- Fecha de publicación: 01/06/2006.
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UN DÍA CUALQUIERA
Miguel Vásquez Muñoz *
L
a presente historia se desarrolla
un día cualquiera, en un mes cual
-
quiera, del año 1988. No recuerdo
con exactitud la fecha, quizás será porque
alguna parte de mi no quiere acordarse
de los sucesos de ese día, pero que ine
-
vitablemente vienen a mi memoria cada
vez que se conversa de navegaciones,
especialmente en la zona de canales de
la zona austral. Todo comenzó cuando la Flotilla de
Torpederas, compuesta en ese momento
por tres de ellas (PTFs Fresia, Quidora y
Guacolda ), desarrollaban operaciones en
aguas de canales interiores del área orien
-
tal del estrecho de Magallanes, a media
mañana, faltando poco para terminar con
los ejercicios y con ello regresar a puerto
Williams, a tiempo para llegar si no a la
ceremonia, al menos a la fiesta de matri
-
monio de uno de nuestros ingenieros,
que habíamos dejado en ese puerto base,
preparándose para su boda. Se navegaba
en demanda de la salida al Estrecho, en
Formación India, ello permitía una cierta
flexibilidad en la formación, no siendo
necesario ir en la estela del buque Guía.
Sin embargo, la torpedera que cerraba la
formación, la Guacolda, poco a poco se
fue apartando a estribor de las otras dos,
lo que fue permitido por el Comandante
de la Agrupación, confiando que dicho
buque llevaba una navegación segura y
que disponía de algún croquis regional para apoyarse en su trayectoria. A bordo
de la
Fresia, la carta oficial de navega
-
ción, mostraba color celeste (indicativo
de aguas someras) en el área donde se
encontraba la torpedera alejada del car
-
dumen. No pasó mucho tiempo cuando
por el parlante de la línea de Puente
(VHF), se escuchó entrecortada la voz del
Comandante de ese buque: ¡Neptuno de
Or........., .........aré! Inmediatamente surgió
la duda del contenido de la comunica
-
ción, dijo ¿Paré?, ¿Varé? Al solicitársele
que repitiera, no hubo duda, ahora clara
-
mente decía “de Orca..... ¡Estoy varado!
Repito ¡Varado!”. No se analizarán los motivos de la
varada, sólo mencionaré que la torpe
-
dera siniestrada, prácticamente dio un
salto sobre una roca, cayendo al otro
lado sobre roqueríos, con su vientre
abierto y rasgado, haciendo agua por
todos lados. Pasado el primer impacto
emocional, lo que siguió a continuación,
fue tomar la decisión si dejarla en el lugar
que se encontraba (ya que es sabido que
el hecho de intentar sacar un buque en
esas circunstancias puede producir aún
mayores daños en el casco), o remol
-
carla, sacándola de su transitorio lecho
y llevarla a aguas más profundas para
verificar su flotabilidad. Se optó por esta
última alternativa, considerando que sus
bombas estaban funcionando y sacando
el agua que entraba.
* Capitán de Navío. Oficial de Estado Mayor. Comandante de la PTF Fresia el año 1988 en el grado de Capitán de Corbeta.
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MIGUEL VÁSQUEZ MUÑOZ
La Fresia fue designada para desa -
rrollar la maniobra de salvataje. Hecho
el análisis del área y sus peligros, la
mejor forma de acercarse era llegar muy
despacio, de proa, para no arriesgar las
hélices, pasar el remolque y comenzar
a tirar dando atrás. Así fue hecho, pero
por alguna razón, que nunca tuvo expli
-
cación, de la torpedera varada largaron
tres veces el remolque. A la cuarta vez
funcionó la idea de maniobra; a todo
esto, la oscuridad del invierno austral ya
había llegado tempranamente, trayendo
viento, chubascos de agua-nieve y nieve
que dificultaban el trabajo de los hom
-
bres y la visibilidad. Así fue como en
uno de los intentos de remolque dando
atrás, se apagaron
los generadores de
la Fresia, quedando
el buque totalmente
a oscuras, con
sus dos máquinas
dando atrás y sin
radar, perdiendo por
lo tanto toda refe
-
rencia geográfica;
fue un momento
difícil y apremiante
que pareció eterno. Recuperado el poder
eléctrico y con ello el radar y la visión
de la geografía, se pudo apreciar que el
buque remolcador había derivado hacia
la costa y estaba entrando a una pequeña
ensenada, dando atrás con fuerza. ¡Para
la máquina! ¡Larga remolque! ¡Avante
media fuerza!,... estuvimos muy cerca de
otro desastre. Todo de nuevo, y esta vez sí fun
-
cionó y la
Guacolda comenzó a salir len -
tamente de su incómoda posición en las
