Revista de Marina
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  • Fecha de publicación: 01/04/2016. Visto 59 veces.
98 EL ARTE DE VESTIR Matías Purcell Echeverría* E ste 2016 se cumplen diez años de la baja del servicio del DLH 12 “Almirante Cochrane”, el último destructor de la Marina de Chile. Tuve, a mucha honra, el poco común privilegio de haber sido, como teniente segundo, parte de la primera dotación que lo fue a buscar a Portsmouth, Inglaterra en 1984 y también, como capitán de navío, haber sido su último comandante en el 2006. Me desempeñé 8 años de mi vida en el viejo y querido destructor y puedo dar fe que ese buque en particular y los otros tres hermanos de su clase “Prat ”, “Latorre” y “ Blanco” eran una extraordinaria escuela de guerreros y marinos. Con la mirada romántica que da el retiro, recuerdo con nostalgia las dotaciones grandes de 400 hombres y las cámaras de 40 oficiales. Estos grupos humanos se llenaban de anécdotas, vivencias, camaradería e historias marineras. Hoy quiero compartir en estas líneas una de ellas. En la primera oportunidad en que desarrollando nuestro entrenamiento permanecimos a la gira, con toda la dotación a bordo, en mi calidad de comandante, me reuní con los oficiales en la cámara. Compartiendo distintos temas, afloró la inquietud de los tenientes segundos de liberalizar las reglas vigentes para los oficiales respecto de la tenida de civil que se debía vestir para salir franco o recogerse al buque. Los argumentos esgrimidos por el “gremio de los tenientes” fueron de diversa índole, pero en resumen apuntaban a que la sociedad había cambiado, que era necesario modernizarse, que un hombre joven del siglo XXI tenía un código de vestimenta distinto, etc. Las posturas de los tenientes fueron lideradas por un entusiasta teniente segundo, cuyo nombre de combate era Jurel, quien exigía con especial énfasis el derecho de usar zapatillas en vez de zapatos. Terminado el evento de camaradería, reflexioné sobre la mejor forma para orientar a los tenientes respecto de la corrección en el vestir y especialmente tratar de explicar y fundamentar por qué debía ser así. La primera idea que se me ocurrió fue redactar una OTI, idea que deseché por poco práctica. La segunda fue agregar un capítulo a la Doctrina del Comandante. Finalmente desistí de normar por esa vía, tomé pluma y papel y hoy comparto con los lectores de la Revista de Marina el resultado, el que fue leído a la cámara en presencia del Comandante en Jefe de la Escuadra Contraalmirante Cristián Gantes Young, quién a la fecha izaba su insignia en el destructor: * Contraalmirante, Oficial de Estado Mayor. (matpurcell@vtr.net). Página de Marina 99 Tras larga conversación entretenida en tertulia de buque a la gira sostenida el comandante llegó a la conclusión que había que tomar acción,porque la necesidad existe, de explicarle a los tenientes cómo se viste. El primer vestido del hombre fue una humilde hoja de parra el pelo largo y sin amarra hacía de tocado en la ocasión. A la hoja se llegó por penitencia pues la falta de ropa, en potencia, puede llevar a la tentación de darle un mordisco a la manzana perder la vida sana y pasar del Paraíso a la perdición. Por desnudos fue que pecamos y del paraíso nos vamos a ganar el pan con sudor y ya no sólo por pudor se necesitó del vestido el hombre usó su buen sentido y pasó de la parra a la lana creando la ropa que lo engalana. Desde entonces es conocido que para evitar castigo tan temido es mejor andar bien vestido. Establecida la conveniencia y la necesidad del vestir nos corresponde dirimir cuál es la prenda adecuada para cada situación dada en que el hombre debe participar. La primera regla clara y que sirva de definición la ropa que se use, sin excepción, que distinga siempre,a la dama del varón. Le sigue como regla el buen gusto asociado de los colores en combinación descartando por anticipado las prendas verde limón. ¿Y para qué tanto trabajo tanto esfuerzo y dedicación para definir la vestimenta adecuada para cada situación? Para contestar con destreza hay que fijarse en la naturaleza que al colibrí le dio la gracia y al león la realeza. Por eso, se vería tan raro y disminuido en su grandeza tanto un león emplumado Como un colibrí con melena en la cabeza. Se puede argumentar y con razónque el hábito no hace al monjepero el buen fraile de corazón no conduce a la confusión, no busca engañar el buen sentido, y quiere ser reconocido en toda la dignidad de su condición. Por eso viste con galanura sandalias, hábito y tonsura, con dignidad y decoro y que no lo vayan a pasar por moro. PÁGINA DE MARINA: El arte de vestir REVISMAR 2 /2016 100 Nos vestimos por lo que somos y representamos Damos testimonio doquiera que vamos,de cual es nuestra condición. Nuestro atuendo es señal clara de nuestros pasos por la vida de la senda elegida y de nuestra íntima aspiración. Como en un pictograma de la vida la ruta recorrida se deja ver en el vestir. Y hace a otros sentir con estremecida emoción envidia, orgullo o compasión según la condición del trapo, desde el fino casimir al burdo harapo, que refleja en cada caso nuestra condición. El guerrero que se pinta muestra que luchará con bravura como en el buen fraile su tonsura a los cuatro vientos quiere pregonar ¡nadie se va a salvar si disocia esencia de apariencia, porque con falta de consecuencia, a ningún lado va a llegar! Y es así como un marino que eligió por vocación liderar hombres en combate, soportar de las olas los embates y ser un guerrero de su nación, que luzca siempre con orgullo su condición que vista con compostura y moderación, porque merece de sus compatriotas el respeto aunque el sueldo sea escueto. No hay receta Quien escribe no es árbitro de la moda y hay veces que la vestimenta incomoda, dependiendo de la situación, aun con jeans, polera y zapatillas y aunque lo pidan las chiquillas, cuando la ropa no es adecuada para la ocasión. Como por ejemplo: para cruzar el portalón. No se saquen el dormán por el calor. Porque es parte de nuestra condición soportar rigores e inclemencias y apelando a vuestra inteligencia les puedo manifestar, que el buen criterio no se puede reemplazar. La investidura de oficial y caballero no es la misma que la de un simple obrero porque nuestra condición es de autoridad. Y no podemos disfrazar, al amparo de comodidades y juventudes, que se nos exigen virtudes para poder liderar y calificar. La principal virtud es la prudencia y el vestir con compostura, dignidad y decencia reflejará en nuestra apariencia esa fuerte convicción que anteponemos deberes a placeres y que tenemos claro en nuestra mente que estamos al servicio de nuestra gente y que servimos con devoción. Basta la palabra! 101 El que quiera y el que pueda va a comprender que no se puede disponer prenda a prenda del oficial la apariencia que para eso no hay mayor ciencia que el buen juicio, el criterio y la razón. Vale mucho más que ley severaen el rigor de un empaste fino, entender que al igual que en un buen vino la etiqueta viste a lo que hay en el interior. Pues aun con la mejor intenciónnadie compra, ni por desaire, de regalo para un carreta y compadre un “Gran Reserva” con etiqueta de vinagre. Reflexión final: Con zapatillas puestas un jurel sigue siendo un buen pescado en cambio, con un par de zapatos y bien lustrado, y aquí termina mi sermón... Pasa por jurel tipo salmón. PÁGINA DE MARINA: El arte de vestir * * * REVISMAR 2 /2016

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