo.Superada la sufrida etapa de aprendizaje de cómo cuidar a la mascota, ésta como decíamos continuó desarrollándose en forma sana. Aumentó la musculatura y su contextura, pero no creció mucho en altura. León tomaba guardia, acompañaba a la dotación en todas sus actividades rutinarias y aprendió a pasear por la ciudad de Arica. Fue visto en lugares muy apartados del puerto, pero siempre volvía y nunca faltó a un zarpe. Cuando se encontraba con algún miembro de la dotación por las calles, saludaba. Tenía claro los conceptos militares, luego seguía en sus andanzas. Debemos reconocer que nunca le conocimos una novia, pero debe haberla tenido ya que había cierto sector de la ciudad que era de su preferencia. Al año siguiente, 1991, asumió un nuevo comandante y con satisfacción la dotación pudo comprobar que él aceptaba la mascota, la que tanto había costado aprender a cuidar y la que cumplía a cabalidad lo que se esperaba de ella como compañía y a quien entregar cariño en los patrullajes por la zona norte. Reparaciones en Valparaíso León ya era un miembro antiguo de la dotación. Hacía rato que había dejado de tener que ser ayudado para subir o bajar las escalas del buque, por lo que podía ser encontrado en cualquier parte. Tomaba guardia, dormía, rendía el Test de Cooper, participaba en las revistas de inspecciones, no temía al sonido de los cañones en las prácticas de tiro, etc. El año para él transcurrió sin mayores inconvenientes, con buen estado de salud, y navegó hasta el puerto de Valparaíso para participar en un período de reparaciones programadas del buque. El segundo y los encargados se mantenían atentos, pero ya no había emergencias perrunas. Después de más de dos meses en reparaciones y ya prontos a regresar a Arica, el Viejo Pascuero lo visitó en la Perla del Pacífico, pero la noche de Año Nuevo lo sorprendió navegando al Rv. 000°, a cinco millas al weste de Punta Angamos, en demanda del puerto base. De regreso a puerto base El primero de enero el buque recaló a Iquique puesto que había que informar detalladamente al Mando Operativo lo obrado en las reparaciones y los asesores del Estado Mayor debían efectuar una revista a bordo. Cumplidas todas estas obligaciones sin observaciones, el Cazasubmarinos zarpó finalmente al puerto de Arica. A la recalada, León cubrió como siempre su puesto de repetido en el Castillo e inmediatamente reconoció el Morro. Ladraba y meneaba su cola como desaforado. Esto nos llevó a concluir que efectivamente había “alguien” esperándolo. Días después, en una significativa ceremonia, el segundo comandante, ahora transformado en oficial jefe, luego de su marinerazo ascenso en plena navegación llevada a cabo el 1 de enero, hacía entrega del cargo ya que próximamente efectuaría su feriado legal y cumpliría transbordo. León ahí estaba presente, recién bañado, sentado, observando todo. Parecía presentir que después de dos años, se separaban los track de navegación. León seguiría a bordo para alegrar la vida de las nuevas dotaciones y el segundo se trasladaría a la zona central del país. La despedida no fue fácil, hasta los hijos del oficial se habían encariñado con la mascota. PÁGINA DE MARINA: Una mascota llamada “León” nCS “Papudo”, 1971-1993. 94 El PC-37 “Papudo” es dado de baja El año 1993 el buque, después de más de dos décadas prestando servicios a la Armada de Chile, fue dado de baja de la Lista Naval, por lo que efectuó su última navegación a Talcahuano donde posteriormente fue enajenado. León fue uno de los últimos miembros de la dotación que permaneció a bordo. El año 1994, el segundo al cual nos hemos referido a lo largo de esta historia, prestaba servicios en la entonces Dirección de Armamentos de la Armada, en Valparaíso, por tal motivo, debió viajar en comisión de servicio a la Base Naval de Talcahuano en diversas oportunidades.En las tertulias con su equipo de trabajo del Departamento de Torpedos de la mencionada Dirección Técnica, con quienes había logrado una relación de camaradería y trabajo muy estrechas, compartía entre otros temas las anécdotas que como segundo había vivido en el Cazasubmarinos “Papudo”, y entre ellas, con León, a quien jamás dejaría de recordar. Después de todo lo había visto crecer y sufrido con sus enfermedades de cachorro. Sus asesores entendían muy bien la situación puesto que habían vivido lo que es tener una mascota en sus anteriores destinaciones. En una de esas comisiones a Talcahuano, entre otras actividades, el entonces segundo, debió concurrir a las dependencias de la Fuerza de Submarinos. Vestía muy compuestamente su tenida N° 11, digna de pasar una revista, para efectos de presentarse ante los mandos que debía visitar. Al salir de esta repartición, observó que a unos doscientos metros de distancia, un perro de color gris caminaba suelto junto a un cabo, olfateando todo cuanto se le cruzaba. El parecido a León era increíble. Se apreciaba que el can estaba bien cuidado y que con el marino existían buenas relaciones. El segundo se quedó contemplando esta escena la que le pareció familiar. Luego de un breve instante, no le cupo duda alguna que el perro era León. Con satisfacción, veía que después de poco más de dos años, había sido adoptado en otra unidad y era evidente que lo querían. El reencuentro De pronto, como si se sintiera observado, León interrumpió su olfateo, levantó la cabeza, paró sus orejas, miró y emprendió veloz carrera hacia donde estaba el oficial. El cabo, muy complicado, corría detrás del perro para evitar que lo fuera a morder o ensuciar, pero el animal le sacaba ventajas. El segundo, al ver que León se acercaba, se puso en cuclillas para recibir a su mascota la que no paraba de demostrar que había reconocido a quien fuera su compañero de dotación. Instantes después, jadeante, llegó el cabo pidiendo las disculpas del caso y explicando que nunca el perro había tenido esa actitud, por lo que siempre paseaba con él sin correa. El segundo, dichoso junto a León, le dijo que no se preocupara, que eran viejos amigos. El oficial y el perro permanecieron unos minutos jugueteando, con empujones y lengüetazos del can que desestibaban la gorra, recordando viejos tiempos compartidos en aguas y tierras nortinas. La tenida ahora estaba con un poco de polvo y unos cuantos pelos adheridos a la tela, pero qué importaba, el reencuentro bien valió la pena. De pronto, como si lo hubieran dicho en voz alta, ambos se mirarony se apartaron. Había que continuar; el segundo de regreso a Valparaíso y León se mantendría en Talcahuano alegrando a la dotación que tan bien lo había acogido. Después de alejarse algunos pasos, el segundo volvió la vista atrás y vio que León esperaba en posición sentado. El can le dio un ladrido de despedida mientras el oficial lo despedía con mano a la visera. A continuación los dos giraron y siguieron su camino. Quien diga que los animales no tienen sentimientos y tampoco memoria, está equivocado, y más aún si se refiere a una “mascota naval”. * * *

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