rocas. Llevada a aguas más profundas,
fue abarloada al costado de estribor de
la Fresia, desde donde se le apoyó con
una partida de control de averías y a la
evacuación del agua que continuaba
entrando inexorablemente. Parecía que todo estaba funcionando bien; sin
embargo, ocurrió un hecho que hasta el
día de hoy está grabado en mi mente,
como una de las situaciones más fuerte
que me ha tocado vivir, y esta fue ver a
un Comandante,
1 compañero de curso
y amigo, viniendo hacia mi persona,
triste, cansado, pero con una resolución
en su actitud que nunca me la habría
imaginado. Él, al ver que todo lo que se
estaba efectuando no daba resultado,
y su buque seguía embarcando agua,
tomó la decisión de... ¡hundirse con su
buque! y así me lo comunicó, solicitán
-
dome cortara las tirantes espías que nos
mantenían amarrados... (Mi amigo, egre
-
sado de la Escuela Naval con el premio al Mejor Compañero:
era el momento de
devolverle la mano)
¡O los dos o nin
-
guno! fue mi impen
-
sada respuesta, la
que fue compartida
por mis Oficiales y
Gente de Mar que
me acompañaban
en ese momento
(lealtad de torpe
-
deros). ¿Qué más se podía hacer?, ¡ali
-
vianar al buque del máximo de pesos!,
y así se hizo. Apresuradamente pasaban
a la
Fresia munición, pollos congelados,
cajas, televisores,... todo, todo lo que
pudiera contribuir a dejar en lo posible
una “cáscara de huevo” al costado. Y
resultó; poco a poco la cantidad de agua
que salía era mayor que la que entraba,
recuperando flotabilidad. Y sucedió algo más que trajo grandes
esperanzas. ¡Mano Divina! Posterior a la
desvarada y habiéndose comunicado la
emergencia en canal internacional VHF
de comunicaciones, el llamado fue escu
-
chado por un solo buque, ... la LST Ran
-
cagua , que en ese momento navegaba en
aguas del Estrecho, habiendo terminado
1.- Dedicado a mi amigo y compañero de curso CF (R) Patricio Fernández J.
PTF Fresia.
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una comisión, con rumbo a Punta Arenas
y nada menos que con la partida de sal
-
vataje de la Tercera Zona Naval a bordo.
Su Comandante, conocía perfectamente
aquella geografía ya que le había corres
-
pondido hacer levantamientos hidrográ
-
ficos en esa zona, algunos años atrás, y
conocía todo aquello “como la palma de
su mano” según lo manifestó por la línea
de comunicaciones. Se coordinó un punto
de fondeo para la barcaza, para que una
vez tomado, la Fresia entregara al costado
a su hermana en desgracia, lo que no fue
fácil debido a la movilidad restringida de
la torpedera con otra abarloada, la oscu
-
ridad, viento, corriente y chubascos del
momento. Una vez logrado lo anterior,
desde la barcaza prácticamente “cosie
-
ron” a la Guacolda a su costado, embar
-
cándose en ella la partida de salvataje, la
que tomó el control de las inundaciones y
averías. ¡Lo peor, había pasado!
En algún momento, que no quedó
en mi registro mental, la
Quidora había
sido despachada independiente a puerto
Williams. El Comandante de la Agrupa
-
ción se embarcó en la barcaza, ya que
recibió instrucciones de Punta Arenas,
de asumir el mando de la nueva agrupa
-
ción que se formó (barcaza más torpe
-
dera averiada) y dirigirse a ese puerto.
Terminado el rendez vous y entre
-
gados a la
Rancagua los pertrechos que
teníamos a bordo pertenecientes a la
Guacolda, recibimos la orden de diri -
girnos a Puerto Williams, saliendo a las aguas del Estrecho y navegando los
tracks por los canales (que a esa altura
del año habíamos navegado varias
veces) rumbo a nuestro destino, ETA al
muelle, 02:00 de la madrugada.
Rápido quedaron atrás, los cana
-
les Magdalena y Cockburn para entrar
al Brecknock. Sentado en mi sillón del
Puente, un poco adormilado, cansado
por las experiencias vividas, escuchaba
la voz de mi Oficial Piloto, que se encon
-
traba de guardia, tratando de interrogar
por el canal internacional de comuni
-
caciones, a alguna embarcación que se
negaba a contestar..., varias veces escu
-
ché: ¡buque que navega cercanías canal
Brecknock, este es buque Armada, iden
-
tifíquese, cambio! En realidad, la refe
-
rencia geográfica no era muy clara en la
interrogación, miré el radar y efectiva
-
mente por la proa había un contacto, un
poco débil, pero acercándose. Utilizando
el visor nocturno miré en la demarcación
del contacto, pero no se vio nada pare
-
cido a una embarcación, más parecía...
