- Fecha de publicación: 01/12/2002.
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PRESENTACI ÓN
“Cartas de mi esposo. Carmela C. de Prat”.
M. Angélica Iturriaga A.
Editorial Andrés Bello, 280 páginas, 2002.
Patricia Arancibia Clavel *
Rara vez quienes cultivamos la historia como disciplina intelectual, tenemos la
oportunidad de presentar una obra cuyo contenido, a pesar del tiempo, nos haga sentir
actores y no meros intérpretes de lo que allí se narra.
Cuando la Armada me invitó a presentar este libro, pensé: ¡qué difícil es ser original
cuando se intenta hablar de una figura tan profundamente incorporada en nuestra memoria
colectiva! Sin embargo, al concluir la lectura de estas “Cartas de mi esposo. Carmela Carvajal
de Prat. La mujer detrás del héroe”, me di cuenta que estaba frente a algo nuevo, distinto,
verdaderamente original, que nos acercaba al conocimiento de los sentimientos más íntimos
de un hombre, de un hombre de “carne y hueso” que le daba vida y sentido a la estatua de
bronce que todos los chilenos tenemos grabada como expresión máxima de patriotismo.
María Angélica Iturriaga Alcalde, descendiente de Luis Uribe, amigo de Prat y segundo
comandante de la Esmeralda aquél 21 de mayo, ha recopilado y puesto en un marco de
referencia que le da pleno sentido, las cartas que el Capitán Arturo Prat Chacón envió a su
mujer entre el 12 de febrero de 1873 y el 20 de mayo de 1879, víspera del combate que lo
inmortalizó. Desgraciadamente– a excepción de unas pocasno se conservan las cartas de
Carmela quien, comprendiendo el significado trascendente de lo que había en Iquique,
resolvió quemarlas porque en adelante, “su Arturo” -como lo llamaba- ya no le pertenecía a
ella, sino a la Nación entera.
Para el historiador, la correspondencia es una de las fuentes más auténticas, sobre
todo cuando se trata de la que han mantenido dos personas que se aman. Él le dice, por
ejemplo: “Cada día, bien mío, me siento más feliz, más orgulloso de mi
esposa i si mi vida merece algún premio, Dios al deparárteme como
compañera, me lo dio sin cuenta, pues me dio en ti la virtud i el
cariño, la humildad i la inteligencia, sin que escasease las dotes del
cuerpo que hacen de mi Carmela la más simpática de las mujeres, al
menos para mi”. Luego, está la nostalgia de la ausencia: “No creas
mi Carmela, que porque me resigno, yo paso muy contento lejos de ti;
lejos de eso, tu vista, tus caricias, tus cuidados forman parte de mi
vida i privado de ellas, yo no vivo sino vegeto”. ¿No son éstos acaso,
sentimientos muy cercanos a nuestras propias experiencias?.
Permítanme ahora que, seguramente influida por mi condición de mujer, centre la
atención en Carmela. Huérfana a los once años, su temple es fuerte y su carácter
independiente. Se casa joven -a los veintidós años- y desde un primer momento, sucesivas
separaciones alejan al marino del hogar cada vez que se embarca. La mujer, mientras tanto,
lleva el peso de la responsabilidad familiar. Ella es la que se ocupa de que la casa funcione.
Carmela, en pleno siglo XIX, es y demuestra ser una mujer. No se advierte en ella gesto
alguno de subordinación patriarcal. Hay entre ellos una vinculación muy profunda, entre
iguales. Sabe francés, está al tanto de la actualidad a través de la prensa y se relaciona con
los círculos de mayor cultura en Valparaíso. Es la perfecta compañera: atenta, cariñosa,
intuitiva, pero, con opinión propia. Se complementan. Prat la hace partícipe de sus inquietudes
intelectuales y le comenta la opinión que le merece lo que observa en su constante peregrinar
por los puertos. De manera especial le describe los problemas económicos y sociales que le
toca presenciar. Mientras él está lejos, ella es también la que se encarga de resolver asuntos
tan variados como la inversión en títulos de acciones, la búsqueda de una casa más amplia
para vivir, la compra de libros que él necesita para sus estudios de abogado, estrechar las
relaciones familiares y, obviamente, la crianza de los hijos.
Carmela a su vez, tiene que enfrentar sola -en 1874- la mayor y más triste prueba que
puede sufrir una madre: la enfermedad y muerte de su primera hija, de tan sólo nueve meses.
Conociendo la sensibilidad de Arturo -quien estaba ausente desde hacía cuatro meses- no le
comunica de inmediato la desgracia. Prat se enteró por un pésame que le hizo llegar su
camarada de armas Juan José Latorre, mientras navegaba de Mejillones a Valparaíso.
Tampoco es casual que su hijo Arturo haya nacido, en 1878, mientras él cumplía una
misión oficial en Montevideo. Sólo pudieron disfrutar del nacimiento de su hija Blanca Estela,
nacida en 1876. Así es la vida de la familia naval y ... así sigue siéndolo.
La publicación de este libro, de sobrecogedora lectura y fuertes lecciones, no puede
ser más oportuna. Estas cartas, sencillas y transparentes, debieran impulsarnos a reflexionar
sobre cómo es y cómo se forma un héroe. El acto heroico dista mucho de ser un impulso
irracional, pero tampoco es algo previsto de antemano. Así, en potencia, cada uno de nosotros
puede llegar a ser un héroe si somos capaces de enfrentar un desafío supremo con la
coherencia de vida que se ha forjado a lo largo de una trayectoria sólida en valores, afectos e
ideales superiores. Dicho de otro modo, el héroe actúa en una circunstancia límite pero sin
dejar de ser lo que es. En el caso de Prat, un hombre enamorado de su mujer, un buen padre,
un buen hijo y un marino profesional que por sobre toda otra consideración, tiene clara
conciencia del cumplimiento del deber.
La humanidad de Prat, su hombría de bien, su liderazgo sereno, es la materia vital
sobre la cual se edifican los atributos del héroe. En esa dimensión, Prat nos representa a
todos los chilenos. Es un modelo, un ejemplo que une a las generaciones que se van
integrando en el tiempo a ese sueño de porvenir compartido que es nuestra nación. Y como
dice el filósofo Max Scheler, la historia de este modelo, el héroe, -al cual él agrega el santo, el
genio y el artista- constituyen el núcleo de la historia universal.
Son estos modelos, entonces, en los que prima cuanto hay de limpio y grande en el
corazón humano, lo que hace avanzar la historia. Una historia que se basa en hechos, en
realidades y no en meras ficciones y donde la concordia debe vencer a la discordia. No en
vano estos términos tienen como raíz etimológica la palabra “corda”, es decir, el corazón.
La lectura de estas cartas, que nos muestran dos corazones grandes, debiera
inspirarnos. Quizás con demasiada frecuencia ponemos nuestros pequeños intereses
personales y partidistas por sobre la unidad de la nación. El ejemplo de Prat nos invita a
fortalecer lo que nos une y a superar lo que nos separa porque, en definitiva, somos herederos
de una misma tradición y compartimos un futuro común.
Quiero terminar esta presentación, felicitando a su autora. Gracias a su trabajo
estamos cada vez más cerca de Arturo Prat, del hombre cuya acción configuró al héroe. Soy
nieta, hija, hermana, tía y sobrina de marinos chilenos. Comprenderán ustedes el eco que
provoca en mi cada frase de este libro.
Agradezco sinceramente a la Armada que me haya dado la oportunidad de participar
en esta ceremonia de tan profundo significado, y que por la importancia y vigencia del
mensaje del héroe que hoy nos convoca, ha contado con la presencia de tan distinguidas
personalidades. Muchas gracias.
* Licenciada en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Doctora en Historia de la Universidad
Complutense, Madrid, España.
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