¡una roca aflorada! ¿Donde estamos
Piloto? fue mi inocente pregunta, i.e... no
sé mi Comandante, estoy perdido, fue su
inocente respuesta. ¡Para la máquina!,
¡Atrás toda Fuerza! ¡Para!, ¡Indicación
de Sonda! No había peligro de baja pro
-
fundidad ni de distancia a costa. Una vez
detenido el buque, procedimos a virar en
un punto, tomamos a muy baja veloci
-
dad el rumbo recíproco al que traíamos
y con ayuda del Segundo Comandante,
que había despertado y llegado rau
-
damente al Puente, producto de los
repentinos movimientos de máquinas,
comenzamos la tarea de situarnos. ¿Qué
había pasado?, una “pequeña” equivo
-
cación del piloto, había caído a babor
unas dos y media millas antes de la
salida del Brecknock, entrando al canal
Ocasión, con razón estaba desorientado
y la situación no le daba, es decir, había
caído “una cuadra antes”. Superado el tenso momento, conti
-
nuamos con nuestra navegación, ahora
LST Rancagua.
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por el track correcto y con el nuevo Ofi -
cial de guardia, el Segundo Comandante,
ya que el Piloto fue enviado a descansar.
Debo hacer presente que ambos Oficia
-
les y toda la tripulación estuvieron muy
atareados en cubierta, en las maniobras
de rescate de la
Guacolda, sometidos a
esfuerzos físicos y a las inclemencias del
tiempo, donde la palabra descanso no
tenía significado.
¿Qué más nos podía pasar?, lo que
quedaba de navegación, era amplia
-
mente conocido, sin embargo,... acer
-
cándonos al paso Aguirre, el Segundo
solicitó permiso para subir al Puente
abierto, porque de ahí tendría mejor
visibilidad sobre las luces destellan
-
tes indicadoras del paso, para pasar a
medio canal. En la caña se encontraba
el timonel de combate, el mejor timonel
del buque, quien repetía las órdenes que
daba el Segundo a través del tubo por
-
tavoz. ¡Estribor dos grados de caña!, era
la orden, ¡Estribor dos grados de caña!,
decía el timonel. Se sintió un poco a
babor, era mi deducción. ¡Estribor cinco
grados de caña!, ordenaba el Segundo,
de igual forma respondía el timonel.
Todavía se siente a babor pensé; observé
por las ventanas del Puente y realmente
nos estábamos acercando con velocidad
a la luz de babor. Grande fue mi sorpresa
cuando al mirar el axiómetro, tenue
-
mente iluminado, éste indicaba con su
flecha de bronce... ¡¡¡babor!!!, o sea la
banda contraria de la ordenada por el
Segundo y repetida por el timonel, y que
de seguir así nos llevaría irremediable
-
mente a chocar con la costa. Saltar del
sillón, apartar al timonel, tomar la caña
y cerrarla a la otra banda fue la reacción
del momento, para después reasumir el
rumbo recomendado, previa parada de
máquinas... otra vez. Sorpresa había en el Segundo
Comandante, que no entendía lo suce
- dido, sorpresa en el timonel al darse
cuenta del error de meter caña incons
-
cientemente a la banda contraria de la
que se le ordenaba, pero nuevamente
todo estaba en orden, la tensión y el can
-
sancio acumulado por lo anteriormente
vivido estaba causando su efecto en las
personas, y aún faltaban algunas horas
para llegar. Ya nos habíamos salvado de
tres situaciones de riesgo, ¿Vendría una
cuarta?, afortunadamente no, y a medida
que nos íbamos acercando a puerto se
disipaba la modorra, el cansancio, las
tensiones y los malos recuerdos.
Al tener a la vista el muelle, alrede
-
dor de las 03:00 horas de la madrugada,
se apreciaba un inusual movimiento
de personas en él, agudizando la vista,
apoyado por prismáticos, pudimos
observar que se trataba de nuestras
familias que se preparaban para darnos
la bienvenida, pero resaltaba en el
grupo una mujer vestida de novia y un
flamante marino a su lado. Entre tanto
quehacer, se nos había olvidado la cere
-
monia y fiesta de matrimonio de nues
-
tro Cabo ingeniero y allí estaban todos,
esperando nuestro regreso,... para con
-
tinuar la fiesta. Y así lo hicimos, atra
-
camos, bajamos a tierra, felicitamos y
agradecimos a los novios su hermoso
gesto, recibimos los efusivos saludos
de nuestros seres queridos y subimos
todos, excepto la guardia de puerto, a
un bus que nos esperaba para llevarnos
a la hostería Wala, donde había comes
-
tible, bebestible y bailable esperando
por nosotros. Al vernos tan felices dis
-
frutando el momento, ¿quién habría
pensado, que en las últimas doce horas
habíamos estado en un dramático res
-
cate con riesgo de varada propia, perdi
-
dos en el espacio y a punto de chocar
con la costa?, son cosas de marinos,...
mejor dicho de torpederos, en un día
cualquiera.
* * *
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